«Madre anoche en las trincheras» de Francisco Jesús Martín Milán

Madre anoche en las trincheras cuenta la historia de unas cartas. Unas cartas enviadas desde la guerra por dos hermanos dirigidas a una familia que espera. Fran Martín ubica este relato en los terribles años de aquella guerra sin sentido.

Si existe un episodio histórico extenso, trágico e injusto en la España de mediados y finales de los años 30, ese fue sin duda el de la Guerra civil. La gran guerra española, como todas las guerras, fue un tiempo convulso deplorable y lamentable que se cebó con todo lo que se ponía por delante, quebrando familias enteras sin piedad. Absolutamente nadie quedó exento de sus consecuencias (quiero dejarlo claro de antemano).

Madre anoche en las trincheras es el recorrido por las vidas de dos hermanos almerienses, Antonio Miguel y Felipe Corral Martínez naturales de la pedanía Las Casillas de Serón que son reclutados por el Ejército Popular de la República para luchar ante la sublevación militar del 18 de julio de 1936, como casi todos sabemos. Una fecha, por otro lado, imposible de olvidar; los derroteros de la historia así se encargaron de ello.

Antonio y Felipe tienen la mala suerte de no coincidir ni en el tiempo ni en el espacio. Antonio acaba en el levante valenciano y Aragón, y Felipe en Alcalá de Henares. Pero consiguen comunicarse con la familia seronera a través de unas misivas que se han conservado hasta el momento presente. Unas misivas que deciden el cómo, el cuándo y el dónde, para desdicha de una madre. Carmen Martínez Cano sufre el dolor indescriptible de una madre que les dio la vida y que ve como tienen que partir de su lado. No me puedo imaginar cuánto dolor se puede soportar, pero lo que sí se es que esta madre padeció lo indecible.

Carmen Martínez Cano

Esas cartas mantienen a la familia informada y Carmen está tranquila por conocer el estado de sus hijos. Siguen vivos y la llama de la esperanza sigue encendida. Creo que fue en una película en la que uno de los personajes decía que la esperanza es peligrosa para una persona. Yo creo más bien que puede ser la fuerza que nos da aliento para seguir adelante. Máxime en aquellos tiempos.

Dicen que nada sucede por casualidad. Por lo que siendo nuestro autor profesor de en el Instituto de Enseñanza Secundaria Carmen de Burgos en Huércal de Almería en el año 2014, le llegan estas misivas de la mano de una de sus alumnas (pág. 23 del libro). A partir de esas cartas, el autor construye la línea temporal y el entorno histórico, aportando documentos y situándonos en el dónde y en el porqué de los acontecimientos. Y desde mi humilde posición creo que lo hace de una forma profesional e impecable.

Portada del libro

Es el primer trabajo del autor que llega a mis manos y, aunque no soy experta en el tema, nada más lejos, me ha parecido un trabajo de documentación laborioso y muy muy trabajado. Pero repito, no soy entendida. En todo caso el autor sí que lo es. Yo solo opino desde mi humilde posición de lectora. Si bien es cierto que este tema es una cuestión que me produce una cierta inquietud y que me llevó a buscar y leer en su momento otras publicaciones al respecto (Rafael Torres en sus libros «Los esclavos de Franco», 2002 y «Desaparecidos de la guerra, 1936-?», 2002. Ver más información en https://es.wikipedia.org/wiki/Rafael_Torres_(periodista) ).

Hacen falta más libros como este porque, de hecho, la geografía española está plagada de historias como esta. Unos libros que nos muestren la historia tal cual, como es, sin adornos, objetiva. Espero sinceramente que Fran Martín siga escribiendo e investigando y nos siga trasladando sus trabajos. Porque las historias han de ser contadas y salir a la luz.

Francisco Jesus Martín Milán

No recuerdo bien el contexto, pero ya lo dije una vez y lo vuelvo a repetir: hay que abrir las ventanas de par en par, para que entre el aire fresco. Porque lo que se cierra mucho tiempo huele, huele a cerrado, a rancio, a olvido, a tristeza y a pobreza de mentes. Nuestra historia es la que es y tenemos que aceptarla, asimilarla, entenderla. Y para ello debemos mirarla con los ojos de la comprensión y la concordia. No me cabe la menor duda que el autor nos brinda con este libro una clase magistral al respecto.

Un libro para aquellos que quieran saber y conocer con datos certeros. Una historia de dos hermanos que se caracterizaron por el respeto y el apego que profesaban hacia su familia. Descansa en paz Carmen.

Gracias Fran, V.

Querida madre, no se como empezar esta carta pero te escribo con mi rostro bañado en lagrimas, caen por la soledad, tristeza, dolor y sufrimiento que vivo día tras día aquí. Lo primero que tengo que decirte es Te Quiero y aunque no lo demuestre con frecuencia, Te quiero con locura, para mi eres la persona más importante, siempre has estado ahí apoyándome y protegiéndome, haces que las cosas malas parezcan buenas, tus consejos están llenos de sabiduría y siempre me has llevado por el buen camino. Ahora ya soy mayor de edad, tengo dieciocho años, puedo afrontar yo solo las cosas… pero la verdad es que no puedo madre… Perdóname, os echo mucho de menos, ¡no quiero estar aquí! Se que desde casa junto a padre y mis hermanos  os sentís orgullos de mi, podéis presumir de tener un hijo en el frente. Lo siento por ser un cobarde madre pero tengo miedo, más del que puedo aguantar. No entiendo esta guerra, no se cual es el bando bueno, no se por que lucho, no entiendo nada de lo que pasa, solo acato ordenes. El incesante sonido de los fusiles se mezclan con los gritos y llantos de la gente torturando mis oídos día y noche, vivo con una melodía continua de ametralladoras y lluvias constantes de bombarderos. Ya ni hablo, ni pienso porque otros lo hacen por mi, solo me hace falta una frase para salir del paso aquí, “a la orden”. Dicen que el amor es suficiente para seguir adelante, que hay que luchar por nuestras familias, demostrar lo que valemos, pero ya no tengo el valor para estar en la batalla, las piernas me tiemblan sin parar, no duermo, me cuesta respirar, lloro a escondidas porque no puedo demostrar lo que siento delante de mis compañeros, se fuerte y lucha me repito constantemente, pero las palabras se pierden en mi mente como las vida la gente que esta a mi alrededor, soy la marioneta de un tirano titiritero. A noche nos lanzaron en paracaídas a una zona nueva de batalla, dicen que somos la mejor compañía jamás vista, la fuerza de los ochos nos llaman. La octava compañía paracaidista, siempre al frente luchando por su patria, por los ideales de un estado, viviendo el conflicto con lealtad y valor. Somos soldados valerosos, abrimos brechas en las filas enemigas, causamos bajas en ellos como si fueran animales y no tenemos remordimientos, pero todo es mentira pura  mentira, solo fachada, una apariencia; los rostros de la gente demuestran lo contrario, sus caras se han tronado sombrías y pálidas, muestran el temor, horror y desamparo que se vive aquí, pero como nos repiten una y otra vez,  “¡soldados o ellos o ustedes!” Madre para lo que realmente te escribo es para contarte lo que me ocurrió anoche. Me encontraba en el campo de batalla resguardándome del fuego cruzado y la metralla. Como siempre acataba ordenes, teníamos que superar una cota para llegar hasta un punto estratégico que nos serviría de base, para ello era necesario abatir al contrario con toda nuestra fuerza, no escatimamos en munición, ni violencia… Madre anoche en las trincheras vía al enemigo correr hacia mi, le apunte con mi fusil y sin darle tiempo a reaccionar  le dispare; algo raro paso en ese momento, ya había matado a más gente antes pero en aquel chicho había algo distinto, una luz ilumino su rostro, la cara del enemigo al que asesinaba… madre era mi amigo José, mi compañero de la escuela, nuestro vecino, el hijo de Francisca, mi mejor amigo, con quien tanto yo jugué a soldados y a trincheras. Madre ahora el juego es verdad, no hay risas, solo oscuridad y llantos, no volveremos a jugar jamás, ¡lo están enterrando! Lo siento muchísimo, te pido perdón madre pero ya no aguanto mas aquí, me quiero morir, estoy harto de esta guerra, ¡no se dan cuenta que no va a ganar nadie joder! Tal vez te vuelva a escribir, pero la próxima que lo haga será desde el cielo, donde encontrare a José y jugaremos de nuevo. Madre ten por seguro que si mi sangre fuera tinta y mi corazón tintero, con la sangre de mi venas, te escribiría un “TE QUIERO”.


(Soldado desconocido)

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