Leer esta guía de Almería ha significado para mi una reconciliación con mi tierra. Pero no en el sentido literal, no. Como muy bien dices Jesús, en el prólogo, somos algunos almerienses los que relegamos a nuestra ciudad por lo que no sabemos transmitir su grandeza, que es inagotable. Supongo que la edad, la experiencia o la madurez, nos da la perspectiva adecuada para apreciar el suelo que pisamos. Por eso al leer cada página, al mirar cada foto, se me erizaba el vello al comprender al fin, toda la majestuosidad que encierran las calles de Almería.
Una guía que no he sentido como la típica. Ha sido una ruta de emociones, en las que alguien me llevaba de la mano por esas calles y barrios y me iba relatando, con mucho cariño, cada detalle, historia y su origen; era como seguir sus pasos mientras escuchaba su voz cuando hablaba con las personas del lugar: quién, cómo, por qué…
He aprendido muchas cosas que desconocía, no siento vergüenza en decirlo. Sentiría vergüenza si me lo callara. Algunas sí que las sabía y otras las tenía frescas y recientes de mis lecturas de Alberto. Me he emocionado sobremanera al llegar al barrio de los Molinos y ver «El Molino» de los Díaz. Fueron tantas las veces que jugué allí de pequeña. Aunque no fue el barrio que me vio nacer, ya que éste fue Regiones devastadas, sí que fue el que me acogió en adopción. Las casas de Durbán, cerca de la carretera Alhadra, durante 30 años. Unos gratos recuerdos, otros no tanto. No se me podrán olvidar aquellos años en los que nuestras calles no estaban alfaltadas y jugábamos a la comba, a la rayuela, al elástico, escondite…Y nos metíamos cada leche en el vasto suelo, y tan panchos. Nos jugábamos el tipo a diario, pero como si nada. ¡Ay, bendita juventud!
Sí que es verdad esa expresión «voy a bajar a Almería» o «voy a Almería» cuando teníamos que hacer algo en el centro. La he escuchado toda mi vida. Y creo que aún se conserva.
Recuerdo la rambla antes de ser modernizada, el antiguo kiosko de Chirivía, la estación de tren, muchas tiendas de toda la vida de las que muchas han cerrado, ir al Paseo a pasear y comer pipas del pipero. Recuerdo la plaza de San Antón, cuando jugábamos mis hermanos y yo con nuestros amigos del barrio de Pescadería, allá por finales de los años 70.
Como puedes ver Jesús, lo que me he emocionado con este libro no es poco. El otro día te decía que me había parecido un libro muy dulce, porque había conseguido rescatar muchos recuerdos de mi niñez. Pero además es elegante, muy bien documentado y, creo no equivocarme, cuando digo que bien podría ser «La guía» referente para recorrer Almería, libro en mano. (Espero que ya lo sea).
Ha sido tan bonito leer esta guía y vivirla, que he decidido regalársela a una persona muy especial, con tu permiso. Esta persona vive a 13.000 km de Almería, pero cuando le hablo de mi tierra, se le iluminan los ojos. Con admiración, a mi querida Stella Feng, que se esfuerza tanto estudiando español cada martes y jueves. This is the first step, Stella.
Jesús, gracias por un libro de este calibre. Gracias por tu tiempo, tu investigación y tu pasión por Almería. Se respira en cada palabra tu adoración por esta tierra y eso, amigo mío, es una belleza. V.