Una novela vista desde los ojos de un adolescente que siente que algo está cambiando. Y en su interior solo odia al mundo entero…
Los sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida.
J.D. Salinger *
Cuando yo era adolescente, El guardián entre el centeno, no entraba para nada en mis planes, aunque ya hacía tiempo que me había transformado en una rebelde sin causa. Enfadada con el mundo entero y en contra de todo lo establecido. Eso ya explotó en el tercer colegio de primaria en el que estuve. Algunos profesores eran unos monstruos que hacían cosas extrañas, como hacer fotos con las faldas levantadas a algunas niñas, permitir y no hacer nada en que un señor se masturbara a las afueras del colegio (creo que nunca nos creyeron, y ese señor, siempre estuvo ahí), mientras estábamos en el patio, y fornicar otro profesor con madres de otros alumnos, en el colegio (esto no es ficción, es verdad, fue pillado varias veces)… Los que me conocen, saben qué colegio es.
Bueno, entonces yo iba a lo que iba, a tener amigas, jugar, vamos lo que viene siendo normal en esa edad. Al menos, eso es lo que yo pretendía, aunque siempre se torcía. Así, que sí, siento que tengo algo muy en común con esta historia, porque yo encontraba una tremenda falsedad en mi entorno aunque hablemos de épocas distintas, claramente. Eran pocos los que me merecían la pena, aunque siempre acabara rodeada de los peores. Contradictorio, sí.
Tengo la sensación que lo que hace única a esta novela es la provocación escrita de un adolescente hablando libremente de la sexualidad y esa ansiedad no tan banal. Me parece que la sociedad de entonces no estaba para nada acostumbrada a un lenguaje tan explícito.
Holden Caulfield, el actor principal, solo tiene 16 años, pero demanda relaciones que a sus ojos sean auténticas. Parece que es mal estudiante, lo cual se refleja en las veces que ha sido expulsado de colegios y en esta ocasión, no iba a ser menos, vuelve a serlo. Con la diferencia que decide no decírselo a sus padres y se marcha a escondidas a vivir una aventura. Prefiere chicas con las que se pueda hablar, que no sean tontas y banales. Normalmente es un chico bastante razonable, hasta que deja de serlo. Entonces destila tanto odio que se diría que sus agresivos pensamientos le fuesen a abocar a hacer alguna locura. Odia casi todo lo que rodea. Otrora sus comportamientos, erráticos y desquiciados sugieren una persona tarada de atar.
Y en un determinado momento me reconcilio con Holden. ¡Por el amor de Dios!, ¡son las vivencias de un chiquillo! ¿Quién no se ha sentido alguna vez confundido? ¿Quién no ha tenido alguna vez un pensamiento extraño? Bueno, quizá mi perspectiva ande degradada por la adultez. Sin embargo, siempre he tenido en cuenta mis miedos y mi lado oscuro.
Entre toda esta maraña de pensamientos perturbados, el actor principal, nos brinda una serie de pinceladas de afecto y ternura por su hermana Phoebe, a la que considera tremendamente lista. Precisamente es a ella a quien confiesa lo que quiere y le gusta de verdad, que no es sino ser una especie de guardián protector de los niños que están en un campo de centeno y protegerlos de caer al vacío.
Dependiendo de lo retorcida que esté tu mente, podrías vislumbrar a un cazador agazapado al acecho. Pero yo creo sinceramente que Holden se ve como un protector y que siente de verdad lo que dice. Y creo que la muerte de su hermano menor, al que que quiere y aprecia mucho, le desencadena la necesidad de ayudar a los niños, en la forma de impedir que caigan al vacío. Una acción que muestra la alegoría de la transición hacia la madurez. No es un camino fácil, y no todos hemos tenido las mismas circunstancias y realidades. En cualquier caso, insisto, prefiero verlo desde esta perspectiva.
Personalmente se me escapa un poco la controversia que generó esta obra en su día. Claro, que por otro lado, la época y el entorno religioso es un perfecto caldo de cultivo. Pero, a pesar de todo, finalmente la mayoría de las circunstancias se diluyen en la espesura de la mente inquieta de un chaval. Es por eso, que encuentro muy grande que fuese tomado como referencia de algún asesino, siendo a mi modo de ver, una clara justificación de una mente muy enferma. De hecho, aunque uno esperara algo de acción, es una novela bastante estática.
Como anécdota, contaré que siempre me dio pavor leer esta novela, porque pensaba que me volvería medio ciruela y empezaría a matar a pobres desgraciados por la calle. Pero nada más lejos de la realidad. A veces, los medios influyen según qué momento y decisiones. Afortunadamente llegó el tiempo de su lectura, libre de cargas e influencias de cualquier tipo.
No quiero, ni deseo, ser más papista que el Papa (ya bastante, tenemos con uno, que para lo que nos está costando la curia, bien podría ser más generosa, solo un poquito más). Entre otras cosas porque soy una profana en un mundo infestado de literatos, literarios, condenados críticos literarios de periódicos, revistas y blogs de reseñas literarias… Y yo… ¿Qué quiero decir con esto? Pues que yo miro a través de un agujero muy chiquitito, mientras otros tienen la inmensidad del saber.
Pero, bueno, desde la mirilla de esta puerta tengo el mundo entero rebosante de historias, esperando a que mi cerebro le ordene a mi mano que dirija mi humilde bolígrafo en este espacio sin pretensiones de cara a la galería. Así, que si ven alguna errata (siempre procuro que no sea así) disculpen. Y si ven algún tipo de lenguaje soez, perdónenme, pero forma parte de mi espectáculo personal. Porque esta es mi galería, donde yo me miro a mí misma.
Gracias señor Salinger. V.
- Cita de J. D. Salinger extraída de https://es.wikipedia.org/wiki/J._D._Salinger, 9:49 a.m.
- Portada del libro – imagen extraída de amazon.com.
- Imagen cita de hipocresía de Salinger extraída de https://algundiaenalgunaparte.com/.
- Imagen «el vacío» extraída de https://medium.com/.
- Foto de J. D. Salinger extraída de https://www.clarin.com/.