Karma, maldito karma.

Por más vueltas que quieras dar para sortear una inconveniente circunstancia concreta, no podrás hacer nada ante el mismo tiempo que termina por tocar a tu puerta.

El karma

Según la web significados.com «Karma significa acción o energía trascendente que se deriva de los actos, palabras y pensamientos de las personas.

Asimismo, recordando la ley de acción y reacción física de Newton que dice ´«Si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), este reacciona contra aquél con otra fuerza de igual valor y dirección, pero de sentido contrario (reacción), podemos entender que todo lo que hacemos, bueno o malo, nos viene de vuelta de forma positiva o negativa.

Entre aquellos que hablamos, muchas veces, que el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio y que las personas dan de sí lo que tienen que dar, también hablamos de un concepto muy bien avenido que, además, suena bonito al pronunciar. Es el de «justicia poética». Parafraseando a Rosario López Durán que escribía esto en la Revista de la Escuela de Derecho de la Universidad Latina, México, allá por el año 2000, «(…) la justicia poética es una variación de la justicia divina, cuya naturaleza y voluntad va más allá de la comprensión de la razón humana, de la ciencia y de una filosofía positivista o materialista».

La justicia poética, divina, el karma o las leyes físicas son conceptos que pululan por el aire que respiramos y de los que no podemos prescindir. Así lo vivimos y así lo experimenta nuestro protagonista.

Los hilos que tejen las costuras de las vidas…

Karma hindú

Aquella noche tenía tanto trabajo que no me di cuenta de la hora. Eran las 3 de la mañana y aún estaba aporreando las teclas del portátil. Me quedé absorto por un momento para, casi inmediatamente, volver a lo mío. Sabía perfectamente que me quedaban otras 2 horas como mínimo.

Sentí que me tocaban en el hombro, pero estaba tan concentrado en terminar que no le di importancia. A veces el cuerpo siente cosas por simples contracciones o calambres musculares, tantas horas sentado es normal. Al cabo de un rato, media hora más o menos, sentí, de nuevo, lo mismo. Y me giré para mirar instintivamente, como el que va a hablar con alguien que te llama desde la distancia corta.

Me puse, ciertamente, en alerta pero era algo más bien sutil que sentido plenamente. Así que retorné al trabajo para acabar y enviarlo lo antes posible. Sin embargo, a los pocos minutos ocurrió lo mismo y no supe si girarme para mirar o no -esto no me puede dar miedo- pensé en voz alta. Me levanté, caminé por el despacho, fui a la cocina, bebí un vaso de agua y me quedé un momento ahí absorto y recordé la cara de Bill Murray en la escena del restaurante de «Los fantasmas atacan al jefe» (escena en la que se encuentra con su jefe, el de la IBC -encarnado por Robert Mitchum- cuando llega Brice Cummings -encarnado por John Glover-, que viene a ayudarle en la cadena de televisión y pone esa expresión de incredulidad).

Decidí acabar y enviar el artículo para que pudieran publicarlo al día siguiente. Y cuando terminé, me giré y, claro, no había nadie.

– ¡Malditas deadlines! En cuanto me ponga al día, todos estos nervios dejarán de existir – pensé.

– Bueno, esto se merece un descanso, mañana será otro día. – Y me fui a la cama pensando que tenía que descansar un poco más.

Aquella noche no dormí muy bien y tuve pesadillas. Hasta donde yo recordaba no había tenido una noche tranquila como Dios manda, que diría mi abuelo, en mucho tiempo. No siempre era capaz de asumir la razón por la qué tenía esas pesadillas recurrentes donde siempre salía la misma persona.

No quise pensar más en ello y me dispuse a darme una ducha, mientras me terminaba el ansiado café matutino. Me había costado tiempo y esfuerzo encontrar el café perfecto y la máquina perfecta. Pero, lo conseguí. Apenas desayunaba. Antes era diferente, antes sí me gustaba preparar una buena tostada, zumo de naranja, o aquello que se terciara. Pero ya no, ahora solo era café. Aunque, a lo que nunca renuncié fue a la canela en rama. Eso era demasiado.

– En fin, Víctor tienes que volver al trabajo…-me dije.

Pasaron los días y me olvidé completamente de aquel incidente nocturno. El trabajo me terminó por absorber de nuevo.

Unos meses después, estaba cubriendo una noticia muy importante, un caso de corrupción en el seno de los estamentos militares, y tenía pruebas de ello. Llevaba dos semanas durmiendo unas 3 horas y el estrés me estaba consumiendo. Y aquella noche, volvió a suceder. Sentí que algo me tocaba el hombro. Me quedé quieto. Me dije que no, que no podía ser -esto es fruto del estrés-, pensé. Y en ese silencio sostenido, entonces escuché algo, era como un susurro. Estaba muy nervioso pensando que mi mente me estaba jugando una mala pasada por los nervios, y cuanto más lo pensaba, más nervioso me sentía.

Unos instantes después el susurro se volvió más claro y escuché:

– No es necesario- dijo una voz firme y sosegada.

Me quedé paralizado. ¿Qué quería decir esa voz? No es necesario. ¿Qué no es necesario? Me giré y pregunté en voz alta -¿quién eres?- visiblemente nervioso y asustado.

– Siempre lo has sabido- dijo la voz. Estuve preguntando al vacío varias veces, pero ya no obtuve respuesta.

Los días posteriores se sucedieron a toda velocidad. Hacía dos meses que había entregado el reportaje al periódico. Éste tuvo consecuencias inmediatas; hubo destituciones, imputaciones, renuncias, juicios y el gobierno estaba tambaleándose. En el periódico, alguien me dijo que estaba propuesto para el Pulitzer. La gala de entrega de premios estaba prevista para el mes siguiente. No podía centrarme en el trabajo, por lo que me pedí unos días para descansar. Ya no me quedaba mucho tiempo.

Aquella noche estaba tranquilo, había gestionado temas pendientes, y me encontraba en el salón, tomando una copa de bourbon. Y entonces ella apareció.

– ¿Cuándo lo supiste?- le pregunté directamente mirándole.

– Siempre lo he sabido- contestó tranquila y sosegada, tal y como recordaba esa voz.

– Lo he dejado todo listo. Le he enviado un email y una carta escrita de puño y letra.-Dije con aceptación.

– ¿Has pedido perdón de forma sincera?- Me preguntó.

– Sí.- Le dije.

– Entonces es la hora. – Me dijo, esperando mi reacción.

– ¿Puedo preguntarte algo? -Le dije mientras me levantaba del sofá.

– Aha… – me contestó algo condescendiente.

– ¿Cómo te gusta que te llamen? -Le pregunté como un niño chico desprovisto de todo temor.

– Me llaman de muchas formas, pero Karma, me gusta. Me puedes llamar así si lo prefieres. -Me contestó con una sonrisa sincera.

– Tardé demasiado, ¿verdad?- Le pregunté con verdadera pena.

– Nunca es demasiado tarde, Víctor.- Sentenció

Epílogo

Víctor era un periodista muy famoso, conocido en los círculos por ser implacable en su profesión y sus reportajes eran temidos. Tuvo una carrera fulgurante, cuyo ascenso meteórico se llevó por delante a todo ser viviente que se interpusiera en ese camino. Ascenso que arrasó con todo, incluida su apasionada y activista compañera de facultad, a la que un polvo no le iba a impedir seguir en esa senda. Y lo hizo de la mejor manera que sabía, levantándole el reportaje en el que llevaba trabajando mucho tiempo. Era el reportaje que la catapultaría a reportera oficial en el nuevo periódico, donde ambos estaban trabajando de becarios.

Celeste desapareció de su vida, con un bebé en la tripa y un cáncer de estómago en ciernes. Y su prometedora carrera se ahogó en el olvido.

Víctor, le dejó todo a su hijo. En la carta todo estaba explicado. Toño, estaba estudiando periodismo, mientras trabajaba en una cafetería por las tardes para pagarse la carrera. Sorpresivamente, el rector pidió verse con él para contarle que alguien, de forma anónima, había donado una cantidad escandalosa de dinero, con la condición que a Toño le concedieran una beca.

– Toño, ¿entiendes lo que te estoy contando?- Le preguntó el señor Díaz a Toño.

Fin.

Enlaces:

  • Extraído de https://www.significados.com/karma/
  • Definición extraída de https://www.elperiodico.com
  • Extracto de la Revista de Escuela de Derecho de la Universidad Latina, núm., 1, septiembre-diciembre de 2000: http://www.revistas.unam.mx
  • Imagen principal extraída de https://es.dreamstime.com/photos-images/karma.html
  • Imagen karma hindú extraída de https://www.freepng.es/png-sszzop/

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«A propósito de Murphy» de Antonio Jesús Alarcón López

Una especie de manual para todos aquellos a los que les gustaría ser un poco mejor. Llámalo manual, llámalo guía, llámalo cuaderno de campo o didáctico. Puedes leerlo o no, puedes seguirlo o no, puedes escribir sobre él, subrayar y dibujar. En cualquier caso, es un libro para pasar un buen rato.

En el mercado hay una amplísima gama de libros de autoayuda y superación personal. Yo misma, mismamente, he leído unos cuantos. Varios eran la típica novedad tan recomendada que te iban a ayudar a salir del agujero sí o sí. Vamos, la panacea. Realmente es para pensar eso que se hayan escrito tantos trabajos al respecto. Así y con todo, me pongo a pensar en cuántos de ellos me han funcionado realmente. Me quedo con dos y, resulta que uno de ellos, es este (vamos, que mi bizcocho ha subido). No quiero decir con todo esto que los demás no funcionen, a mí no me ayudaron mucho (y los seguí religiosamente, oye). Quiero decir, que a veces no es el momento adecuado para leer a troche y moche libros de estos.

Portada «A propósito de Murphy».

Estar en baja forma y creer que un libro te lo va a solucionar automáticamente, pues es como comer huevos tal cual y patatas crudas, con aceite y sal, y pretender que sepa a tortilla. Esto no es un plato deconstruido.

Trasera de «A propósito de Murphy».

A propósito de Murphy es una propuesta natural, libre de ataduras, sin pretensiones, porque el ritmo te lo pones tú. Es un manual no al uso que se puede seguir, o no, ya que el autor no pretende sentar cátedra, nada más lejos. Antonio J., un ser de luz, demasiado honesto. Y me reafirmo en esto cuando hago una retrospectiva temporal.

Autor en la presentación de su anterior obra «Manual de parapsicología para jóvenes investigadores».

Joder, es fantástico y me encanta que mi segundo despertar haya venido de la mano de su pluma, o de su tecla.

Este libro, manual, guía, ofrece algunas herramientas con las que poder desatascar esos atranques provocados por este mundo terrenal con sus velocidades, fracasos, traiciones, duelos y pérdidas. Pero, de todas, la más importante, by the way, es uno mismo. Yo soy mi instrumento y si no es nuestro momento, no hay nada que hacer, por mucho que nos empeñemos. Así que como dice el Sr. Mota «hoy no, mañana…», pero siempre en el momento justo. A nuestro ritmo, con paciencia y tenacidad.

Porque eso sí, una vez que se arranca, esto es imparable. Es un tsunami de emociones que arranca toda la suciedad, es el KH-7 de los antidepresivos. Abarca casi toda la ayuda posible, desde profesionales médicos y terapeutas, hasta lo que uno puede hacer por sí mismo, incluido el hecho de mirarse el propio ombligo. Un ejercicio que, de hecho, deberíamos realizar varias veces por semana (la periodicidad se la marca cada uno).

Yo soy la luz… de tu bombilla…

Vuelvo a repetir que es un libro sin pretensiones, somos libres de hacer o no, un libro realista que trata la depresión desde el respeto más incondicional. Una enfermedad que en muchísimos casos se padece en silencio. Un silencio que es una losa muy pesada, que no nos deja respirar. Muchos sabemos de qué se trata exactamente.

Un libro honesto, muy sincero. Un libro que te guía a través de la aceptación de aquellos que tengo a mi alrededor. Lo que no implica aguantarlos, ojo. Si alguien me toca mucho las pelotas, puedo discutir, decirle que es un imbécil, de forma respetuosa, o, de otra manera, esperar a que el karma surta efecto. ¡Cuidado con el karma, María!

He tomado nota, Antonio. Tú mismo lo has visto. Creo que me pondré a trabajar. Bueno, de hecho ya he empezado. Porque es el momento, porque lo elijo ahora. Porque me importan un pepino muchas cosas a las que les he estado dedicando demasiado tiempo en mi vida y, ahora, cuento yo, decido yo y trabajo yo. Y porque me da la gana, vamos. Y mi energía ya decidiré yo si quedármela toda o, en todo caso, a quién brindarle un poquito, si me apetece, claro.

Todo funciona a su ritmo, nosotros tenemos el nuestro, la tierra, el universo, las relaciones. Absolutamente todo. Por eso, este era el momento. Como dicen las 4 leyes hindúes:
“La persona que llega es la persona correcta”
, “Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”, “En cualquier momento que comience es el momento correcto”, y “Cuando algo termina, termina”.

Por tantos buenos momentos, por los que fueron, los que son, y los que vendrán…

Gracias. V.

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