Amor platónico
Blanco de las iras
salí buscando oscuridad.
No era de día,
tampoco de noche.
En un lugar apartado,
intuyendo la soledad,
me quedé vencida.
Fue una sombra
la lujuria desatada
en la silueta de un joven
lo que me despertó.
Me dejé llevar absorta
en pensamientos libidinosos.
Y el agua nos arrastró
llevados por el calor.
Él era hermoso
yo joven y apasionada.
Ardimos en combustión
como si llegara el fin de la pasión.
No existía nada alrededor.
No vivía la vida.
No moría lo muerto.
Y, sin embargo, fue el ímpetu
lo que avivó el ardor.
Aquel verano sentí morir
porque todo fue un sueño
que no debió ocurrir.
Todo quedó en el frenesí
de una mente calenturienta
que trató de conseguir
el amor platónico y altruista
de alguien que nunca me vio venir.
Antonio se llamaba él
un chico malo que en un arrebato
destruyó todo atisbo de amor.
Y una falla nos separó
un verano, que nunca sucedió.
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