Cuando me reencontré con Rubén, hace ya algunos años, no podía ni imaginar todo lo que vendría después. Fuimos compañeros de estudios y, en fin, lo que pasa, que cada uno hace su vida y no vuelves a saber nada. Años más tarde, nos cruzamos por la calle y nos saludamos y charlamos unos minutos, y poco más. Pero como la buena gente siempre acaba porvolver a verse, así sucedió. Aunque, en este caso, el contexto no fue el más agradable, nos encontramos en un Hospital de Almería en el que él trabaja, estando mi padre enfermo. Entonces sí que nos pusimos al día de nuestras vidas.
Cuando me habló de su gran pasión, la fotografía, no pude atisbar el alcance de su profesionalidad. Quién me iba a decir que aquel chico tímido y delgadito, haría cosas tan bellas. A través de la red me envió su proyecto de crowfunding y decidí aportar mi granito de arena. Cuando Maribel, su mujer, un encanto, me trajo el libro estuvimos comentando, conociéndonos y fue una conversación más que agradable. Esa noche me puse con él (gracias por la dedicatoria Rubén). Recuerdo que me llevaba las manos a la cara mientras veía las fotos. Hice un recorrido por sentimientos básicos emocionales. Rabia, por lo mismo que me aturden otras deficiencias sociales. Tristeza de ver a lo que se ven abocadas algunas personas al hacer la calle para subsistir o costearse sustancias (preferiría que no fuera por eso último). Alegría, aunque agridulce, por leer las palabras que acompañan a las fotos.
Así y con todo, es un libro que recomiendo encarecidamente, porque nos aporta otra visión. Nos acerca al aspecto humano de este sector tan desfavorecido y con tan mala fama. Sus fotos nos hablan de dignidad, de amor, de rutina y de resignación.
Rubén ha mostrado la vida de la calle con dureza, pero con tacto y dulzura. De forma natural, tranquila y fluida. Con los ojos de la comprensión. Al menos, así lo veo yo.
Estoy tan impresionada con su trabajo que me emociono. Me quedo aquí, Rubén, mirando otra vez tus fotos, leyendo otra vez la historia de Fátima y las palabras de Jesús, Anibal, Mamen y Pepe.
Gracias Rubén.