María Magdalena era una santa, una apóstola, una pecadora y una arrepentida. Pero, también, era madre, esposa de un tal Jesús, que pasaba por ahí y una viajera, como Federo el Viajero…
Mi abuela se llamaba Magdalena. Ella era una beata de tal nivel que teniendo la morfina en casa para aplacar los dolores que mi abuelo tenía por su cáncer de estómago, pues no se la daba. Ella decía que la Iglesia católica aconsejaba sufrir para llegar antes al paraíso celestial. Y, claro, ella como buena beata, obedecía, y así mi abuelo murió retorciéndose de dolor. Y es que la Iglesia siempre ha sido una institución experta en lanzar mensajes sectarios, que son recogidos por creyentes practicantes, como era mi abuela. Luego hacía cosas más aceptables, como llegar la primera a la iglesia del barrio, para preparar, e irse la última, para recoger. Ella no lloraba como una magdalena, nunca lloraba.
Mi abuela no se parecía mucho a la Magdalena mágica de la Iglesia. Ésta era una auténtia fashion diva, para bueno y para malo. Oye, que la Iglesia, después de ultrajar su figura, sacaron el mayor rédito posible, hasta ensalzarla a las mayores cotas de la puritica santidad. No hay mayor empresa capitalista voraz que la Iglesia. Y es que de todo han hecho negocio y la María Magdalena no iba a ser menos.
La Magdalena transicionó de prostituta pecadora a redimida señora decente acérrima, propagadora del evangelio de Jesús y santa santísima apóstola. Entre medias de todo eso, le dio tiempo a casarse con Jesús, o no; tuvo, también, descendencia, o no; Se fue a Francia o a otros países, o no.
Hay un fragmento del libro que resume a la perfección la imaginación de esta religión, y con permiso del autor lo transcribo: » Magdalena, con la satisfacción del trabajo bien hecho y ansiosa por llevar una vida contemplativa, dejó el apostolado y se retiró como ermitaña a una cueva para vivir en absoluta soledad. Se cuenta que pasó todo aquel tiempo desnuda, vistiendo solo una frondosa y larguísima cabellera, y que solo se alimentaba del canto de los ángeles, que la elevaban siete veces al día…». Pero espera que hay más, «(…) Un curita que pasaba por allí, 30 años después, pudo contemplar atónito, el ritual de los ángeles y La Magdalena y que unas fuerzas invisibles (…) se lo impidieron…».
A ver, esta señora estuvo 30 años comiendo canticos angelicales y estuvo tan fresca. Y eso que del beber no tenemos constancia. Igual estuvo bebiendo luz celestial, a saber… Pero la pregunta del millón sería, ¿existió este personaje del que habla nuestro sagrado libro mágico? (Bueno, igual habría que preguntarse si existieron todos los que salen en él…).
Pues no parece (modo ironía on). Pero es que da igual cuántas preguntas retóricas nos formulemos, a la Iglesia eso le da igual. Así se construyen sus relatos ficticios, esto lo pongo, esto lo quito, esto lo adorno, esto lo copio de otro culto y tiro porque me toca. Si es que no teniendo nada qué van a hacer, qué van a vender…
Y es que, si algo sabe la Iglesia es vender, vender mentiras y cometer delitos. En esto último, son unos verdaderos cracks. Pero, oye, que no pasa nada por tener deslices con unos niñitos, que la culpa es de los padres que los visten para provocar.
En fin, las historias de los santos, las vírgenes, los apóstoles y los papas, no tienen fin. Y como son interminables, ¿por qué no tendrían que ser divertidas? Ya lo decía Nieves Concostrina en alguna entrevista de cuyo programa no quiero acordarme, algo así como que la biblia hay que leerla porque es un libro divertidísimo.
Yo recomiendo la lectura de este librito porque todos necesitamos manuales para estar al día de las cosas de la religión. Así, si nos sale al paso algún cuñado, poder contestar con propiedad. Saber las cositas de la Iglesia, también, es aconsejable, que luego nos venden la pureza de una institución que tiene de todo, menos virtudes. También estaría bien que pagaran más impuestos y como dice, de nuevo, Nieves Concostrina, «En España no habría rey y la Iglesia pagaría más impuestos si se hubiese contado su verdadera historia».
Agradecer a su autor que escriba todas estas cosas y que no nos deje caer en la tentación de la desidia y la ignorancia.
Espero que el próximo venga de la pluma de Raquel, que intuyo que tiene muchas cosas que contar…
Gracias, V.
Las imágenes son las fotos aportadas por la escritora del blog.
La nada es una visión personal de un mundo sucio y oscuro. Un totum revolutum de sensaciones caóticas en un momento caótico sin aparente solución. Es una niebla que se cuela por debajo de las puertas, es el aire que respiramos.
Existen ciertas cosas feas que tienen encaje en esta guarida cavernaria, son entes, sentimientos y/o emociones extrañas, lúgubres y no necesariamente incomprensibles y/o incomprendidas.
Según la RAE, – ya saben, ese lugar repleto de hombres súper agradables, nada machistas, y jóvenes, donde se decide qué es cada cosa – en su acepción primera, la nada sería «La inexistencia total o carencia absoluta de todo ser». Y añaden, «Existen muchas interpretaciones de la nada entre los filósofos«. En su segunda acepción dicen, «Sensación de vacío o inexistencia». Todo esto no lo digo yo, lo dicen ellos que están todo el día calentando asiento y tienen asaltos repentinos de luz del saber, cual piedra filosofal, vamos.
Adentrándonos en la caverna…
En estos espacios de la nada hay cabida para cualquier cosa que se pueda imaginar y como sitios oscuros que son, no reciben luz, ni tampoco claridad de pensamiento. Hasta aquí llegan todas esas acciones o inacciones derivadas de sentimientos como la tristeza, la ira, la soberbia, el desprecio y el miedo. Aunque la sorpresa y la alegría, mucho me temo, que no tienen permiso para estar aquí, porque no tendría mucho sentido.
La nada es un pozo sin fondo donde todos aquellos pensamientos de desesperación, miserias y tristeza más profunda, tienen cabida. Todo lo feo, lo desagradable, lo injusto, lo malo, todo eso está en la nada. La nada es un agujero negro cósmico, es una fosa abisal, es una sima gigante aterradora que está ahí, pero nadie quiere ver.
La nada es, también, esa bruma donde las tristezas se van acumulando, poco a poco, sin que podamos o queramos hacer nada por evitarlo. A veces emana un hedor insoportable que nos llega como algo sutil, porque tenemos a la nada bien lejos, en la periferia de la existencia, donde no moleste, porque lo molesto hay que mantenerlo lejos. Una especie de nadafobia (o natafobia)…
Así, que a modo de introducción, empezaremos con ciertos conceptos a los que yo sitúo en esa zona gris. Siempre, desde mi personal visión, con un profundo desconocimiento e ignorancia. Pero sin ceguera, siempre con los ojos bien abiertos, aunque me la cuelen casi a diario…
Conformismo
Existen comportamientos y actitudes que podrían ocupar un sitio bastante prominente en la nada y estos son el conformismo y la desidia, ya sea juntos o por separado. Como casi todos saben, el conformismo vendría a ser la actitud de toda persona que acepta y asume cualquier circunstancia de la vida, ya sea del ámbito público o privado, sobre todo cuando se trata de situaciones adversas o injustas.
Existen conformismos que duelen cuando hay vidas de por medio y denota la falta de dignidad que tiene la especie humana cuando ve injusticias ante sus ojos y no pasa nada. Como se suele decir, circulen que por aquí no hay nada que ver. La escoria conformista mata, viola, roba, quema, and so on, siempre desde la barra de bar o las redes sociales. Es imposible ver esto y seguir como si nada…
Existen, por otro lado, conformismos obligados y/o sometidos. Éstos son los de aquellos ciudadanos que viven en países con regímenes dictatoriales en los que los derechos humanos simplemente no existen, o existen de forma velada por el gran hermano vigilante (recomiendo la serie distópica y/o la novela El cuento de la criada de Margaret Atwood, 1985).
El conformismo ha resultado ser un elemento que ha venido carcomiendo, en segundo plano, lo bueno de las cosas, permitiendo otras tantas chungas o muy chungas. Por poner un ejemplo, algunos casos de corrupción y la respuesta de la justicia española o latina.
El conformismo, también, se dan en las relaciones humanas. ¡Oh, sí! Even, entre familias y amistades. Que tus padres te obligan, te callas y achantas. Si tus hermanos te arrastran, te callas y achantas. Tus familiares ofenden a tus parejas, te callas y achantas. Si tus amigos dicen que tus novias son unas putas, te callas y achantas. Pobre, tu pareja no te valora, te callas y achantas. Que uno de tus seres queridos más cercanos no te cree, te callas y achantas. Que la vida te aplasta, pues te callas y achantas.
Al final, resulta que siempre hay alguien conformista a tu alrededor de ti que, también, eres conformista.
Desidia
La desidia que sería entendida como esa falta de ganas, interés o cuidado al hacer algo es, con diferencia, unos de los comportamientos más miserables, junto con todos los demás. Es la negligencia escrita porque permite la muerte, el dolor, las miserias, los asesinatos, la corrupción, los desahucios y la enfermedad. Lo es porque permite que pase todo este rosario de conductas que se relatan en este ensayo. Ésta ha tenido consecuencias nefastas en la historia de la existencia humana, solo hay que mirar atrás y ver aquellos acontecimientos de la historia para entenderlo.
Echa un vistazo en torno a ti, y podrás comprobar que alguien murió por culpa de un médico que tardó en diagnosticar porque recortaron los presupuestos y la burocracia sanitaria, y llegó tarde. Mira hacia los lados y verás a alguien que ha perdido el trabajo porque las consecuencias económicas tras la pandemia dejó en la estacada al panadero de tu barrio. Date la vuelta y mira, mira y asegúrate que lo que estás escuchando y viendo en la tele es verdad, que ese periodista o político te están contando la verdad.
La desidia es la cómplice principal y actúa, además, como factor común en todas las parcelas de la nada. El tiempo pasa, avanza y no se detiene. Esto no es Interstellar, es la vida real. Y ésta sigue en caída libre…
No es fácil levantarse en un día gris. El Diablo siempre sostiene tus párpados.
(Ralph Ineson)
Recomiendo la lectura del libro «Silencio administrativo: La pobreza en el laberinto burocrático» de Sara Mesa, donde se trata la historia de una mujer, enferma, con discapacidad y en situación de sinhogarismo, que intenta solicitar el ingreso mínimo vital. Este libro nos introduce en el término aporofobia, o el odio a la pobreza y al pobre.
Corrupción
La corrupción es un factor importante en la oscuridad de la nada y, de hecho, tiene una de las mayores parcelas e interactúa con la desidia, el conformismo y la in–justicia, de la que hablaremos más tarde.
La humanidad ha experimentado una pandemia, hace unos pocos años, de nuevo. Esta circunstancia calificada por algunos como «cisne negro» no nos ha hecho ni mejores, ni más fuertes. Algunos hemos visto, incluso, como amigos, vecinos y allegados aspiraban a la mayor estupidez salida de sus teclados y perfiles en RRSS. Una vez más, la zona más tenue tuvo que sacar pecho e intentar extenderse a duras penas contra aquellos aplausos absurdos. Y es que, se vuelve a confirmar que, después de aquella pandemia de principios del siglo XX, ésta última, no ha enseñado nada a la especie humana.
Y pasó que algunos quisieron hacerse ricos y como dice el dicho A río revuelto, ganancia de pescadores, se lo tomaron muy a pecho e hicieron mercado con la enfermedad mundial. Algunos nos hicimos preguntas, porque las de antes ya no servían y necesitábamos respuestas nuevas. Y empezamos a cuestionarnos la vida entera, con sus luces y sus sombras. Y eran estas sombras, las que hacían daño, no habiendo día que no quisiéramos gritar a todo pulmón.
Algunos elementos de la clase política decidieron que esta actividad estaba más relacionada con el lucro personal que con trabajar por un pueblo. Así, pasaron por encima de las vidas de personas que construyeron la red que nos sostenía a todos los demás. Y estas personas, abuelos y abuelas, padres y madres, hermanos y hermanas, tíos, tías, primas, primos, hijas e hijos lo hicieron no con poco de esfuerzo, lo hicieron con todo su esfuerzo. Y esos otros fueron pisando sus cenizas ensangrentadas desde el frescor del aire acondicionado, a todo confort.
No hay día que no sepamos de algún caso nuevo relacionado con este sustantivo tan asqueroso. Y es que, a veces, podemos notar como la desidia y el conformismo nos soplan en el cogote, para recordarnos que siguen ahí.
Hipocresía & falsedad
Pero el mundo nunca ha estado exento de hipocresía y falsedad, otra de las parcelas de la nada. Recién empezó aquel conflicto bélico entre países que nada tienen que ver con ese otro lado del Atlántico, empezamos a ver cómo el ser humano ha ido elevándose, in crescendo, a las más altas cotas de la miseria.
Conflictos que hemos normalizado y que han sido invisibilizados hasta la locura; tapando con una manta de ceguera auto infligida aquellos pasos etéreos de personas que se dejan la vida en océanos de agua y arena con la extraña idea de encontrar un futuro decente; permitiendo el dominio de la serpiente venenosa americana, una suerte de despojo de doble moral donde sale más barata un arma de fuego que un tratamiento para la dermatitis atópica; donde el acceso a un seguro médico es un lujo al que muy pocos pueden acceder o donde la gente se muere doblada por opiáceos. Una gran cínica que mata impunemente, devorando a los contadores de la verdad.
No, no me gusta ese lugar que posee ese botón mentiroso, manejado por locos de piel naranja, artríticos con un pie en la tumba y/o señores de la guerra con las manos manchadas de sangre, que decide guerras en todos los países, menos en el suyo.
Es tremendamente sangrante estar viendo todos los días cómo se perpetra uno de los mayores GENOCIDIOS mundiales, mientras asistimos al mayor acto de traición de dirigentes, de países de todo el mundo, hacia sus propios ciudadanos que les pusieron donde están. Nos dicen que apoyan la causa pero, a la par que lanzan esos mensajes, envían armas para la destrucción de ese país.
Es una locura para las ovejas hablar de paz con un lobo.
(Thomas Fuller)
En este punto podría morirme, pero me quedaría gritando porque no soy nadie para darme el derecho siquiera de pensarlo. Sí que quiero llorar y es que odio mucho ahora, odio tanto que me perdería, me ocultaría en una cueva y allí me quedaría con mis sombras reflejadas en la pared. Pero entonces, nadie lo sabría, nadie.
La inmundicia
La nada, también, está llena de toda esta basura de gentuza que se deja arrastrar como ratas al son de la música de la flauta. Todas estas ratas, que van lamiendo las babas que van soltando esos engendros, se venden como progresistas mientras revientan naciones enteras de sentimientos arraigados, dinamitando los esfuerzos de una construcción que llegó a los cielos.
Esos inmundos, que se permiten hablar con lengua de serpiente, se desinfectan de la cercanía del pueblo, presentándose como sus salvadores, mientras se enroscan al cuello cual boa constrictor. Son la escoria de los bajos fondos y Krahe, probablemente podría haber cantado sobre otros idiomas reptilianos, de calidad más nauseabunda, si cabe. No necesitamos ir más allá…
‘Hay otros mundos, pero están en éste, hay otras vidas, pero están en ti’
Paul Eluard
Injusticia social
Existen otras grandes zonas que a su vez están divididas en fracciones más pequeñas. La nada suele alimentarse especialmente de estas zonas porque pareciera que pasaran más desapercibidas. En ese empeño andan los medios que se encargan de chupar de la madre patria. Esas fracciones representan la base de una pirámide que sustenta al tirano gordo y enfermo de avaricia. Un tirano que escupe las sobras de la vanidad sobre chiquillas que estudian tirando de generador para sacarse la ESO. La brecha social, esa frontera abstracta que viene ensanchándose a pasos agigantados, nos llega por todos los flancos, pero no la vemos, no la escuchamos, cuando el estruendo es aterrador y el tamaño descomunal.
La nada no pasa hambre porque se alimenta del hambre del mundo, esa que se mide con medidas antropométricas. Esta pandemia mundial, pasa de forma velada porque no existe aquello de lo que no se habla, que utilizar aquello de acabar con el hambre en el mundo en certámenes de belleza ya está muy manido. Y que, además, está muy feo hablar en ciertos medios de las penurias del mundo, sobre todo si son del país propio, que empezamos a pensar por qué pasa eso y lo otro y nos da por hacer conexiones y pensar… Eso no interesa. Nos quieren en silencio, pero si hay que hacer ruido, prefieren que sea rebuznando.
Mientras escribo algunas de estas palabras, se conoce la noticia que centenares de personas fallecen en un naufragio en Grecia porque nadie los rescata y demuestra las políticas criminales de los países en medida de inmigración. El problema es que se ha creado un caldo de cultivo donde los mensajes de odio a la inmigración se han normalizado ayudados por los medios de comunicación.
Mientras cinco millonarios perdidos en el fondo del mar movilicen costosos recursos para rescatarlos, este mundo seguirá perdido en la nada más profunda.
Y, hoy, años después, se vuelve a repetir la historia…
La Inconciencia de clase
Tener conciencia de clase parecería algo fácil de sentir, si no fuera porque la mitad de la población no la tiene. Cuando hablamos de conciencia de clase, podrían venirnos a la mente actitudes y pensamientos relacionados con la política, y no está del todo desencaminado.
Así, hablaríamos de una herramienta con la que cuentan los individuos que les proporciona la conciencia de que pertenecen a una determinada clase social y pueden actuar socialmente en consecuencia y en defensa de sus intereses. Por tanto, podrían organizarse en una clase, digamos obrera proletaria, cuya finalidad sería combatir la explotación sufrida por parte de, llamémosla clase burguesa capitalista, así como evitar la alienación del propio individuo.
El problema viene cuando es, precisamente, la clase la obrera la que pierde su conciencia de clase ya sea bien porque están manipulados por los medios/políticos o porque se dejan manipular. Y es que en un mundo donde la información está al alcance de todos, si no estamos bien informados es porque no hay interés en ello.
La nada está a rebosar de personas que no tienen conciencia de clase. Y es que estos sujetos están concentrados en la escala baja de la pirámide social. Esto es fácil de entender cuando vemos como la clase alta, burguesa y adinerada sabe lo que quiere y enarbola el estandarte de aquello sin ambages. Entonces surge la pregunta de por qué esa percepción se perdió y en qué momento. Lo curioso de este fenómeno es que siempre se da de abajo hacía arriba y no al revés.
«El mundo empresarial tiene una conciencia de clase a un nivel que Marx nunca hubiera imaginado»
Noam Chomsky
Lenguas viperinas dicen que no está de moda tener conciencia de clase, es de paletos, pero la verdad es que los momentos oscuros se acercan tan rápido que su murmullo entra por las rendijas de las ventanas haciendo que los postigos no paren de golpear en la pared. Nuestra conciencia es más necesaria que nunca.
Desigualdad de género
Y llegó la «madre» del cordero de la nada. La nada se descojona con las desigualdades desde su trono de ramera. Y es que nada es por casualidad, cómo hablamos es tan importante tanto o más a cómo nos comportamos. Y es que puta, es femenino; ramera, es femenino; hija de puta, es femenino; zorra, es femenino; amargada, es femenino; histérica, es femenino, and so on.
Las desigualdades comienzan con los colores, siguen con los juguetes, se mantienen con el lenguaje y la diferencia de salario. Todo eso se sostiene con la red biológica; el cuerpo femenino está diseñado para parir y en ese proceso su cuerpo se transforma de forma que no solo aumenta de peso y volumen y las mamas se vuelven colosales, sino que se sufre de estreñimiento, hiperpigmentación de la piel, ganas de orinar a todas horas y una larga lista interminable.
Las mujeres llegan a la pubertad y ya empiezan a suceder cosas, la menstruación nos determina, nuestra rutina mensual y nuestro cuerpo sufre, también, dolores de ovarios, de espalda, cansancio, migrañas o cambio de humor. Y estos síntomas pueden ser más intensos dependiendo de la mujer. Algunas sufren dolores tan espantosos que solo se pueden comparar al momento del parto. Y es algo de lo que no se hablaba tanto, porque era algo de la mujer. Es un proceso denostado en todos los sentidos, por el olor, por las manchas -por si trae mala suerte, sí sí, incluso eso. En el pasado la ignorancia superaba todo lo imaginable, cosas que eran para caerse de culo…
Se dice que el umbral del dolor soportado y/o manejado por la mujer es mayor que el del hombre y que el hecho que la historia nos haya trasladado lo contrario con un «venga, hombre, no será para tanto» (porque nos lo contaron hombres), es un mero estereotipo. De hecho, no solo se sufre dolor físico, sino dolor psicológico y social. Porque son mujeres, están predestinadas a hacer, decir y soportar según qué cosas. Porque son mujeres, deben ser el foco de abusos a lo largo de su vida.
No es el primer caso que una niña es abusada por su padre o alguien cercano de su entorno familiar y/o amistades. Hay mujeres que han tenido que soportar abusos a lo largo de su vida, por sus padres, por tíos de amigas, por novios y extraños. Porque son mujeres, son continuamente cuestionadas, si visten de una forma, si sonríen más de la cuenta, si beben más de la cuenta y, en definitiva, si hacen lo que quieren.
Cuando yo era pequeña, había un vecino un tanto asqueroso que solía meterse con las niñas. Era un desgraciado que, también se metió conmigo y mis tetas. Al contárselo a mi madre fue a encararse con su mujer (porque estas cosas se hacían así) y un día en la tienda del barrio, esta mujer, su mujer, junto con otras mujeres, me acorralaron en la tienda preguntando esto y lo otro y que si eso no pudo ser, que era mentira. Yo era una niña pequeña acorralada por mujeres adultas que intentaban defender la honorabilidad de un pederasta en potencia…
El lenguaje, también, forma parte del entramado machista del hetero-patriarcado. No hay más que darse una vuelta por algunos titulares, incluidos los deportivos, que dan para mucho debate. Antes comentaba lo feminizado que son ciertos insultos, es decir, que a lo femenino se le ha dotado con una dimensión negativa que lleva arrastrando desde que se tienen testimonios. Salvando que cada persona es como es, que hay buenos y malos, la mujer se ha llevado, siempre, la peor parte.
Ni que decir tiene que todo el entramado machista está construido sobre la Cultura de la Violación. Esto no es tanto un insulto a ciertos diputados, sino un problema social y cultural que está aceptado y normalizado en cuestiones de género, sexo y sexualidad. Ambos se retroalimentan, pero, claro, para ser diputado en el congreso, digo yo, habría que conocer todas estas cositas.
Imagínense todo esto elevado a la décima potencia, a la centésima potencia, a la milésima potencia en algún país del continente africano donde aún exista la ablación de clítoris.
Las mujeres somos blancas, racializadas, lgtbiq+, deportistas, discapacitadas, jóvenes, maduras, ancianas, esbeltas, gordas, delgadas e incluso feas y guapas. Pero si hay algo que tenemos en común es la maldita desigualdad. Para comprobarlo, solo hay que darse una vuelta por cualquier empresa, instituto, universidad, casa, para terminar desquiciada por escuchar el mantra «ahora ya no es como antes»… Más Henar Álvarez y menos incels.
La nada lanza sus tentáculos y se alimenta de las desigualdades de forma continuada, a plena luz del día y con alevosía. Antes se sufría en silencio, ahora ya no, pero el afán por robarnos la voz aún existe.
Lo mental
El circuito neuronal es un caldo de cultivo para padecimientos tan variados como complejos. Casi todos hemos sido, somos y seremos susceptibles de padecer alguna patología mental. Unos lo experimentarán por primera vez, otros ya cargan una mochila con la que lidian con un mayor o menor grado de calidad de vida. Otros, no lo llevarán tan bien.
«La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que no lo está, mientras yo sé que lo estoy»
Salvador Dalí
Si la pandemia puso un tema sobre la mesa fue, precisamente éste. Y es que las enfermedades mentales siempre han estado entre nosotros, pero han sido consideradas como un estigma del que no se hablaba. Hasta que nos vimos abocados a lidiar con nosotros mismos en un espacio de 70 m2 o menos.
La salud emocional no enseñada en el seno familiar y en los colegios da lugar a situaciones mal manejadas, momentos desafortunados y tristeza, mucha tristeza. Así, algunos hemos visto como hemos tenido que aprender a sortear esos pensamientos grises que venían a arrastrarnos a la fosa más profunda de nuestra mente.
Se tarda mucho en conocer la ira, esa ira desatada, esa que camina contigo desde siempre. Se tarda aún más en aprender a controlarla. Antes de eso, algunos hemos pasado por intentos de suicidio, abandono de una misma, hasta límites higiénicos extremos -ya me entienden-, por autolesiones y por aislamientos autoimpuestos.
Yo sabía que me pasaba algo, pero no lograba alcanzar a saber la causa. Yo solo sabía que tenía que dejarme la cara como un santo cristo cada vez que iba a salir (aunque luego me echara kilos de maquillaje). Mi teoría era fácil, tenía que parecer lo más fea posible para que no se metieran conmigo. La adolescencia hizo estragos en mí.
Fue un poco antes de la pandemia. Hasta entonces tenía flashes, eran imágenes que no se clarificaban, como si tuvieran un visillo delante. El visillo sigue, claro, pero ya me dan igual esas instantáneas. Sé lo que son y ese capítulo está integrado, aunque no al 100 por cien, porque el trabajo continúa.
En pandemia fue duro porque tenía demasiado tiempo para pensar y un martillo neumático sonando todo el día (algunos seguían trabajando). Estudié cosas para ocupar el máximo posible de ese tiempo, pero el martillo pilón cabrón me recordaba mi movida. A veces no sé si eran mejor esos ataques de ira que el silencio. El silencio te va comiendo por dentro hasta hacerte desaparecer. En fin, unos años después, lo puedo contar.
Hasta qué punto se hizo tan importante salir al exterior para ver la vida…
De la amistad y esas cosas
Siempre he tenido un pensamiento subyacente a todos mis actos relacionados con la amistad y es que creo firmemente que ésta está sobrevalorada. Por eso la he incluido en una pequeña parcela de la nada. Las mayores traiciones se suelen dar entre amigos y por eso son grandes traiciones.
Aunque la pandemia nos regaló grandes momentos de solidaridad, que es una cosa bien distinta, hubo amistades que se fueron al carajo como si Thanos chasqueara los dedos. También, se reavivaron otras que andaban en dique seco, todo hay que decirlo. Pero la vida es una condenada miserable que no deja de mostrarte la cara oculta de personas que pensamos que son seres de luz.
De repente se entremezclan odios con envidias y situaciones desquiciantes que total, para lo que vamos a vivir en este mundo, se manda todo al cuerno que yo lo que quiero es paz mental. Por otro lado, el anhelo de ajenos por tener una cercanía imposible, resulta que en el momento de la verdad, va y se queda en nada. Y es ese abandono el más doloroso, porque se coloca el listón a una altura razonable, pero no llegan, ni de lejos. Y ese dicho que dice «No esperes nada de nadie y así no te llevarás decepciones» como que tampoco funciona. Tener amigos viene con una mochila, a veces, no deseada…
La decepción es casi imposible de controlar y manejar. Es como un duelo, es una pérdida. Y como todo duelo, dura lo que cada uno aguanta, puede y/o quiere. Cada cual que baraje lo que desea soportar.
«La decepción es solo la acción de tu cerebro al reajustarse a la realidad después de descubrir que las cosas no son como creías que eran»
Brad Warner
Bueno, como siempre el pragmatismo tiene una respuesta para todo para que dejemos de hacernos pajas mentales…
Cambio climático
El clima está cambiando y lo viene haciendo desde hace tiempo cuando la revolución industrial se encargó de expulsar basura al aire en unas cantidades tan ingentes que hoy sería una auténtica salvajada. Hace más calor, durante más tiempo. Términos como mitigación, adaptación, economía circular o justicia climática llevan pululando entre nosotros desde hace demasiado tiempo. Otras conceptos, nuevos, más desagradables, como ecofascismo, están campando a sus anchas por la nada encargándose, entre otras cosas, de agrandar las brechas sociales.
En este hastío están ardiendo miles de hectáreas de extensión de naturaleza viva. Recién llego a mi país, compruebo lo que digo con Tenerife, Canadá e, incluso, mi propia ciudad en este día de hoy. Por eso, acciones como las que llevan a cabo #ExtintionRebelion o #FuturoVegetal son tan necesarias.
En pandemia me dediqué a estar hiper informada de todo lo que le sucedía a la tierra. Pasé horas viendo vídeos, escuchando podcasts y leyendo trabajos y blogs de científicos. Creo que no me equivoco cuando digo que terminaba llorando casi todos los días.
En el 2020, un estudio de #Oxfam señalaba que el 1% de la población rica producía el doble de emisiones de CO2 que el 50% de la población más pobre (21 de septiembre, 2020). Creo que las cifras no han cambiado mucho a día de hoy demostrando, una vez más, que son las clases más desfavorecidas, de nuevo, las que padecen la brecha energética.
Este último verano (2024) ha hecho calor, mucho. Y yo, personalmente, lo he pasado mal con mi recién estrenada menopausia, porque soy mujer, claro. Y he tenido que tirar del aire acondicionado casi todos los días, porque creía morir. Creo no ser la única persona que se ha sentido culpable por tener que hacer esto sabiendo las consecuencias. A nosotros, personas de clase baja, nos duele tener que hacerlo, porque somos personas y porque el oligopolio económico capitalista nos ha regalado una mochila cargada de culpabilidad.
Y han hecho muy bien su trabajo, porque mientras nosotros sufrimos por el efecto invernadero y el uso de combustibles fósiles, ellos, los de Repsol, BP y demás, viven tan felices con sus dividendos. Es más, después de la pandemia la cifras relacionadas con el aumento de la temperatura de los océanos, el derretimiento de los glaciares y/o de CO2 han aumentado de una forma terrible. Es como si nos hubiésemos rendido (o nos hubiesen rendido) o decidido tirar la casa por la ventana. Yo creo que, más bien, es lo segundo.
También hemos aprendido conceptos raros como la AMOC (por sus siglas en inglés, Atlantic meridional overturning circulation), Bucle de circulación Atlántico -o Circulación de vuelco meridional del Atlántico- que transporta eficazmente calor y sal a través del océano global y modula fuertemente el clima de la Tierra. Es una especie de termorregulador de temperatura y salinidad que hace que ciertas partes de la tierra tengan frío y/o calor. Si este termorregulador se escacharra, vamos a pasarlo verdaderamente mal.
Para evitar que nos vayamos a la mierda, nada mejor como instaurar un sistema decrecentista. El problema es que el decrecimiento va en contra del capitalismo. No nos educaron para ello, no nos prepararon, no quieren los de arriba, los que mandan de verdad. ¿Qué más tiene que ocurrir para tomemos conciencia de la realidad? ¿Cuántos científicos más tienen que salir a la calle a manifestarse? ¿Cuántas criaturas con nombres y apellidos tienen que tirarse al mar para intentar llegar a las costas de otros países y no dejarse la vida en el intento? ¿Cuándo se dejará de expoliar a esos países?
Un testimonio
Para terminar este apartado, dejo la comparecencia de Antonio Turiel (crashoil) en el Senado español el 12 de abril de 2021:
La Injusticia
Una de las mayores parcelas de la nada es aquella que permite todo lo anterior. La justicia es una palabra femenina con una connotación tan negativa como la propia imagen, representada con la figura de una mujer1, enfundada con una túnica de corte grecorromano y que vemos marcando figura, además de llevar los ojos vendados.
En una mano sostiene una balanza y en la otra una espada: la balanza representaría el acto de juzgar de forma justa y equilibrada; la espada, significaría la razón de la justicia, ya sea a favor o en contra de ambas partes; esta señora lleva, más recientemente, una venda en los ojos en representación, por un lado, de la ceguera de la justicia y, por otro lado, de la fe en la misma.
La justicia, simplemente, está herida de muerte por culpa de togados corruptos que riegan con putrefacción las mal llamadas ciudades de la justicia, nombres que tanto gusta poner a las ratas a estos lugares construidos sobre una montaña de sobrecostes. Esta impostora cuenta con la cooperación necesaria de alimañas con uniforme monocolor, aquellos que nos deben cuidar, terminan por reptar siguiendo la estela de heces que van dejando las ratas y togados. Perdonen mi lenguaje soez, pero no me sale de otra manera, no meren ser descritos de otra manera.
Actualmente tenemos casos de injusticias para llenar libros y libros. Los seis de Zaragoza, Las seis de La Suiza, Pablo Hasél, Valtonyc, Los titiriteros, El crimen de Alcásser2 o El caso Wanninkhof (por no olvidar uno de los mayores escándalos judiciales y mediáticos) y un largo etcétera. En la Wikipedia hay una descripción de éste último caso que dice: (…) en un ambiente de histeria popular creado por los medios de comunicación y en un juicio plagado de irregularidades por parte de las autoridades judiciales y policiales (…). Creo que este extracto resume bastante bien el contexto de entonces.
Luego podemos hablar de aquellos casos fake, manejados a través de un anglicismo que se ha colado en nuestro lenguaje, el lawfare. El lawfare nos ha regalado auténticas bestialidades. Salvajadas, por cierto, que salen del erario público, es decir, de nuestros impuestos. Cada vez que se admite a trámite una denuncia, se movilizan los recursos del estado. Da igual que sea verdad o mentira -que normalmente lo son. Pero cuando es mentira duele en nuestro bolsillo, mucho. Todos sabemos de los casos de lawfare más sonados del panorama judicial y político:
Rodrigo Torrijos (IU).
Sindicato Andaluz de los Trabajadores (STA).
Podemos.
Alberto Rodríguez.
Ada Colau (Comuns).
Isa Serra.
Vicky Rosell.
Dina Bousselham.
Pablo Iglesias Turrión. Seguramente me habré dejado alguno, por lo que pido sinceras disculpas.
1.- Curiosa la elección de una figura femenina. Nos ponen y nos quitan oye, tienen una facilidad…
«Porque fueron, somos. Porque somos, seremos y serán»…
Cuando tuve conciencia acerca de la memoria histórica fue cuando supe de la historia de mi abuelo José. Mi abuelo era el padre de mi padre, el verdadero. Mi abuela Julia se quedó embarazada de mi padre y aún no se habían casado. De mi abuelo José solo sé dos cosas: Una, que era mi abuelo de verdad y otra, que una noche la guardia civil se lo llevó y ya no se supo más de él. Mi abuela era madre soltera y supongo que se vio abocada a casarse para aparentar. De ese otro señor, no voy a hablar, porque era un desgraciado.
La pena, más grande, que tengo es no saber, ni siquiera, los apellidos de mi verdadero abuelo. Pero es un desconocimiento forzado por todos aquellos familiares mayores que han estado relacionados, de alguna manera, con la familia de mi padre. Nadie, absolutamente nadie quiso saber quién era mi abuelo. Lo borraron de la historia, pero literalmente. Desconozco cómo podría buscarlo, si quisiera. Es duro no saber.
Datos
El 20 de octubre de 2022 se publicó en el BOE la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. Esta ley dice cosas muy grandilocuentes y, si me permiten, hasta emocionales. Pero la realidad es que, a día de hoy, son muchos lugares en España donde se pasan esta ley por el arco del triunfo. Por ejemplo, Madrid, ese lugar que se ha convertido en una fosa séptica donde va a parar toda la mierda y la porquería habida y por haber de la España cañí. Aragón, Valencia, Castilla y León, Cantabria y, en general, aquellas donde gobierna la derecha -que todos sabemos de dónde viene- en mayor o menos medida.
España está como está porque viene de raíces franquistas. La judicatura, los cuerpos de seguridad, de repente, se dieron cuenta que eran demócratas. Está sobradamente comprobado que la Transición se construyó sobre la ausencia de condena del régimen franquista. Hablamos de Impunidad de los crímenes cometidos, de muertos enterrados en cunetas y de familias enteras rotas.
Que la primera ley de memoria histórica y las sucesivas con modificaciones no funcionan y su cumplimiento es quebrantado una y otra vez, no ni más ni menos por culpa de la puñetera modélica Transición. La España rancia seguirá infringiéndola cada vez que le salga de las narices, mientras no suceda nada en torno a la Ley de Amnistía de 1977 (aka Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía).
Pero siempre habrá algún imbécil que te dirá, «No hay que remover el pasado«. Y yo seguiría, «Ven pá cá Mariano, que te voy a decir unas cuantas cosas», para acto seguido mandarlo a la mierda.
Como guinda de este punto, recomiendo muchísimo el documental «El Silencio de Otros» (The Silence of Others). Una película de Almudena Carracedo y Robert Bahar que trata de la lucha de las víctimas del franquismo.
Un acto de contrición
Que yo, tampoco, he sido una santa, es un hecho. Que han abusado de mí en casi todos los sentidos, es otro hecho. Por lo tanto, mi acto de contrición ha estado encaminado a conocer esas actitudes y a trabajar sobre ellas.
Confieso no haberme querido más y haber perdido muchos trenes por no haberme valorado lo suficiente. Asimismo, confieso no haber sido buena persona en determinadas acciones. Admito no haber tenido carácter para afrontar abusos, y poner límites, que con un «vete a tomar por culo, desgraciado/a» se hubieran acabado. Confieso que he recaído en abusos por aquellas mismas personas con las que me prometí que no volvería a caer. Confieso que cada día me cuesta levantarme y arrancar. Que he perdido la esperanza tantas y tantas veces, más de las que puedo recordar.
Sobre todo, confieso ser débil, a pesar de la imagen que muchos se han hecho de mí, sin ir más allá. Confieso haber juzgado antes de conocer y luego llevarme agradables sorpresas. Y viceversa, no hacerlo y llevarme sorpresas muy desalentadoras. Confieso haber pasado mucha vergüenza en situaciones que parecía lo contrario. Confieso odiar mucho a algunos hombres, aún.
Y confieso estar cansada, también, de no hacer lo que se espera de mí y de esa gente que lo espera. Pero más cansada de manipuladores y tiranos/as que están alrededor de nosotros. Confieso, además, procrastinar de forma activa, activísima. De tomarme muy en serio lo de Dejar para mañana lo que puedas hacer hoy.
Confieso ser una mala hija. Al menos, confieso no haber sido la hija servicial y deseada que mis padres hubiesen querido. Buena estudiante, responsable de las labores del hogar, acorde a los estándares morales y un sinfín de tonterías socialmente aceptadas con alevosía y religiosidad.
Confieso no querer estar aquí y que la readaptación me está costando un esfuerzo colosal. De no querer hacer vida social – pero con absolutamente nadie- y de no querer hablar con nadie. Estoy bastante harta de leer en webs de psicología, respecto a la vuelta al país de origen, solo estupideces que no me apetecen nada. Confieso que me ha costado mucho volver a escribir, porque estaba bloqueada, y que, de hecho, he tardado mucho en escribir este ensayo.
Confieso estar desquiciada por mis cambios hormonales y que no soporto tener que estar pendiente de la báscula por haber cogido peso, y que la menopausia me está volviendo loca -y que cuando me ven algunas personas, sale la bromita de estar fondona. Que no puedo más cuando me preguntan por mis «proyectos futuros» porque no me da la gana, si quiera, de contestar.
Por eso, siento ser y pensar de esta manera. Siento ser yo misma y siento ser persona. Preferiría ser un perro o un caballo o, quizás, un loro que da vidilla, yo qué sé. Las cosas son así, al menos hasta que me suceda algo distinto por algún azar maravilloso promovido por el universo que no para de co-inspirar.
Mientras tanto, seguiré trabajando, por supuesto, a mi ritmo…
¿Quién no se ha hecho, alguna vez, una pregunta de corte existencial y/o filosófica? Tal vez, nos hayamos preocupado por el paso del tiempo, el amor, la salud, el cambio climático o la reproducción del percebe en las costas gallegas. Da igual, cualquier cosa es válida, tan solo tienes que ocuparte de ello..
Después de esta entradilla triunfal, seamos claros, todos o casi todos (menos los cantantes de reguetón) nos hemos hecho preguntas de la vida, como qué coño hacemos en este mundo terrenal, tan jodido últimamente; qué nos pasa por las mañanas primaverales cuando nos entra esa melancolía; y si somos chicas, a eso hay que sumarle la menopausia.
Claro, luego pienso que estamos demasiado ocupados en eso de llegar a fin de mes que así, aunque suene banal, se nos lleva media vida. Y es que la economía del hogar termina por sintetizarse en una entrada en el debe y un haber infectado de pagos, facturas y todos esos conceptos tan malsonantes. A partir de ahí, se entiende que acabemos por arrancarnos hasta el último pelo de la azotea intentando cuadrar el balance familiar.
Pero no contábamos con pandemias y situaciones distópicas para las que algunos no estábamos preparados y que pusieron a prueba nuestra psique. Eso, para los que vieron la luz en el 2020, porque otros ya llevaban su propio interruptor que tenían echando fuego de tanto on-off. Este es el caso que nos ocupa.
Esta disertación que podemos disfrutar, Sensaciones, es una oda a la vida y un canto al amor. Aunque, también, un maremágnum de dudas, porque la vida se mueve en color y en esas escalas de grises tan inciertas, a veces.
La vida, ¡ay, la vida! ¡Qué bonita es! ¿verdad? Y qué puñetera cuando hablamos de traiciones, desamores, síndromes de impostoras and so on… Pero, ¡qué bonita es cuando nos llega la brisa del mar y podemos saborear el salitre en los labios! Es ese olor…
La vida, ese trampolín que nos lleva de casilla en casilla o por esas escaleras que, tan arduamente, intentamos subir. La vida, esa que nos pone pedregosos y complejos caminos que van a parar a un solar diáfano. Varias sendas que coger, decisiones que tomar. Y, en un momento dado, todo se vuelve del revés o del derecho, según se mire, y llega el amor que todo lo puede y todo lo cura.
Ser madre, la soledad, la salud, el amor en la madurez, aprender a poner límites y a ser una misma, aceptándose con todas las consecuencias. «Aprender a desaprender»,más o menos, como decía Eduard Punset, ese señor de las células… Y no pasa nada.
Mar es como el libro Gordo de Petete de las emociones, es la Wikipedia Humana de la Vida. También es el sol y la luna, es la ternura y, gracias al universo, por fin, la explosión de la rabia contenida. Mi madre dice de ella que es «mú finica» y yo estoy de acuerdo. Porque es mi madre que me ha parido y no hay más que hablar.
Yo, que a veces pienso, durante esos trances, observo a algunas personas (menos a mí misma, que tengo para echarme de comer aparte – o de lejos, como diría mi amigo David). Total, que he llegado a la conclusión que la empatía, como concepto, ha tenido dueña una persona – vamos, si eso puede ser, claro – y es Mar. Ella ha sido y es la dueña de esa palabra por derecho propio.
Es más, si la expresión «Ponerse en los zapatos de otro» tuviera presencia, estaría personificada en ella. Al menos, hasta que dio un golpe en la mesa y se reivindicó. Como si gritara eso de Bohemian Rhapsody «Mama mia, mama mia, mama mia, let me go» y dijo que se pusieran ahora en los suyos (vamos, en sentido metafórico). Como muy bien dice ella, «…un buen día te das cuenta que has tenido motor y empuje para vivir, para sacar las cosas adelante…» así como «…no se puede vivir a la sombra de otros…». Pero, ya sabéis, eso que se dice que el que tuvo, retuvo y guardó para la vejez, pues eso.
Sensaciones nos habla de salir del pozo, de reconstrucción y resurgimiento; de tomar conciencia del Yo y la individualidad, que es única e indivisible; de darse cuenta de lo que nos rodea; de la propia existencia inherente, e intransferible, a cada uno.
Mar nos cuenta que la alegría viene acompañada del sufrimiento, que ambos forman parte de esta vida nuestra y que es la energía que ayuda a formar esa pupa que nos dará cobijo en el proceso hacia el renacimiento, convertidos ya en mariposa.
Esta disertación, también, nos enseña que la vida está llena de anhelos y que se pueden perseguir, algunos se pueden alcanzar y otros tantos no. Pero es el camino hacia el resultado el que, también, debemos disfrutar.
Sensaciones considera a la familia como una moneda de dos caras. La familia es el baluarte esencial, siendo una de las arterias que nos moldean, cómo somos, de la manera especial que somos.
Sensaciones, también, nos describe como seres sintientes, afectivos e, incluso, sentimentales -bueno, salvo excepciones. Solo tenemos que dejarnos fluir, permitirnos ser sensibles, disfrutar el amanecer o el momento del café matutino.
En definitiva, este libro emerge y toma forma desde esos diálogos internos, que a veces, nos martillean y otras son un leve soniquete que nos van indicando el rumbo. Mar plasma sus susurros íntimos, sus propios cuchicheos diarios, sus sensaciones, y nos los muestra para poder extraer más de una lección que aprender. O como yo prefiero verlo, un espejo en el que mirarnos.
Tendremos que crear alguna escuela del disfrute de la vida o una fundación llamada Enjoy your life, que ya sabes que los anglicismos son muy cuquis y están preparados para la vida moderna. Evidentemente Escuela de Sensaciones estaría mejor, claro. Y saldremos a la vida, con curiosidad, a olvidarnos de lo malo y a contarnos cosicas de las nuestras en un acto revolucionario de terapia mutua.
Y como dice S, «No me digas adiós, dime hasta mañana» porque adiós suena feo. ¿Por qué me resuena el estribillo ese de Pastora, «no me llames Dolores, llámame Lola»? No me quiero marchar sin antes mencionar algunas de las frases más célebres de E. Punset, porque, a pesar de sus luces y sus sombras, decía cosas como estas:
«Creo que primero hay que darse cuenta de que hay vida antes de la muerte y no estar obsesionado todo el rato para saber si hay vida después de la muerte»
Eduard Punset
“Teóricamente somos el ser racional por excelencia y, sin embargo, somos la especie más emocional”
El señor de las células
Mi favorita…
«Desaprender la mayor parte de las cosas que nos han enseñado es más importante que aprender»
Una historia de inmolación y abnegación. Una mujer que, simplemente, ama con todo su ser.
Cuando el sacrificio se convierte en el sentido de una vida. Un amor apasionado, casi enfermizo, que nubla el sentido de una realidad impostada, desde la perspectiva de una sociedad tradicionalista- que ahoga la atmósfera vital.
Anna…
Hablar de Anna Karenina significa, necesariamente para muy bien, hablar de que esta obra sería imposible no tener en cuenta como fondo de escritorio. Un perfecto aval sobre el que documentarse cuando hablamos de contextos históricos determinados o de relaciones sociales. Pero es la parada perfecta sobre la que volver, una y otra vez, cuando necesitamos saber de cierta humanidad «imperfecta» y femenina, algo muy denostado a lo largo de los tiempos. Anna Karenina nos muestra la historia de un sacrificio, en toda la amplitud de la palabra. No es baladí que, mientras me documentaba un poco para no caer en la tentación de omitir datos fehacientes, me topé con la siguiente definición de la novela que me ocupa, «(…) una novela sobre el adulterio (…)».
Este encasillamiento me resulta personalmente doloroso y terriblemente injusto porque me retrotrae a tiempos sombríos, pero luego me flagelo con una buena dosis de autocrítica. Y es que como ya he mencionado en alguna ocasión, es aconsejable relativizar los contextos históricos porque los prejuicios pueden desenfocar la temática original.
León Tolstói parió esta novela en la segunda mitad del siglo XIX que se publicó por entregas, inicialmente, y más tarde ya en dos volúmenes. Es importante reseñar el contexto histórico porque Rusia estaba experimentando cambios que apuntaban a una sociedad más liberal – o, al menos, eso pretendían. Ya se sabe que moldear una sociedad conservadora hacia otra aperturista es un camino harto laborioso.
El argumento es de sobra conocido: Anna está casada con un hombre -20 años mayor que ella- en un matrimonio que se construye desde la mentira que aporta la conveniencia. Anna se enamora perdidamente de un joven oficial militar, Vronsky, por el que lo abandona todo, rompiendo los cánones establecidos de la férrea sociedad burguesa.
Cuando Anna se queda embarazada, las cosas se complican y confiesa el amor que siente por Vronsky, a su marido. Éste se niega a concederle el divorcio y surgen las inseguridades, los miedos y la desconfianza desde Anna hacia su amante. Anna termina dejándose la vida en unas vías de tren, tras discutir con Vronsky, e incapaz de lidiar con la brutal presión que le viene por todos los flancos.
A la par de esta historia, conocemos los devenires de Levin -una suerte de alter ego del propio autor (según las malas -y no tan malas- lenguas literarias) y Kitty. Una pareja que evoluciona desde la negativa de Kitty hacia Levin -recordemos que Kitty aspiraba a ser la prometida de Wronsky, pero un cruce de miradas en una estación de tren lo trastoca todo-, hasta alcanzar la maduración de un matrimonio -construido sobre la base del amor, la confianza y la fe cristiana.
Esa mirada representa, probablemente, la piedra angular de este relato. Y es que en una época donde había que guardar las formas -de entrada- un gesto o una mirada podían determinar más de una decisión. No obstante, algo sutil, se vuelve más obvio y pragmático. Anna decidida a luchar contra lo establecido, lo deja todo por amor, lo sacrifica todo.
Entonces, aquí está, la segunda vuelta de tuerca, el sacrificio. Según la acepción número 7 de la Rae, «sacrificio sería el acto de abnegación inspirado por la vehemencia del amor». Y yo me pregunto, ¿hay amor sin vehemencia? ¿sin abnegación? Siempre desde mi punto de vista, estrictamente personal, o casi siempre, opino que el amor en la entrega sin condiciones, desinteresadamente. Porque de lo contrario, hablaríamos de otra cosa, no de amor.
Y esto me lleva a la cuestión de cómo se establecían ciertas uniones. Una suerte de matrimonios concertados que, por otro lado, eran algo muy habitual. Estamos hablando de la Rusia de finales del siglo XIX en la que una pugna, entre el conservadurismo arraigado y un liberalismo incipiente, se viene instaurando a lo largo del tiempo. Éste segundo intenta abrirse paso porque es inevitable, hablamos del progreso en sí mismo, algo que abarca no solo el aspecto económico, sino el cultural y social.
Evidentemente, estos emparejamientos, cojean a priori cuando una de las patas es más corta. Que se trate de un novela ambientada en la clase burguesa, no le exime de la brecha de género, que la había. Pero, además, esta brecha de género se entremezcla con el concepto de la familia. De hecho, el libro gira en torno a la familia nuclear con los ejemplos entre Anna y Karenin -unión de conveniencia-, el matrimonio entre Stiva, hermano de Anna, y Dolly -matrimonio en crisis debido a la infidelidad del marido-, y la relación entre Kitty y Levin -matrimonio que gana la batalla de las vanidades y, por decirlo de alguna manera, acaba triunfando.
Hay expresiones que, detesto profundamente, me vienen a la cabeza como, De toda la vida se ha hecho esto o lo otro, Siempre se ha aguantado o La mujer tenía que soportar/tolerar porque era lo que tocaba. Estas sentencias resumen la gran desigualdad que ha existido entre géneros -que, por desgracia, aún existe. Sin ir más lejos, son expresiones que aún son usadas por perfiles determinados -es tremendamente fácil identificarlos*. Para concretar más, en esta misma disertación existen dos conceptos, adulterio versus infidelidad. Esta misma diferenciación, entre un término claramente ofensivo y otro más leve, casi frívolo, nos dice muchísimo de un mismo acto.
Se planteaba el concepto de adulterio cuando se señalaba a la mujer y el de infidelidad cuando era referido al hombre. Obviamente, el primero tenía connotaciones legales cuando el segundo era más como un hábito permitido en los corrillos sociales. Por eso es muy reseñable el hecho que la trama esté protagonizada por una mujer que lo sacrifica todo, la familia y la posición social por amor, porque ella es, definitivamente, una mujer que ama con todo su ser.
Pero Anna no solo es la mujer que ama, es una mujer que tiene inquietudes, con librepensamiento, que no encaja en el perfil de mujer florero. Posee una personalidad arrolladora que para nada combina con la expresión «Detrás de un hombre hay una gran mujer», sino que se sale de ella copando los primeros planos. Es una mujer empoderada, fuerte, decidida y es toda esa seguridad la que desata la férrea oposición de los círculos de su entorno.
Finalmente, Anna se rompe y su seguridad se quiebra. Su castillo se desmorona por la negativa del marido a concederle el divorcio, por el rechazo despiadado de su entorno social y por el incipiente cambio de comportamiento de su amado.
El hecho que el autor hable de la temática que trata en esta obra es, en sí mimo, un acto revolucionario. Hablamos que Tolstói nos ofrece el relato de un matrimonio de conveniencia, dónde existía una extraordinaria diferencia de edad entre el hombre, y la mujer. Nos cuenta que el sostén de ese matrimonio no se basa en amor, sino en algo artificial consentido por la costumbre. Dónde vemos como la aventura con otro hombre deriva en un brutal rechazo social y, finalmente, el suicidio de Anna.
A Anna podríamos ponerle varios rostros y la gran pantalla ha condicionado mucho esta cuestión. Pero yo me voy a quedar con unos pocos. Juzguen ustedes mismos.
Sobra decir que esta obra, y su dimensión, lo es por mérito propio, aunque haya pasajes que se hagan intensos. Y es que, a veces, las buenas historias requieren de cierta densidad para poder describir su magnitud.
Finalmente, no me gustaría marcharme sin dejar constancia de algo que mencioné al principio del post, lo tremendamente injusto que me parece el término adulterio. Porque resulta malsonante, porque hace que la culpa recaiga completamente sobre las espaldas de la mujer como un yugo escarlata que emite un sonido escalofriante, repelente y odioso. La historia está plagada de relatos donde la mujer es maltratada desde todos los flancos, porque así era entonces, máxime siendo una mujer así de empoderada. Y en este presente que a mí me ha tocado vivir aún queda mucho por hacer. Decía una gran poeta estadounidense,
«Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie».
Emily Dickinson
No nos conformamos con una parte, lo queremos todo.
Gracias, V.
Imágenes:
Imagen de la portada de una de las ediciones extraída de albaeditorial.es.
Foto primera edición extraída de Wikipedia.
Foto del autor de joven extraída del perfil Graf.Leo.Tolstoy de Facebook.
Imagen del autor en su vejez (imagen, probablemente coloreada) extraída de Wikipedia.
Foto de Greta Garbo extraída de misiglo.es.
Foto de Jaqueline Bisset extraída de moviesanywhere.com.
Imagen de Keira Knightley extraída de uncuyo.edu.ar.
*Recomiendo «Los hombres que odian a las mujeres» de Laura Bates para tomar conciencia de qué está pasando en la machosfera.
Grandes momentos estelares de la estupidez mundial, llevada a cabo por estúpidos en general. Sean gilipollas, imbéciles y todo el arco de la estupidez, en general.
Si me permiten un consejo y, si no, también se lo daré, porque aquí escribo yo, disfruten del momento, del aquí y ahora. Intenten ser solidarios, porque todo lo que va, vuelve y todo lo que sube, baja. Falsedades, las justas. Más que nada, porque eso jode. Si por ejemplo, son estúpidos, ¿para qué ocultarlo? Sean estúpidos y relaciónense con otros estúpidos. Hay relaciones que empiezan mal, por la estupidez, y luego la cosa promete. Pero, si por el contrario vas de guay y receptivo y luego la cagas, o te la cagan, mal para ti y bien para el otro/a, y viceversa.
Recicla, no desperdicies el agua, que el cambio climático te está alcanzando a ti también. Deja de joder al planeta, y no manipules al personal, que el plumero termina viéndose. Y, por favor, no vayas de alternativa y con conciencia social, y vayas diciendo por ahí que solo comes ensalada para estar más delgadita y yo qué sé qué historias más. Es en ese justo momento que quedas como el culo y a la altura del betún. Sé buena gente, en definitiva. Todo lo demás es una cagada que solo sirve para atraer un olor desagradable.
Intenten no hacerse ilusiones con cosas o circunstancias, porque ilusionarse, cuando no hay un resultado satisfactorio, es harto doloroso. Por otro lado, manténgase ocupados; esto es, vayan de viaje, lean, disfruten de un buen té o café, vean una obra de teatro, una película o hagan deporte. Ah, claro, que todo eso puede que tenga un coste económico. Entonces, no me hagan caso y, solamente, intenten sobrevivir y dejen de contarme problemas, que no estoy para nadie. Ah, que soy yo la que les habla a ustedes; entonces les dejaré en paz y me quedaré aquí, con mis pensamientos solo para mí, yo me escribo, yo me leo y yo me escucho. Permitiré que la estupidez me embargue, total, siempre me ha gustado moverme en este espectro. Lo demás me resulta soberanamente aburrido.
Llegados a este punto, estaría bien diferenciar las clases de estupidez. Como es normal, muchos hemos pensado, en algún momento, que la estupidez está relacionada con un bajo nivel intelectual; vamos, que todos los tontos tenían que ser estúpidos y, no hijo no. Parece ser que algún psicólogo aburrido* de la vida se dedicó a establecer los tipos de estupidez dando lugar a tres categorías:
1. En un primer nivel estarían, obviamente, los estúpidos ignorantes y seguros de su propia estupidez. Éstos estarían en la cúspide de la estupidez porque son aquellos que alcanzan el tope de riesgo sin tener ni puta idea de cómo arreglarlo, sabiendo que la van a cagar.
2.En el grado medio de estupidez estarían los que se mueven en el límite de la patología TOC. No son enfermos pero casi porque, los estúpidos, no pueden controlarse.
3. Que eres despistado, descuidado y/o olvidadizo, también te tocó algún grado de estupidez. Vamos, que no hacemos nada a derechas porque una mosca es más interesante o porque no tenemos ni pajolera idea.
Yo, a esta clasificación, añadiría la de estúpido cabronazo CIS hombre hetero egoísta. Hablaríamos de un individuo que siempre, siempre antepone su intereses a los de los demás. En la mayoría de las ocasiones termina metiendo la gamba, sobre todo con la pareja, con la que se ensaña en ocasiones, de manera ignorante (para más inri), para terminar declarándose como víctima necesaria.
En el contexto actual, vemos estos diferentes grados de estupidez a diario. La televisión, las jodidas redes sociales y el internet (de las cosas) dan cancha ancha para sembrar de estupideces varias, nuestras vidas.
En fin, tras esta deriva continental, me despido porque por estos lares asiáticos ya va siendo harto tarde y, además, no deja de llover lo cual me lleva a un estado anímico y gris que no me gusta. No me apetece nada, no deseo nada, no hablo, no nada…
Sean buenos, felices y estúpidos, también…
V.
* Extraído de https://www.abc.es/ciencia/abci-descubren-cuales-tres-tipos-estupidez-puede-sufrir-humano-201512291259_noticia.html
Cuando una imagen nos retrotrae a un pasado al que sabemos que no podremos, ni querremos, volver jamás. Un pasado que encierra un sentimiento despótico sobre el que corremos un tupido velo obviando la existencia de aquellas hogueras de las vanidades…
Anna nunca caminaría entre las llamas ardientes a costa de que otros vieran sus defectos. Eso era impensable; demostrar que los demás tenían razón y que ella no solo se equivocaba, sino que cometía errores y de los gordos, no, eso no iba con ella. Ella había hecho tanto mal como el que le habían infringido otros. Había permitido tanto que de alguna forma ella tenía que tomar el rol de dama de hierro.
Anna, la aparente pionera, se fue muy lejos y formó una familia. Ellos, una familia moderna, algo insólita y original versus los de aquí, pueblerinos, de segunda categoría, otros santos inocentes. Ellos, de las que gastaban coche caro y venían todos los años de vacaciones a una casa que no les pertenecía; venían con regalos y ropas más bien horteras para los familiares de segunda. Es curiosa la visión que la infancia te hace tener de ciertas cosas, una perspectiva mágica de algo que en realidad es de todo menos onírico y seductor.
Estela, mi madre cosía, cosía mucho, por lo que mucha de la ropa que llevábamos era de modista. Siempre recordaba ir como una muñequita, salvo aquellas fotos en las que más que niña, parecía un niño travieso y enfadado. Yo lo recuerdo como ir al estilo Pedro, que era como me llamaba mi padre, de vez en cuando, cuando era niña para hacerme rabiar. Pero lo normal, era ir a la moda.
Anna, la otra, trabajaba de limpiadora y era extranjera en aquella tierra. No solo sufrió las infidelidades de un marido tirano, sino racismo por parte de sus propios hijos, llegado el momento. Tenía que usar el dinero que ganaba para el sustento de la casa y el alimento de casi todos. Su marido se gastaba el dinero en asuntos varios y filetes de carne que no compartía con los hijos. Claro, cuando se hicieron algo más mayores, las cosas cambiaron y el racismo se cebó con ella, en su propia casa. Su madre era extranjera en un país donde algunos círculos odiaban (y odian) a los de fuera. Tenían que quedar bien con los colegas. Es lo que tiene la adolescencia, que es así de injusta e insensata, a veces…
Afortunadamente, Carmen, la abuela, fue a visitarla a ese país lejano y pudo comprobar con sus propios ojos la verdad. La pobre no duró mucho tiempo, y al poco murió. Entonces, los difuntos se velaban en las casas. Por eso y por otras cosas, la escena del velatorio, es digna de la mejor película de Scorsese: la menor de todas, junto al féretro de su madre y rota de dolor, mientras las dos hermanas mayores se reparten las cosas de la difunta. Debe ser terrible estar viviendo el peor momento de tu vida, mientras otras personas solo piensan en cuestiones materiales.
Después de eso y, aconsejada por el marido, Anna y él, cometieron un delito cuando falsificaron la firma de la menor en un documento para adueñarse de la casa de la abuela Carmen. En cualquier caso, ella fue cómplice. Y ese era uno de sus grandes secretos, sobre el que ella lanzaba tierra y tiempo con la intención de sumirlo en el olvido. Y, aunque la perjudicada no fuese la escribiente, ni siquiera, ésta última, ha podido olvidar esos hechos. Pero sí, lo fue, por aquella persona a la que yo más quería. Estela estaba hecha de acero puro. Pero había más secretos…
Estela construyó su mundo reinventándose una y otra vez. Sobrevivió a la postguerra, fue interna de un colegio que le rapó la cabeza el primer día que llegó, trabajó criando a una familia numerosa, cosiendo para la calle, y más adelante limpiando casas. Sobrevivió a un matrimonio caótico, a un marido alcohólico y maltratador del que no se pudo deshacer por miedo a morir. Como le dijo él «Si me dejas, te quito de en medio». Entonces nadie denunciaba, eran otros tiempos.
Y Anna y su familia seguían veraneando en una casa que no les pertenecía, y ellos seguían trayendo regalos basados, básicamente, en ropa de la caridad (algo, por cierto, que yo descubrí muchos años después) que nos daban como si fuese algo nuevo. Estela, siempre lo tiraba todo, tenía más clase que todo eso. Y es que, nosotros no éramos parias del arroyo, teníamos para comer, vestir y vivir. Mi padre era una contradicción en sí mismo, todo lo que ganaba se lo entregaba a mi madre y ella lo administraba. Él administraba las palizas y ella la economía.
Anna juraba que su marido nunca la había tocado, pero nunca la creyeron. Después de años sin tener relación, ella construyó una vida perfecta en torno a su vida. Y él murió, porque nunca se cuidó, porque tenía una enfermedad que le mató después de inflarse a alcohol, grasas y azúcar. Y ella, entonces, empezó a tejer una vida perfecta en torno a ese ser despreciable. Eran tal para cual.
A las personas nos sucede que, a veces, mitificamos a individuos que no fueron tan buenos, quitando de aquí y poniendo allí. Y casi todos lo hacemos. Pero ella no solo edificó encima, hizo desaparecer todo lo que existía anteriormente. Pero lo que sucede con estas cosas, que cuanto más se intenta hacer desaparecer algo, más se da el efecto contrario. Ella está rodeada de secretos a voces que no quiere que se sepan. A veces es muy triste ver en lo que se ha convertido.
Anna y el marido fueron los padrinos en el bautizo. Nunca ejercieron como tales. Fueron escogidos en un tiempo en el que todo era idílico. Mi madre sabe muy bien quién es ella, lo conoce casi todo de ella y, algunas otras cosas las intuye, porque ha aprendido a leer entre líneas. Pero, claro, no es tiempo de reproches, es tiempo de dejar correr el agua, por lo visto, de abrir ventanas y dejar entrar el aire. Anna ha pagado (y sigue pagando) con creces sus errores y la vida y el tiempo ha puesto todo en su lugar. O casi todo…
Estela consiguió ser la columna vertebral de la familia, no solo económica sino emocionalmente. El marido murió por varios motivos, principalmente por el alcohol, pero, también porque, en aquellos tiempo se trabajaba sin la debida protección laboral, cuando ese concepto, ni siquiera existía. Estela superó, como pudo, lo insuperable y ha perdonado, pero no olvidado. Ha luchado y ha conseguido lo que siempre ha perseguido, no depender de nadie. Pero lo más grande es la fuerza que posee, un poder incontestable que pocas personas tienen.
Hoy…
En el mirador, Anna mira con esa mirada del tiempo pasado que ya no se puede recuperar. Mira su vida pasar desde el mirador y piensa «Con lo que yo he sido…». En el fondo sabe, que algunos ya conocemos sus secretos. Su hermana, Estela, está con ella, porque viajan juntas a menudo y porque el pasado está en el pasado. La vida ha dado la vuelta y la menor se ha convertido en la dama justa, honesta y buena que siempre ha sido (y que no todos vieron), además de fuerte e independiente.
Estela es la claridad, es el raciocinio y el sentir que abre el camino en tiempos de tinieblas. En trances en los que sentimos rencor y en un mundo donde algunos son/somos esclavos de los errores, se rompen los grilletes de las almas y el perdón se abre paso como una flor en el asfalto. La vida se encarga y ocupa su lugar.
La historia de tu vida comprende 8 relatos que, narrados bajo el paraguas de la ciencia-ficción, describe una suerte de crónicas que incitan al lector a tejer una red de compresión mística y científica en un verdadero ejercicio mental de entendimiento.
Notas iniciales
Siendo, como soy, una lectora normal, de a pie, tirando a una cierta simplicidad e ignorancia, (que no mediocridad, no me da vergüenza admitirlo), reconozco que esta obra me ha supuesto un desafío, por lo que se refiere a la compresión de ciertos conceptos y planteamientos. ¿Para qué vamos a ostentar lo que no se es, siendo lo que se es como una verdad que nos hace realmente libres?
Una historia que refleja esto que digo se puede encontrar en las Analectas1 de Confucio que cuenta cómo Confucio no había visto nunca el mar. El cuento, más resumido que el original, sería algo así…
«En un caluroso día de verano, Confucio escuchó un ruido mientras iba en carro de viaje. Creyendo que era debido a una tormenta eléctrica en la montaña, pidió detenerse. Uno de los estudiantes que lo acompañaban dijo que este el sonido era el de las olas golpeando las rocas de la orilla al otro lado de la montaña. Confucio, con curiosidad, pidió ir a ver el mar, ya que nunca lo había visto.
Después de un rato, Confucio sintió sed, y en este momento, un pescador le ofreció agua limpia. Después de beber, Confucio dijo que el agua de mar le sabía deliciosa a lo que el pescador, sonriendo, dijo que el agua del mar era salada y amarga, dando a entender que era ignorante al no saberlo. El discípulo de Confucio recriminó al pescador por no saber quién era el famoso Confucio. Éste lo escuchó y, sintiéndose muy avergonzado, tras meditar un rato, dijo sinceramente a sus discípulos, que no debemos fingir entender. Si no sabemos algo, simplemente, no lo sabemos».
Antes de hablar de la novela en sí, quiero pararme un poco en un par de datos biográficos del autor. Ted Chiang, hijo de emigrantes chinos y estadounidense de nacimiento, estudió ciencias de la informática. Actualmente se dedica a escribir novelas de ciencia-ficción y manuales técnicos de software. Ha recibido varios premios por sus relatos como el Nébula2, Theodore Sturgeon Memorial3, Hugo4, BSFA5, Locus6 y Astounding7 entre otros. Después de saber ciertos detalles, me expliqué el porqué de algunas interpretaciones tan precisas y concretas.
Pero, claro, eso no lo es todo. Se tiene que tener ese «duende», esa inquietud que es la que te lleva a escribir cosas por los rincones. En algún sitio leí que se tiene madera de escritor por varias razones, una de ellas por acumular libretas por toda la casa con cosas varias escritas. ¿Eres tú una de esas personas?
El contenido
La Historia de tu Vida comprende 8 relatos: La Torre de Babilonia, Comprende, Dividido entre 0, Setenta y dos letras, La evolución de la Ciencia Humana, El Infierno es la ausencia de Dios, La Historia de tu Vida y ¿Te gusta lo que Ves?
La Torre de Babilonia nos traslada el relato de la construcción de una gran torre en Mesopotamia. Convertida en una ciudad en sí misma, cuyo propósito, llegar al mismo cielo, termina por establecer una conexión mística con la bóveda celeste, regalándonos un final extraordinario y espiritual.
En la gesta Comprende, conocemos a dos personas que llegan a ser tan inteligentes que se establece una suerte de competición entre ellos, rozando tintes de pugna entre dioses.
Dividido entre 0 nos cuenta que podemos dudar de la exactitud de las matemáticas y que, de hecho, se puede poner en tela de juicio algo tan preciso e inflexible.
La narración de Setenta y dos letras nos sumerge en un relato que ilustra como entre cábala y gólems se puede establecer una relación, perfectamente científica, que derive en un ser claramente autónomo y autosuficiente.
En La Evolución de la Ciencia Humana vemos como la propia ciencia queda relegada a simples hechos, puntuales y anecdóticos en un mundo de una suerte de metahumanos.
Vivir en una sociedad donde el odio a Dios es posible, y sucede de facto, en El Infierno es la Ausencia de Dios. Un mundo donde la existencia de Dios es real y sus ángeles son estrellas mediáticas.
¿Pueden los extraterrestres enseñar a la humanidad un lenguaje semasiográfico que desarrolle sus conciencias de forma atemporal?
Si tuvieras la opción de ignorar los cánones estéticos mediante una programación, ¿te dejarías programar? Tu persona se desarrollará académicamente sin obstáculos ni distracciones. Pero, ¿sacrificarías el disfrute del sentido de la propia belleza? Es para pensarlo.
Referencias e impresiones
Como saben, la película «La llegada» es una adaptación de La historia de tu vida, dirigida por Dennis Villeneuve. Confieso que vi la película antes de leerme la novela (la he visto varias veces, de hecho). Eso suele pasar. Y no he sentido la sensación que haya perdido valor el relato original, tanto es así que le añade más chicha, más sustancia que estudiar. Tampoco suelo ser yo de esas personas que se rasgan las vestiduras con las adaptaciones al cine de libros (por supuesto, hay excepciones sangrantes, pero es culpa del/la director/a). Para eso, ya están «esas personas». Como esas otras personas que no beben café y te miran raro porque tú te lo inyectarías en vena. ¿Nunca os han preguntado cuántos cafés tomáis al día?
Son muchas las cuestiones para pensar y debatir. Por ejemplo, se me ocurre en este momento el hecho de la longitud de los relatos. Si fuesen más extensos, igual nos explotaría la cabeza. Y, aún así, ha dado para llevar al cine uno de ellos. Como dije al principio, esta lectura requiere un ejercicio de comprensión que va más allá de resolver una sencilla ecuación, cuya ejecución es muy concreta. Para este ejercicio no basta un proceso específico, hay que echar mano de imaginación y otro poco de abstracción. Para conectarse con la lectura tenemos que valernos de una suerte de misticismo llámese filosófico y/o pagano si me dejan. Y a eso le añadimos un poco de argamasa científica, perfectamente estructurada. Algo que, por otra parte, evoca los relatos de Asimov.
Por supuesto, me quedo corta. Pero eso no quita que en algunos pasajes sintiera cierto tedio. Aunque luego, cuando lo piensas, llegas a la conclusión que merece la pena ralentizar el time line si bien la dicha es buena y si te arrimas a un buen libro, buen argumento te cobija. En fin, que me lío con el refranero y yo no soy muy buena con los refranes y las citas. Para eso ya están los que, de verdad, sabían lo que decían…
«Necesitamos libros que nos afecten como un desastre, que nos entristezcan profundamente, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, como ser desterrados a un bosque alejado de todo, como un suicidio. Un libro debe ser como el hacha que rompe el mar helado que habita dentro de nosotros. Eso es lo que creo».
Franz Kafka
Ya poco me queda añadir, salvo el hecho de que somos seres maravillosos (menos los que no toman café) y cómo decía Carl Sagan«Somos polvo de estrellas». Aprovechemos ésta, nuestra existencia terrenal, porque hemos sido tocados por una suerte de varita de un ser superior llamado evolución, que pensó que merecía la pena probar. Pues probemos…
V.
Notas:
Analectas de Confucio: En chino Lún Yŭ «discusión sobre el significado de las palabras», son una serie de charlas que Confucio dio a sus discípulos, y las discusiones que mantuvieron entre ellos.
Premio Nébula de Novela: Se otorga anualmente, desde 1965, por la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de América (SFWA) a la mejor novela publicada el año anterior al del fallo del jurado. El premio es una estatuilla conmemorativa.
Theodore Sturgeon Memorial: Otorgado por el Centro para el Estudio de la Ciencia Ficción de la Universidad de Kansas al relato de ciencia-ficción publicado en el año anterior. Nombrado así en homenaje a a Theodore Sturgeon (autor de la Edad de Oro de la ciencia-ficción). El primer premio fue establecido en 1987 .
Premios Hugo: Galardones otorgados anualmente a las mejores obras de ciencia-ficción/fantasía publicadas el año anterior. Nombrados así por el fundador de la revista Amazing Stories e inventor del término ciencia ficción, Hugo Gernsback.
Premios BSFA son premios anuales con origen en 1970 por la Asociación Británica de Ciencia Ficción para premiar obras en este género.
Premios Locus: Premios otorgados cada año, desde 1971, por la revista estadounidense Locus Magazine a aquellas obras destacadas de ciencia ficción, fantásticas y de terror.
Astounding: Premio al mejor escritor novel de ciencia ficción o fantasía. Desde 1973, es otorgado por el comité de la Sociedad mundial de ciencia ficción en la ceremonia Worldcon.
Fuentes de imágenes:
Ted Chiang: Boyle, A. (2020, November 8). Science-fiction master Ted Chiang explores the rights and wrongs of AI. GeekWire. https://www.geekwire.com/2020/sci-fi-master-ted-chiang-explores-rights-wrongs-artificial-intelligence/
La Historia de tu vida (portada): Noragueda, C. (2016, November 25). El estupendo libro de relatos que hay tras “La llegada.” Hipertextual. https://hipertextual.com/2016/11/la-historia-de-tu-vida-ted-chiang
La llegada: Literatura, C. y. (2022, May 18). [Crítica] “La llegada”: La luz del lenguaje en la noche de los tiempos. Cine y Literatura. https://www.cineyliteratura.cl/critica-la-llegada-la-luz-del-lenguaje-en-la-noche-de-los-tiempos/
Imagen destacada: Ted Chiang – La historia de tu vida. (n.d.). Resibooks.com. Retrieved January 3, 2023, from https://www.resibooks.com/2020/05/ted-chiang-la-historia-de-tu-vida.html
Todo el mundo sabe quién es Florentino Pérez y todo el mundo sabe qué quiere decir «el poder del palco». Y si no saben quién es el señor Pérez, seguro que lo han visto alguna vez, pero solo de pasada, en la retransmisión de algún partido de fútbol en el que compitiera el Real Madrid, necesariamente. Es ese personaje que nunca pierde los papeles, ni se pone nervioso y, siempre está con el mismo semblante, sin expresión. La primera impresión de su representación humana, sería la de «ni chicha ni limoná». Pero este elemento, realmente, es algo más…
¿Les ha pasado alguna vez que han tenido unas ganas rabiosas de tener un libro? Pues claro, ¡qué tontería! Yo, en mi caso, al no poder tenerlo físicamente, lo tuve que comprar en formato digital. A ver, que no es el primero que he comprado en este formato, pero de los que me puedo permitir. Pero ¿gastarme más de 8€? ¿estamos locos o qué? En la vida. Es la primera vez que hago semejante barbaridad. Y es que, me apetecía de verdad leer algo relacionado con los entresijos del poder económico made in Spain.
Hace tiempo que dejé atrás aquellos relatos de Rafael Torres que contaban las atrocidades cometidas por poderosas empresas españolas y que daban título a algunos de sus trabajos como «Los esclavos de Franco» o «Desaparecidos de la Guerra 1936-?». Hay muchos títulos y muchos autores que se dedican mantener viva la memoria y a destapar estas barbaridades, también. Hablamos de historia de España. Solo hay que leerlos para saber. El material está ahí. Yo solo dejé correr la rabia contenida. Y, claro, de aquellos barros, estos lodos…
El poder del palco nos muestra el relato, sobradamente conocido, de un personaje que se mueve por mundos oscuros y bajo cánones de dudosa naturaleza, similares a los de la camorra italiana (exceptuando, claro, la parte de hacer desaparecer al personal, de forma indefinida. Él lo hace, pero de otra forma, más sutil). Un sujeto, como tantos otros, que viene de aquellos tiempos pretéritos a los que, muchos de estos mafiosillos, desearían volver para campar a sus anchas. ¡Ah, pero si ya lo hacen! Y es que nos vendieron tanto, tantísimo lo modélico de la transición española, que terminamos por creérnoslo.
Verdaderamente, la figura de este sujeto, no inspira nada bueno, por mucho que se empeñen en los aledaños del Ibex35. Según la Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Florentino_P%C3%A9rez), el sujeto, en cuestión, nació en 1947 (un año menor que mi madre, que le da 3.000 vueltas como persona), tiene una peculiaridad y es que no le gusta ser fotografiado en la zona superior de su cabeza, donde tiene una calva. No tiene que ir a hacerse injertos de pelo, porque él ordena y los demás achantan la cabeza, eso que se ahorra para su jubilación. Este elemento que, algunos dirían hecho a sí mismo (nótese el sarcasmo), además de empresario, es ingeniero civil, dirigente deportivo y ex-político, de los malos, pero ex-político.
Como el propio autor cuenta en el libro, sus tentáculos llegan tan lejos que hasta un insignificante pie de foto de un periódico, le molesta. Y, por supuesto, llama para que lo cambien. No copa los primeros planos, él prefiere reptar en calentito y en su palco, de forma sibilina, que le da más caché. Este personaje mediocre, políticamente hablando, ha conseguido adueñarse de ese mundo opaco de los bajos fondos, carente de valores éticos y morales, y ausencia total de decencia. Como diría mi madre, «ni la conoce, ni la ha conocido nunca».
A este personaje no le tiembla la mano a la hora de despedir a trabajadores de sus empresas. Como es, por ejemplo, el caso de Clece, que denunciaron falta de material en una residencia de ancianos y fuera. Asimismo, tampoco le ha temblado la mano en decretar ERES después de finalizar el proceso temporal de aquellos ERTES por los que ha recibido sus buenos dineritos en ayudas de papá estado. Ha sido regado con tanto dinero del estado que me da hasta vergüenza escribirlo. Es, simplemente, indecente y asqueroso. Por eso lo de «socializar pérdidas y privatizar beneficios».
Es evidente mi animadversión hacia este sujeto, al que no puedo, ni quiero llamar persona, porque ser persona implicaría tener unos mínimos que él no tiene. No solo hay que ser, sino parecer. Él, ni siquiera, parece. Pero esto no significa que solo sienta rechazo por este sujeto, siento rechazo por todos estos ladrones «legalizados» por sucesivos gobiernos que nos vienen saqueando, atracando, esquilmando y desvalijando, que es aún más triste.
¿Qué le voy a hacer? Si no me gusta que me roben, es una manía que tengo. Como tampoco me gusta todo lo que viene del franquismo, porque huele a rancio y a alcanfor.
Buscando por ahí, encontré el curriculum de Fonsi Loaiza. Es Licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, Máster en Periodismo Deportivo y Máster en Comunicación Social por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, está Doctorado en Medios, Comunicación y Cultura, también, por la Universidad Autónoma de Barcelona. Además de esta publicación, es el autor de «Siempre saltando vallas. Deporte femenino y medios de comunicación». Trabaja de articulista para varios medios de comunicación digitales y es contertulio en TV y radio.
Desde que publicó este libro, no hay alma y medio (sí, se me ocurren algunos) que no quiera tenerlo en su programa. Es muy activo en RRSS donde él mismo se define como «picapedrero de la información» y sus hilos en Twitter suelen ser afilados, precisos y, sobradamente, realistas. Como sabréis, Manuel Rico lleva, si llevo bien las cuentas, 905 días compartiendo el mismo hilo de Twitter en el que denuncia las muertes de los ancianos en las residencias de ancianos de Madrid y, desde entonces, muchos compartimos su hilo, como algo de obligado cumplimiento moral. Con Fonsi Loaiza está pasando algo similar. Hilo que comparte, hilo que es retwitteado, citado y compartido.
Cuando andaba en secundaria odiaba sobremanera a Kant, pero no tanto por él mismo, sino por el profesor de filosofía, tan desagradable, que tenía. Nunca llegó a mí, nunca se interesó por intentarlo siquiera, simplemente, era invisible para él. Y, sin embargo, hoy comparto esta cita. Dedicado a aquellos que hemos conseguido ser dignos de ser felices.
«La moral es la ciencia que enseña, no cómo hemos de ser felices, sino cómo hemos de llegar a ser dignos de la felicidad»
Immanuel Kant
Fotos:
Foto del post extraída de: Loaiza, F. [FonsiLoaiza]. (2022, February 17). Hoy se está hablando del espionaje en los contratos de Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Uno de los grandes favorecidos ha sido el presidente del Real Madrid con todo tipo de adjudicaciones. Lo cuento en “Florentino Pérez, el poder del palco”, que ya está en preventa. pic.twitter.com/9ibvt3iunz. Twitter. https://twitter.com/
Foto del autor extraída de: Fraguas, Á. (26 DE JULIO DE 2022). “Manda más el palco de Florentino Pérez que el Congreso.” Diariodeleon.Es. https://www.diariodeleon.es/articulo/deportes/manda-mas-palco-florentino-perez-que-congreso-diputados/202207262048122243471.html
¿Qué dirían si pudieran permanecer eternamente jóvenes? ¿Acaso no es eso lo que intentamos todos los días de nuestra terrenal vida? ¿Somos lo suficiente vanidosos y narcisistas como para afrontar la idea que este tipo de «contrato virtual y/o espiritual» tiene un coste? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a soportar? ¿Qué estaríamos dispuestos a sacrificar? Y, lo más importante, ¿Estaríamos dispuestos a cargar el coste con todas sus consecuencias? Si no tienen ninguna dificultad y/o contradicción personal con estas cuestiones, entonces tienen todo el perfil del protagonista de esta historia.
El autor
Oscar Wilde, nacido con el nombre de Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde, nació en Westland Row, Dublín, Irlanda el 16 de octubre de 1854. Mediano de 3 hermanos 1, fue educado en casa hasta la edad de 9 años. Estudió en la Portora Royal School de Euniskillen, tiempo en el que perdió a su hermana 2. Posteriormente, en el Trinity College de Dublín y, más tarde, en el Magdalen College, de Oxford, gracias a una beca y donde fue premiado con varios premios de poesía clásica como el Newdigate, un prestigioso premio de la época. Fue en el Trinity College donde su tutor, John Pentland Mahaffy 3, despertó su interés por la literatura griega y donde, además, ganó la medalla de oro de Berkley. Durante sus estudios universitarios se sabe que viajó a Italia y Grecia, además de compaginar la escritura para varios periódicos y revistas.
Tras graduarse, vuelve a Dublín y conoce a Florence Balcombe 4 de la que se enamora. Pero, como esa relación no termina de forma fructífera, toma la decisión de establecerse en Londres. Allí conocerá a Contance Lloyd con la que se casará y tendrá dos hijos. Durante este tiempo, Wilde, producirá gran parte de su vasta obra 5, además de editar la revista femenina Woman’s World. Asimismo, Wilde, que se había convertido en un personaje importante, daría varias conferencias en Estados Unidos sobre el esteticismo.
Escritor, poeta y dramaturgo, fue un autor al que le influenciaron los clásicos griegos y escritores, y tutores, como Walter Pater y John Ruskin le introdujeron y guiaron en la Filosofía estética. Parafraseando a lamenteesmaravillosa.com, «El esteticismo o filosofía estética consistió en un movimiento artístico nacido para oponerse a la moral rígida de la época victoriana, cuyo ideal promulgaba vivir como si toda su vida fuese una obra de arte, llevar el estandarte de la belleza y hacerlo intensamente. Siendo una filosofía que se revelaba contra el materialismo, fealdad, e industrialismo victoriano, ha sido, y fue, un movimiento que instaló la idea del retorno a lo artesanal sea cual fuere su creación artística. Y, así es, como nuestro autor fue uno de los mayores representantes del esteticismo literario».
Hoy en día, seguimos viendo este movimiento en mayor o menor medida. Pero me da la impresión que muchos seguidores de este movimiento lo han tergiversado haciéndolo ser o parecer elitista y un tanto detestable. He de decir que conozco a varias personas que profesan algo parecido, simplificándolo a cuestiones materiales o de «experiencias vip» que sean fáciles de trasladar a las RRSS. Porque de lo que no se habla o no puede verse en Instagram, no existe, lo cual no nos hace buenas personas necesariamente, más bien guays compiyoguis chachipirulis. De hecho, por lo que a mí respecta, prefiero que este tipo de gente no esté en mi vida y en eso, ando bastante ajetreada.
Física y estéticamente hablando, Wilde fue un hombre fuera de su época, una rara avis. Se opuso a los cánones deportivos masculinos, se dejó el pelo largo y decoraba su habitación de estudiante con plumas de pavo real y flores como los girasoles. Esto le valió varias mofas y caricaturas en la prensa estadounidense (como no…). Pero lejos de amilanarse, su popularidad creció. Pero, ésta empezó a decaer cuando el marqués de Queensberry le envió una carta en la que le acusaba de homosexual, por la relación que, sospechaba, tenía con su hijo Lord Alfred Douglas. La decadencia se la habían comenzado 6.
La sociedad británica, esa de rancio abolengo, no toleró a una persona como Wilde con gustos extravagantes y «relaciones» un tanto ambiguas. Él se mantuvo fiel a sí mismo y, en la soledad de la prisión parece ser que comprendió que debía mantenerse fiel a su filosofía, ya que rehuyó de la relación que mantenía con Lord Alfred Douglas al que le tildó de distracción de su arte y destrucción de su intelecto.
“Voy a empezar diciéndote que me culpo terriblemente. Aquí sentado en esta celda oscura, vestido de presidiario, infamado y hundido, me culpo. En la noches de angustia perturbadas y febriles, en los días de dolor largos y monótonos, es a mí a quien culpo. Me culpo por dejar que una amistad no intelectual, una amistad cuyo objetivo primario no era la creación y contemplación de cosas bellas, dominara enteramente mi vida.”
De profundis, O. Wilde (1905)
Sin embargo, al salir de prisión volvió con él y se trasladaron a París, hasta que el dinero amenazó con dejar de llegar y, entonces, se murió el amor7. Oscar Wilde Murió en París como Sebastián Melmoth debido a las complicaciones de una afección mal curada y que le provocó una meningitis. Pero no murió en la más estricta soledad económica y personal, ya que siempre estuvo rodeado de un pequeño círculo de amistades que le ayudaron hasta el final.
Wilde era una persona muy aguda y ácida en sus sentencias. Aquí les pongo algunas que están rabiosamente de actualidad…
«No hay necesidad de separar al monarca de la mafia: toda autoridad es igualmente mala».
«¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada».
«Cada vez que la gente está de acuerdo conmigo siento que me estoy equivocando».
«Aconsejar de economía a los pobres es como aconsejar comer menos a un hambriento».
«La sociedad nunca perdona al soñador. Sí al criminal».
Consideraciones previas
El mito de Fausto bien podría ser el preámbulo que introdujera la novela de El retrato de Dorian Gray. O viceversa. Y la historia de Dorian Gray bien podría ser la moraleja del mito de Fausto. Y es que la leyenda clásica alemana por excelencia no podría ser la mejor expresión para esta tragedia.
Parafraseando a José Miguel García de Fórmica-Corsi en la manodelextranjero.com, «Fausto accede a vender su alma a Mefistófeles, a cambio de sabiduría, juventud y de la más alta revelación. Pero como todo mito que se precie, el protagonista acaba por simplificarlo todo al ansia de poder, de ostentar y de ser divino para elevarse por encima de los simples mortales».
La historia nos traslada la inquietud desmedida por permanecer joven y bello, lo que nos hace reflexionar sobre lo estético y el arte. Como Fausto, una de las claves principales de la historia, gira en torno al narcisismo. Un narcisismo enfermizo que aboca al protagonista a hacer cualquier cosa para mantenerse joven, incluso vender su alma.
Una suerte de catarsis entre un hedonismo exacerbado y la moral imperantes de la época que primaban la decencia y el decoro que, casi siempre, sometía a la exigente sociedad británica, frente al esteticismo que ensalzaba la armonía, el arte y la belleza, cualquiera que fuera su expresión. Una sociedad saturada de hipocresía a la que Wilde solía dejar en evidencia en sus escritos.
Además de reflejar su crítica a la sociedad, Wilde supo plasmar la vanidad o aquellos comportamientos que se oponían a las normas establecidas y cuyas convenciones sociales llamaron en más de una ocasión «locura, desequilibrios mentales o delirios», que no cuadraban con el uso habitual del razonamiento estándar.
La historia
El argumento gira en torno a Dorian Gray, un joven que vuelve a la ciudad después de pasar unos años en el campo y, tras el fallecimiento de su abuelo. Dorian posee esa inocente juventud que tiene todo por descubrir, sin experiencia, fácilmente moldeable (una cuestión que Basil recriminará a Lord Henry en alguna ocasión, al notar que Henry iba esculpiendo a Dorian a su antojo). Dorian necesita ser conocido y aceptado en un círculo de amistades, así que Basil Hallward y Lord Henry Wotton lo introducen en las costumbres de la sociedad.
Lord Henry, seguidor acérrimo del hedonismo, empieza a esbozar pinceladas relacionadas con este movimiento a sabiendas que acaba de ganarse un admirador. Dorian no puede ocultar la admiración que profesa por todo lo que dice su nuevo amigo. Este sentimiento se materializa cuando Basil le hace un retrato.
«Lo único que vale la pena en la vida es la belleza y la satisfacción de los sentidos»
Lord Henry Wotton
Según expresaría el propio Basil, «He puesto en él demasiado de mí mismo» sintiendo que era imposible exponer el cuadro, a pesar que Lord Henry le había aconsejado lo contrario.
«Es tu mejor obra, Basil, lo mejor que has hecho. No dejes de mandarla el año que viene a la galería Grosvenor. La academia es demasiado grande y demasiado vulgar. Cada vez que voy allí, o hay tanta gente que no puedo ver los cuadros, lo que es horrible, o hay tantos cuadros que no puedo ver a la gente, lo que todavía es peor».
Lord Henry Wotton
Mientras posa para el retrato, Dorian se empapa de los valores que transmite Henry a la par que habla con Basil, haciendo ver a Dorian de lo efímero de la juventud. Por eso, al ver el retrato terminado expresa su frustración cuando se da cuenta que el cuadro permanecerá íntegro e inalterado y él envejecerá.
«¡Qué triste resulta!-murmuró Dorian Gray, con los ojos todavía fijos en el retrato-. Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será joven. Nunca dejará atrás este día de junio… ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría…, ¡daría cualquier cosa por eso! ¡Daría el alma! (…). Lord Henry Wotton tiene razón. La juventud es lo único que merece la pena. Cuando descubra que envejezco, me mataré».
Dorian Gray
En sus salidas nocturnas, Dorian conoce a una bella actriz de teatro de la que se enamora, pero al invitar a Basil y Henry a verla actuar en una de las obras, Sibyl Vane les ofrece una pobre actuación, carente de profesionalidad y sentimientos. Cuando él va a verla al camerino, ella le explica que ha sido su amor por él el que le ha impedido representar personajes artificiales. El mito de su actriz amada muere para Dorian aquella noche y acaba la relación. Al no soportar la idea de estar sin él, Sibyl Vane decide suicidarse ingiriendo un veneno.
«Has matado a mi amor. Solías despertar mi imaginación. Ahora ni siquiera despiertas mi curiosidad, simplemente no produces ningún efecto. Te amaba porque eras maravillosa, porque tenías genio e inteligencia, porque hacías realidad los sueños de los grandes poetas y dabas forma y sustancia a las sombras del arte. Y has tirado todo eso a la basura. (…).
Ahora ya no significas nada para mi. Nunca volveré a verte»
Dorian Gray
Al volver a casa, Dorian percibe algo distinto en el cuadro, una leve mueca de crueldad. Entonces, sospechando que su deseo podría haberse hecho realidad, decide esconder el retrato en el sótano, donde solo él tiene acceso.
Cuando Basil decide que quiere exponer el cuadro, se lo reclama a Dorian, éste se niega y le explica que es imposible. Finalmente, se sincera con él y le muestra la razón de por qué no puede exponerlo. Basil le recrimina su comportamiento y sus pecados y en un arranque de ira, Dorian le asesina.
Para ocultar lo sucedido, implica a su antiguo amigo Alan Campbell, bajo amenaza de desvelar algún oscuro secreto, que le ayuda a deshacerse del cuerpo. Alan terminará por suicidarse, al no poder afrontar lo sucedido.
Así y con todo, Dorian acentúa la espiral de degradación moral que se ve reflejada en el cuadro. «El príncipe encantador» como le llamaba Sibyl, sigue permaneciendo joven y bello por fuera, pero angustiado por dentro.
Han pasado los años y Dorian desea cambiar, se ha enamorado de una joven campesina, Hetty Merton, con la quiere rehacer su vida y en un intento desesperado por acabar con su tormento, atraviesa el cuadro con el mismo puñal con el que asesinó a Basil. Al día siguiente, los sirvientes de la mansión encuentran el cuadro intacto y un cadáver envejecido con un puñal clavado en el corazón, a sus pies.
Reflejos
Es posible que esta novela la leyeran hace décadas, y quieran volver a leerlo. Háganlo. Si no, háganlo, también. Seguramente es un libro recomendado hasta la saciedad, pero es que su fama lo merece. Y, aunque el argumento es sobradamente conocido, para nota un botón en el apartado anterior, siempre se encuentra éste o aquel detalle al que puede que veamos desde otra perspectiva.
Su fama, también, se debe a las adaptaciones a la gran pantalla. Yo, personalmente, recomiendo la versión de 2009 de Oliver Parker, que estoy casi segura le hubiera gustado a Wilde con los cambios del director y giros de guion, a pesar de los aspirantes a críticos de cine, a los que Wilde hubiera puesto más que finos con su particular y agudo ingenio.
Actualmente, como mencionaba anteriormente, existen muchos/as Dorian Grays. No hasta el límite de esta historia de ficción, que se sepa, claro. Pero, por desgracia vivimos en una sociedad que prima la belleza hasta límites tan crueles que, de lo contrario no entras en ella. Y sabemos, sobradamente, que este crueldad se ha llevado demasiadas vidas por delante.
Si tus medidas, el color de tu piel, tu pelo y, por supuesto, tu peso, no son estándares, mal. Estamos inmersos en la sociedad de la imagen, que no arte, son cosas distintas. Asociamos una imagen bella a tonterías varias y, casi siempre, las más afectadas son las mujeres. Pero ellos, «haberlos haylos, también, como las meigas».
Como en la sociedad inglesa victoriana, por estos lares la hipocresía campa a sus anchas por los campos de Castilla y aledaños. Y a las grandes corporaciones y a sus campañas publicitarias, manchadas de verdaderos pecados, tenemos que darles gracias infinitas por el afán que ponen en perpetuar valores falsos y carentes de sentido.
Vivan todo lo bien que puedan, y si puede ser sin molestar a los demás, mejor. Y cuídense, física y mentalmente. Póngale un poquito de solidaridad y aparquen el egoísmo para cuando estén en su más absoluta soledad. Y, acuérdense de aquellas personas que alguna vez sintieron que ustedes significaban algo y se lo demostraron. Háganlo, porque de lo contrario, sus almas se desvanecerán en el infinito y nunca quedarán plasmadas en cuadros mágicos, ni siquiera en recuerdos ajenos.
Gracias. V.
Notas:
1: Familia – Su padre, sir William Wilde, era cirujano especialista otólogo, además de oftalmólogo; la madre, Jane Frances Agnes Elgee, poetisa, solía utilizar el seudónimo de Speranza; su hermano mayor, Willie Wilde, trabajó de periodista para el Punch, Vanity Fair, y editorialista para el The Daily Telegraph; y su hermana menor, Isola Francesca (1857-1867).
2: Wilde escribiría el poema «Requiescat» (1875) dedicado a su hermana que falleció debido a una meningitis y lo incluiría en la primera antología «Poems» (1881).
3: Wilde se refería a su tutor como «primer y mejor profesor», mientras que éste hizo lo propio refiriéndose al autor diciendo haber esculpido su personalidad, aunque más tarde lo calificaría como «la única mancha de mi tutela».
4: Oscar Wilde se enamoró de Florence Balcombe, pero éste no fue correspondido y Florence terminó por casarse con Bram Stoker.
5: En su obra destacan cuentos como El príncipe feliz y otros cuentos o El crimen de Lord Arthur Savile y otras historias; Obras de teatro como El abanico de Lady Windermere o Salomé; Poemas como La balada de la cárcel de Reading o La esfinge; Novelas como De profundis o Teleny.
6: Wilde, mal aconsejado por Lord Alfred Douglas, denunció al marqués de Queensberry por difamación y perdió el juicio. Además, fue enjuiciado, de nuevo por sodomía y grave indecencia, siendo condenado a dos años de trabajos forzados, lo que se llamó a ser una sentencia ejemplarizante. En la cárcel escribiría De profundis y La balada de la cárcel de Reading.
7: Lord Alfred Douglas estaba considerado como un ferviente racista. Está claro que una de las más importantes razones de Lord Alfred Douglas por estar con Wilde eran el dinero y el tren de vida. De hecho se sabe que se casó con Olive Eleanor Custance tras la relación con Wilde. Y aunque, más tarde, renegó de varios pensamientos, se convirtió al catolicismo más conservador. Todo un dandi… La mujer de Wilde, Contance Lloyd, le quitaría el apellido a los hijos, a pesar que éste continuó enviando dinero. Paradójicamente no se divorciaría nunca de él.
Fuentes biografía:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Oscar Wilde». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/w/wilde.htm [fecha de acceso: 5 de agosto de 2022].
Oscar Wilde. (s/f). Lecturalia. Recuperado el 5 de agosto de 2022, de https://www.lecturalia.com/autor/5234/oscar-wilde
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Una vez soñé una de esas historias de amor, de esas de las que se dicen que son las más bonitas y que jamás han sido contadas. Entonces desperté y recordé que yo era la protagonista de una de ellas…
Persuasión es una historia de segundas oportunidades. Es una historia que trata de segundas partes forzadas por la imposición elitista y familiar de la época georgiana. Es una historia hermosa donde las haya, en la que el amor despliega la lealtad y la calma, como mejores versiones de la virtud de la paciencia en su máxima expresión.
Persuasión fue publicada en el año 1818 de forma póstuma, al ser el último libro que la autora escribió antes de fallecer en 1817. Nacida en Hampshire en 1775, Jane Austen refleja a la perfección las relaciones sociales, la cultura y la educación, no solo en sentido general, sino de la mujer en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX.
Siendo una novela que algunos consideran como conservadora y llena de tópicos, en un momento en el que la producción del género de la novela aumentaba de forma exponencial, no deja de ser una manifestación artística de una de las autoras que rompieron barreras como tantas otras de la época con su estilo propio repleto de ironías. Podría tratar este tema más adelante, porque es harto interesante. No estoy segura, pero creo que podría estudiarlo.
Y adentrándonos en la historia en sí, la autora nos habla del devenir de la familia Elliot en la que Anne, la mediana de tres hermanas, está en la posición de la más sensata por derecho propio. Por su parte, Sr Walter Elliot, el padre, encarna al actor vanidoso y con aires de grandeza que no ve con buenos ojos que la más responsable de sus hijas se case con un joven militar de futuro incierto. Para él, no solo la posición y el prestigio son esenciales, sino el porte y la belleza. Es por eso que su empeño por romper esa relación le lleva a él y amigos de la familia a convencerla para rechazar la propuesta de matrimonio.
Anne no se toma esto como una afrenta insalvable, sino que continúa con su vida adaptándose al momento y valorando cada instante. Es una persona curiosa por naturaleza y tiene considerables inquietudes culturales, adora la lectura por encima de una vida superflua. Es experta, sobre todo, en conciliar y apaciguar ambientes enrarecidos, para lo que es solicitada en más de una ocasión.
El destino caprichoso quiere que el pasado vuelva a ella con una fuerza solapada que grita en la lejanía y que crece conforme avanzamos en la historia. Es el albur que late lentamente y va madurando y vive. Así es como se gestan algunas grandes historias de amor, pausadamente, en silencio, pero sin perder la conexión emocional que une dos almas de forma atemporal. Un suerte de «hilo rojo» que establece la conexión entre dos personas que nacieron para amarse de forma incondicional.
«Si hay una facultad de nuestra naturaleza que puede considerarse maravillosa, es la memoria«.
Jane Austen
En el camino a la felicidad, Anne vive varias experiencias que la moldean como lo que ella es en su verdadera esencia. No representa los valores de su familia, porque ella tiene los suyos propios, siendo una rara avis que hace estela cuando pasa. Como decía mi padre «Hace raya» o «Es finica» (sus cosas).
Yo tengo mi propia historia de segundas oportunidades, por eso no me puedo sentir más identificada con esta novela. Ante aquellos agoreros «semi-profesionales» que van de psicólogos «modernos» que decían que segundas partes nunca fueron buenas (mi amiga Silvina sabe quiénes son), decirles que ya lo contó una tal Jane Austen. Una autora que no tenía fama de ser simple, precisamente. Yo, también, tuve que ir contra corriente en un momento de mi vida, porque nadie quería que ocupara mi lugar y no me refiero al lugar de Anne. Anne tenía el suyo, fue Frederick Wentworth quien tuvo que recuperar aquello por lo que fue repudiado, como una servidora.
En fin, sea como fuere, todas las personas tienen que poder tener el derecho a tener una segunda oportunidad. Y todas las personas tienen que poder tener el derecho a construir su propia historia de amor. Porque el amor es necesario, da sentido a la vida misma.
«Conoce tu propia felicidad. No desea nada más que paciencia, o darle un nombre más fascinante, llámalo esperanza».
Jane Austen
Una novela imprescindible, como muchas de la época. Por eso, seguiremos en la brecha.