Una poesía a la pasión del verano.

Amor platónico

 

Blanco de las iras

salí buscando oscuridad.

No era de día,

tampoco de noche.

 

En un lugar apartado,

intuyendo la soledad,

me quedé vencida.

 

Fue una sombra

la lujuria desatada

en la silueta de un joven

lo que me despertó.

 

Me dejé llevar absorta

en pensamientos libidinosos.

Y el agua nos arrastró

llevados por el calor.

 

Él era hermoso

yo joven y apasionada.

Ardimos en combustión

como si llegara el fin de la pasión.

 

No existía nada alrededor.

No vivía la vida.

No moría lo muerto.

Y, sin embargo, fue el ímpetu

lo que avivó el ardor.

 

Aquel verano sentí morir

porque todo fue un sueño

que no debió ocurrir.

 

Todo quedó en el frenesí

de una mente calenturienta

que trató de conseguir

el amor platónico y altruista

de alguien que nunca me vio venir.

 

Antonio se llamaba él

un chico malo que en un arrebato

destruyó todo atisbo de amor.

Y una falla nos separó

un verano, que nunca sucedió.

 

 

 

 

 

 

 

  • Imagen extraída de https://historia-arte.com.

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Una poesía al solsticio y los amores de verano.

Solsticio

 

Ha desaparecido un trozo de mí y

he caído en la cuenta

que tengo que aprender a vivir.

Pero el duelo me ha dejado un agujero.

Un agujero, redondo todo él.

Para llenarlo tengo que poner esmero,

y no sé muy bien con qué.

 

El solsticio me ha devuelto las horas perdidas.

Donde habitaba el baldío desierto,

ahora campos fértiles de fuego

orientan las horadadas heridas.

 

Pero, ¿alguien me puede explicar?

Solsticio de verano – poema

Mis tórridos sentidos te devuelven a mí de repente.

Te desenfocas en la espuma del mar,

tu imagen a contraluz se torna iridiscente.

Como la arena, te deslizas entre mis dedos,

ha sido el espejismo en la orilla

el que va soslayando mi pensar.

 

Quiero retenerte y sentir tus acordes,

me agarro a notas en el aire

pero no puedo escuchar la armonía de tus ojos

y la música de las caracolas.

 

¡Ay!, ¿alguien puede escuchar?

 

El pasado me atrapó en tus risas

el estío me retiene en la locura.

En nuestro delirio hermoso me perdí

con él lleno mi agujero de amargura.

 

Cada veintiuno retorno a gritar

¿Por qué te lo quedaste mar?

Lavanda y una rosa blanca.

 

Aquel solsticio dejó un agujero

dentro de mí, redondo todo él.

 

  • Imagen extraída de www.1freewallpapers.com.

 

 

 

 

 

 

 

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