«Ordenar los muebles». Por V. Santisteban.

Cuando el confinamiento nos convierte en un mueble…

Silencio, presión, desconcierto, miedo, horror, miedo otra vez…Son muchos los adjetivos que le asaltan a uno y a su cada vez más desmarañada cabeza. Una oleada de información que se va atascando hasta que termina por pararse. La taza derrama el colmo y la mesa derrama el líquido por el piso. Y te ves recogiendo todo lo vertido, cual sueño astral. Por un momento me acuerdo de mi madre fregando el suelo de rodillas, sobre la esponja en forma de B tumbada, cuando aún se hacía a la antigua usanza.

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Así es el torrente con el que estamos lidiando cada día. Es insufrible, insoportable, indecente. A este cóctel hay que añadir el estado físico, una disciplina auto-impuesta que genera ansiedad por defecto, por el exceso de peso, y que ahora sufre sobrecarga, por el exceso de trabajo, que sueles incumplir más de lo que quisieras. Por lo que tienes que volver a la casilla de salida. Otro ingrediente es el intelecto. Una oleada de literatura inunda tus dispositivos. Si el tiempo lo permite, llevas uno o dos hacia adelante, siempre que las jaquecas o migrañas te den permiso.

Si tu auto-infligida disciplina no te ha causado ya un reventón de neuronas, todavía puedes ser ese chef fantástico, repelente y absurdo que tanto odias. Que quieras tener la Termomix no te eleva al olimpo de los dioses, solo te brinda la entrada a un club de cierta élite que detestas. Somos lo que comemos, pero hay quien no puede permitirse el lujo de plantearse esa reflexión.

Los demonios acechan estos tiempos. Demonios internos y externos. Los segundos son más o menos controlables, pero ¡ay de los primeros! Esos son la mosca cojonera de la corteza cingulada. No todo son días de vino y rosas y la convivencia puede zarandear los cimientos de esa parcela personal de la vida que tienes tan coqueta. El temple se agota o te agota, el tiempo pasa factura, la tristeza durmiente aflora y la rutina de ejercicios diaria no parece suficiente. La lectura, no parece suficiente o esa ristra de series y películas que te vinieron recomendadísimas tampoco parecen bastante consuelo. Raros tiempos para Pedro Almodóvar, Woody Allen, películas de corte indie, o de bajo presupuesto. O no, si quieres disfrutar la tristeza…

Entonces resulta que una mañana te das cuenta que la rutina te ha ganado, eres un neo esclavo de este nuevo tiempo extraño que te ha tocado vivir. Esclavo del planning autoimpuesto, del fitness, de la música, del cooking, del reading, del estudio, de la depiladora y del blog. Eres un mueble sentado sobre otro mueble mirando un ordenador, en ropa de sport, interior, y/o zampándote un bollo. Ahora sano, ahora inteligente, ahora en forma, ahora fofo, ahora feo, guapo…

Si en toda esta vorágine de sensaciones, aún nos queda tiempo, podemos sumergirnos en el maravilloso mundo de las RRSS. Una suerte de guerra campal en la que todo vale, todo está permitido, todo es cierto, todo es mentira, todos son excelentes contertulios doctorados en la Universidad de los bajos fondos cuyo lema es Hoc est verum.

Y a veces te haces preguntas acerca de la raza humana y su condición, de la vida, de la muerte, del amor, de la tristeza, del sufrimiento ajeno… Echas la mirada atrás y te dices, «más pasaron aquellos del 10, 20, 30» y te haces un ovillo en el sofá, mientras ves la serie esa que te recomendaron, esperando el día del estallido. Y recuerdas, entonces, que fue ayer cuando tu cuerpo dijo «basta». Solo querías gritar de dolor.

¿Un respiro?

No pasa nada, mañana será otro día…

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Publicado por

Victoria Santisteban

Siendo lectora tardía, cuyo interés más intenso llegó en madurez, he de confesar que me falta tiempo material, como a todo hijo de buen vecino, pero ya no tiene nada que ver con el tiempo pasado. En realidad, las cosas como son, lo hago cuando me apetece de verdad, porque de otro modo, no se disfruta. Gracias a todo lo que he vivido, sobre todo, gracias a mi madre, que devoraba todo libro que llegaba a sus manos, y a sus momentos con Corín Tellado, aquí, en mi sitio, hago aquello que me gusta: escribir sobre cosas que leo. Aunque ya, en el albor de la tercera edad o cuarta (yo ya no sé cómo va esto) me he decantado por reflejar mis historias. A bien que lo llevo haciendo desde que era muy pequeña, es el momento. De todas formas, leer es sano, nos hace cuestionar las cosas que suceden a nuestro alrededor, nos hace más felices, mejores personas y con una mayor capacidad de compresión del mundo. Así que leamos. Esquelas, cómics, periódicos, etc., la cosa es hacerlo. Como, también, habrán observado, estas entradas de creación propia tampoco es que tengan un nivel digno de la RAE, pero igual para un ratico, que decía aquel... Nota: Tengan paciencia. Mi ritmo es lento, abarco varios campos y este es uno de ellos. Pero, es el que más me gusta, no lo duden. La curiosidad mueve el mundo, déjense llevar...

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