María Magdalena era una santa, una apóstola, una pecadora y una arrepentida. Pero, también, era madre, esposa de un tal Jesús, que pasaba por ahí y una viajera, como Federo el Viajero…
Mi abuela se llamaba Magdalena. Ella era una beata de tal nivel que teniendo la morfina en casa para aplacar los dolores que mi abuelo tenía por su cáncer de estómago, pues no se la daba. Ella decía que la Iglesia católica aconsejaba sufrir para llegar antes al paraíso celestial. Y, claro, ella como buena beata, obedecía, y así mi abuelo murió retorciéndose de dolor. Y es que la Iglesia siempre ha sido una institución experta en lanzar mensajes sectarios, que son recogidos por creyentes practicantes, como era mi abuela. Luego hacía cosas más aceptables, como llegar la primera a la iglesia del barrio, para preparar, e irse la última, para recoger. Ella no lloraba como una magdalena, nunca lloraba.
Mi abuela no se parecía mucho a la Magdalena mágica de la Iglesia. Ésta era una auténtia fashion diva, para bueno y para malo. Oye, que la Iglesia, después de ultrajar su figura, sacaron el mayor rédito posible, hasta ensalzarla a las mayores cotas de la puritica santidad. No hay mayor empresa capitalista voraz que la Iglesia. Y es que de todo han hecho negocio y la María Magdalena no iba a ser menos.
La Magdalena transicionó de prostituta pecadora a redimida señora decente acérrima, propagadora del evangelio de Jesús y santa santísima apóstola. Entre medias de todo eso, le dio tiempo a casarse con Jesús, o no; tuvo, también, descendencia, o no; Se fue a Francia o a otros países, o no.
Hay un fragmento del libro que resume a la perfección la imaginación de esta religión, y con permiso del autor lo transcribo: » Magdalena, con la satisfacción del trabajo bien hecho y ansiosa por llevar una vida contemplativa, dejó el apostolado y se retiró como ermitaña a una cueva para vivir en absoluta soledad. Se cuenta que pasó todo aquel tiempo desnuda, vistiendo solo una frondosa y larguísima cabellera, y que solo se alimentaba del canto de los ángeles, que la elevaban siete veces al día…». Pero espera que hay más, «(…) Un curita que pasaba por allí, 30 años después, pudo contemplar atónito, el ritual de los ángeles y La Magdalena y que unas fuerzas invisibles (…) se lo impidieron…».
A ver, esta señora estuvo 30 años comiendo canticos angelicales y estuvo tan fresca. Y eso que del beber no tenemos constancia. Igual estuvo bebiendo luz celestial, a saber… Pero la pregunta del millón sería, ¿existió este personaje del que habla nuestro sagrado libro mágico? (Bueno, igual habría que preguntarse si existieron todos los que salen en él…).
Pues no parece (modo ironía on). Pero es que da igual cuántas preguntas retóricas nos formulemos, a la Iglesia eso le da igual. Así se construyen sus relatos ficticios, esto lo pongo, esto lo quito, esto lo adorno, esto lo copio de otro culto y tiro porque me toca. Si es que no teniendo nada qué van a hacer, qué van a vender…
Y es que, si algo sabe la Iglesia es vender, vender mentiras y cometer delitos. En esto último, son unos verdaderos cracks. Pero, oye, que no pasa nada por tener deslices con unos niñitos, que la culpa es de los padres que los visten para provocar.
En fin, las historias de los santos, las vírgenes, los apóstoles y los papas, no tienen fin. Y como son interminables, ¿por qué no tendrían que ser divertidas? Ya lo decía Nieves Concostrina en alguna entrevista de cuyo programa no quiero acordarme, algo así como que la biblia hay que leerla porque es un libro divertidísimo.
Yo recomiendo la lectura de este librito porque todos necesitamos manuales para estar al día de las cosas de la religión. Así, si nos sale al paso algún cuñado, poder contestar con propiedad. Saber las cositas de la Iglesia, también, es aconsejable, que luego nos venden la pureza de una institución que tiene de todo, menos virtudes. También estaría bien que pagaran más impuestos y como dice, de nuevo, Nieves Concostrina, «En España no habría rey y la Iglesia pagaría más impuestos si se hubiese contado su verdadera historia».
Agradecer a su autor que escriba todas estas cosas y que no nos deje caer en la tentación de la desidia y la ignorancia.
Espero que el próximo venga de la pluma de Raquel, que intuyo que tiene muchas cosas que contar…
Gracias, V.
- Las imágenes son las fotos aportadas por la escritora del blog.