Para empezar, dejar claro que me parece un trabajo de investigación excelente, de los de quitarse el sombrero, de eso no tengo ni la menor duda. Siempre digo que cuando alguien te recomienda una obra, es por algo. Mi Antonio Jesús, que es un amor, siempre me recomienda lo mejor y para mi, su palabra va a misa (ya apuntas maneras religiosas Antoñico…). Tengo que decir que conozco a su autor, mejor dicho, conocía su voz antes de verle en vertical. ¿Sabéis eso de no voy a cometer el mismo error de dejarme llevar por la primera impresión? Pues caí. Pero, independientemente de esa impresión, sé lo que no hay que hacer y por eso esta pequeña reseña es lo que sí hay que hacer.
Creo que la estructura es impecable. He disfrutado con su lectura casi desde el principio, y digo casi porque de repente me encontraba haciendo mil cosas que no tenían nada que ver con el libro (trabajar desde casa es lo que tiene). Así que me he visto retomándolo una y otra vez. He aprendido muchísimo con la historia que encerraban estas páginas. A veces la comodidad nos arrastra a pensamientos conformistas y yo he pecado de credulidad. No me da vergüenza decirlo. Cuando leí el de Dan Brown, al principio me entró euforia, pero conforme pasaba el tiempo pensé que era algo demasiado «perfecto», una leyenda que no deja de ser romántica. Afortunadamente contamos con personas como Óscar, que desmontan estas «leyendas» que se cuelan en la historia, haciéndose pasar por ciertas. Y es que el tiempo, el desinterés y la desidia hacen un cocktel ideal para ello.
Tengo que confesar que en ocasiones me perdía en el entramado histórico, pero era tanto el interés que tenía, que volvía a leer el párrafo (varias veces, de hecho me ha llevado tejer, de nuevo, en mi sencilla mente hechos históricos aprendidos en el instituto, y ya olvidados, tampoco me da vergüenza decirlo). Creo que el timeline es exquisito y no es que lo diga yo, es que estoy segura de no ser la única persona en opinar esto (nota: esto es una hipótesis, tengo que verificarlo-guiño al autor). Hay verdades como puños. Ni que decir tiene que los personajes de la trama, me han parecido notables. No quisiera parecer repetitiva, pero es que la «éminence grise» no tiene desperdicio (y el jodido pilar visigótico, otro guiño), por su carácter enrevesado, cínico, frío, mentiroso y oportunista. Comprendo que la historia ha estado, y está, plagada de sujetos de esta calaña. Lo que espero y deseo es que sigan existiendo personas curiosas que pregunten, viajen si pueden, lean libros y se documenten (¡papeles, papeles, que tengan papeles!, como decía una vecina que tenía donde vivía antes).
Como os decía antes, su autor, una persona peculiar y atípica donde las haya, ha ido desgranando detalles de su personalidad a lo largo de la obra. Yo lo he percibido así y tengo que decir que me gustado bastante. Algunas de sus expresiones me han arrancado sonrisas, porque era como verle delante diciendo esas palabras, así que ha sido un espectáculo constante.
Ahora que ya me he empapado bien de la historia, de este gran trabajo de investigación, he de decir que siento haber tardado tanto tiempo en leerlo. Pero como nada sucede por casualidad (seguro que piensas lo contrario, como si te estuviera viendo…), tocaba leerlo ahora, no antes ni después.
No me imagino una forma mejor y más profesional de hacer lo que has hecho, que es «bien hecho». Como tampoco me imagino que seas de otra manera. No te pegaría. Tempus Fugit, la filosofía y el mundo del misterio en general, requieren de personas como tú. Aunque sabes que tu parte crítica, a veces pica, nada sabe igual sin un poco de picante.
Ahora ya es tarde, me has atrapado. Me veo, aquí y ahora esperando…la próxima…con la farola encendida a media luz…a la entrada de la casa, con mi sombrero…y con el maletín en la mano… (guiño otra vez).
Gracias. V.