Para conocer mejor la obra y su autor pensé que buscar información en la red podía ser una buena forma de conectar con este universo. Pude comprobar como la gente se deshacía en elogios hacia G. Orwell. De hecho Arthur Koestler (novelista, ensayista, historiador, periodista, filósofo que acabaría suicidándose) dijo que era la mejor obra fantástica que alcanzó el horror psicológico desde «El Proceso» de Kafka. Y yo, infame pecadora ignorante, decidí quedarme en esa zona gris, donde nos quedamos los observantes. Pero me van a permitir que cuando menos, me cuestione a una persona, que no su obra (quiero dejarlo muy claro) que delata a 38 simpatizantes comunistas por conseguir el amor de una doncella. Hecho que dice mucho o muy poco de una persona (objetivo que, por lo visto, no consiguió finalmente). Así que aquella noche decidí sumergirme en un mundo en el que no desearía encontrarme nunca…
«La libertad consiste en poder decir que 2 y 2 son 4» (Winston Smith).
Winston Smith trabaja en el departamento de archivos del ministerio de la verdad. Su trabajo consiste en corregir los mensajes que le llegan por los tubos neumáticos. Unos mensajes que se modifican cuando los hechos del pasado entran en conflicto con los hechos del presente. Es la forma de borrar la historia reescribiéndola al antojo de los mandatos superiores. Winston forma parte de una sociedad en la que el individuo no existe, no existe la intimidad, y todos visten de la misma forma anodina. Las relaciones personales, tal y como las conocemos hoy no existen, salvo por la procreación a la que se le ha eliminado el carácter psicoafectivo. Winston es un minúsculo engranaje manejado por el Partido. La pobreza se ha generalizado y sólo unos pocos como O’Brien, funcionario del Partido Interior, disfrutan de ciertos lujos. Como toda dictadura, existe un mal endémico para el partido llamado Goldstein y el odio es la estructura principal sobre la que se sostiene la doctrina que recae en los habitantes de Oceanía. Todo gira en torno al odio y el miedo, la semana del odio, los dos minutos de odio, con proyecciones de imágenes y bombardeo de sonido que lo recuerdan constantemente. Todo el mundo puede denunciar a todo el mundo por traición al partido, hijos a padres, a hermanos, nadie está exento a ser denunciado. Y casi todo el mundo está controlado por telepantallas que lo ven absolutamente todo de sus vidas cotidianas.
Entonces Winston empieza a ver y sentir que algo no está bien a su alrededor. Observa las desapariciones de personas con otra mirada, personas discordantes que desaparecen de la faz de la tierra y de la historia. Y comienza a realizar la peligrosa tarea de escribir un diario en el que vuelca todos sus pensamientos, exponiéndose de una forma altamente arriesgada. Su vida se vuelve aún más intensa cuando Julia entra en ella y recupera la ilusión por lo que él recuerda más cercano al amor. Se mezcla con los proles, una suerte de sociedad paralela que no hace ruido, no molestan, no se rebelan y funcionan como la sociedad del pasado.
O’Brien, un desalmado funcionario, consigue seducirle guiándole hacia su tela de araña, pasando de la protección a la destrucción más salvaje y Winston deja de ser «uno mismo» para llorar ante la foto del Gran Hermano. Y, después, a desaparecer…
Una novela ficticia basada en una sociedad distópica, o indeseable en sí misma. Una aberración que a bote pronto nos aterraría hasta límites insospechados, de no ser porque en la actualidad tenemos ejemplos clarísimos y muy, muy cercanos. De todas las cosas que me quitan el sueño, la más brutal y sobrecogedora es la privación de libertad, porque es lo que me da el valor de individuo con derechos inalienables. Yo soy yo porque puedo decir que estoy aquí y puedo identificar mi propia historia. Yo soy yo porque puedo decidir respecto a mi vida, mi presente y mi futuro, no el de los demás. Por desgracia, vivimos inmersos en un sistema en el que grandes grupos de presión, más conocidos como lobbys, deciden por nosotros y, aunque a priori todos podríamos serlo (hasta un grupo de ciudadanos) visto está que quien opera a niveles omnipotentes suelen ser los que se llevan el gato al agua (también existen excepciones). Y ellos, sus lobbistas, frecuentan, revoloteando incesantemente como moscas en los excrementos, los círculos de poder. Sólo tenemos que poner la televisión para comprobarlo.
En esta vida no hay casi nada imprescindible, pero esta lectura lo es. Nos ayuda a desarrollar el pensamiento crítico. A ver si con un poquito de suerte se nos van abriendo los ojos y vamos viendo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, porque éstas no suceden de la noche a la mañana. Todo lleva un proceso. Silencioso y discreto, a veces, ruidoso y estridente, otras tantas ocasiones. Y, aún así, muchos no lo ven venir…
V.
- Foto tomada del libro de la autora del blog.