«El diario de Ana Frank», Annelies Marie Frank.

No encuentro obra más universal que represente el significado de la palabra confinamiento como El Diario de Anne Frank. Como tampoco encuentro otra obra similar que represente el amor sincero e inocente de una niña que vive su juventud como solo se puede hacer, con toda su fuerza.

Cuando era jovencita recuerdo que sentía este libro muy lejano. Era un libro del que pensaba que no era para mí, no podría ser para mí algo así. Yo andaba en otras cosas y, cuando me paraba a pensar, me reafirmaba en la idea que no, efectivamente, no era para mí. ¿Por qué me iba a interesar la historia de una chiquilla que se esconde de los nazis con toda su familia que eran judíos? ¿Quiénes eran los judíos? ¿Por qué querría leer algo así con un final así de trágico? Por entonces, yo no podía permitirme ese lujo. Ya tenía suficiente con mi infierno privado… Un pavor y un dolor inmensos me invadían solo con mirarlo de soslayo. Sea como fuere, teniéndole conmigo, no quería seguir traicionando su memoria.

Así que te leí, Anne. Te leí entera, te sentí y te vi con mis ojos, te escuché hablar, reír y llorar. Eran tantas las ganas que tenía de abrazarte y de decirte no te preocupes, todo pasará, la adolescencia es así, es natural, es divertida, sin sentido, es un caos, un huracán de sensaciones y un montón de risas y cuchicheos. Es el mundo al revés, Anne.

Portada Diario de Ana Frank

Porque el mundo que te tocó vivir, era eso, el mundo al revés. Y del mundo tú sabías mucho, por eso eras un alma indomable. Te he sentido indómita, aventurera y, a la vez, tierna y dulce. Cierro los ojos y te veo, oigo tus engranajes al abordar otro de tus libros y te escucho correr de arriba a abajo en la casa de atrás, antes del silencio.

Anne Frank

Anne Frank tuvo que refugiarse junto con su familia en una vivienda anexa al edificio de oficinas donde trabajaba su padre, Otto Frank. Otto a sabiendas de lo que se les venía encima, fue preparando la casa para esconderse hasta que la guerra terminase. Los Frank, judíos de la clase acomodada, tuvieron que compartir la vivienda con otra familia judía, en precarias condiciones, pero a salvo de la Gestapo. En este contexto, Anne escribió su diario, a la sazón, en el que volcó sus pensamientos, inquietudes, sueños y esperanzas.

Como diario que era, Anne escribe su confinamiento con la sinceridad de una adolescente, con la tranquilidad de hacerlo sobre algo personal, íntimo y que es lo que le confiere la virtud, la belleza y su carácter único y, diría, irrepetible. Este diario ve despertar su sexualidad y erotismo, reflejado de la única forma que una chica de su edad puede hacerlo, con naturalidad y frescura. La atracción que el hijo de los Van Pels, Peter, y ella se profieren; la relación que tiene con su hermana Margot y que evoluciona, según avanza su diario; el tumultuoso vínculo con su madre; pero, sobre todo, la fidelidad y amor que le profesa al padre. Un oasis de ternura, cordura, sensibilidad, fraternidad, rodeado de barbarie sin sentido, caos, muerte y fanatismo.

Se me ocurren muchas cosas, podría llenar páginas enteras. Me quedaré con la idea que entre tanta maldad aflora lo mejor (y peor) de la condición humana. La valentía, el tesón, la solidaridad, la constancia, el optimismo, el amor y la esperanza de Anne. Una chica a la que le encantaba observar el cielo nocturno y adoraba la belleza de los árboles, que era la más feliz cuando sentía el aire en su cara. Pero por encima de todo, de ser ella misma.

Anne Frank nos dejó un testimonio hermoso. ¿Qué hay más bonito que leer las palabras de una adolescente que es feliz? Porque ella lo fue, a pesar de estar rodeada del infierno. Hasta que le robaron su vida, su risa y sus sueños.

Sería un tópico decir que ojalá los niños nunca tuvieran que sufrir las guerras y los conflictos de los adultos. Demasiadas pinceladas desde el punto de vista antropológico. Pero eso se lo dejo a los entendidos, no es mi caso. Yo solo sabría decir que los niños están para vivir, siendo felices, riendo, jugando, siendo niños. Pero me da que no hemos aprendido nada, el hombre sigue dando muestras de inmadurez. Quede este documento, testimonio, para recordar que la inocencia infantil está por encima de toda la mugre de nuestra condición humana.

Sinceramente creo que estos libros deberían ser propiedad de sus dueños en vida. Deberían ser historias contadas por una señora mayor, mientras enseña instantáneas de un antiguo álbum de fotos. Pero es un libro que trata de los últimos meses de vida de una chiquilla que vive con toda la fuerza de una joven que solo tiene ganas de vivir.

Tomemos conciencia de la vida. Porque la vida es para eso, para vivirla hoy, ahora, en este momento. No lo dejemos para el final de nuestros días, entonces será tarde.

Gracias Anne, allá donde estés.

  • Foto de la portada del libro extraída de megustaleer.com.
  • Foto de Anne Frank extraída de es.wikipedia.org.
  • Foto de familia y Peter van Pels extraída de annefrank.org.
  • Si deseas saber más sobre la historia de Ana Frank puedes consultar en el enlace https://www.annefrank.org/es/.

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«La tabla esmeralda» de Carla Montero.

     Esta es la primera novela de Carla Montero que cae en mis manos y de hecho no será la última. Pero eso, tú ya lo sabías…  Cuando un libro atrapa, a veces lo hace con todas sus consecuencias. He sufrido un secuestro literario y emocional en cuestión de pocas hojas. Tengo que agradecer a mi madre que me lo prestara diciéndome «te va a encantar». Y si ahora estuviera con ella le diría «¡mamá, es adorable… el libro! ¿Sabes eso que cuando empiezas a leer un libro, no menos de la mitad de las veces se hace tranquilamente y despacio? ¿Cómo cuando tanteas a alguien que conoces por primera vez? Pues eso me paso con La Tabla esmeralda. Pero cuando se consolidó la amistad fueron tres o cuatro zancadas. Es curiosa la relación que establecemos con los libros. Algún día escribiré de eso con más detenimiento.

La tabla esmeralda. Blog de Victoria Santisteban.

     No me gusta demasiado acabar tan pronto con una novela tan apasionante, pero es como el dulce que te ponen delante de las narices cuando eres pequeña y te dicen «No vayas a tocar el bizcocho de chocolate…» Claro, seguramente…En fin, que presa de la excitación me lo merendé y cené, aún estando aturdida con la fiebre y con escalofríos que me hacían arremolinar entre la mantas. No hay mejor momento para disfrutar de cada hoja, es como una medicina. ¡Ay, bendita lectura!

Carla Montero. Blog de Victoria Santisteban,

     En esta ocasión vuelvo a repetir, por casualidad, el contexto del conflicto bélico con elementos comunes a alguna otra reseña.  Un libro que nos regala dos historias de amor simultaneas y separadas en el tiempo. Por un lado, conocí a Sarah, que me acompañó por el trayecto de su vida. Casi me pierdo en los ademanes de Georg, era como tenerle delante. Y he corrido junto a Ana con los nervios a flor de piel. Por poco me engaña Konrad en un principio. Y me encanta Alain. Pero de todos los personajes, escojo a Sarah y a Georg. Un amor en contra del tiempo, de las normas, de lo establecido y a contrarreloj.

     Sarah Bauer, una chica judía tiene algo que los nazis quieren a toda costa y la misión de encontrarla a ella y lo que posee, El astrólogo de Giorgione, se la encomiendan a Georg von Bergheim. Décadas más tarde Konrad, un multimillonario alemán coleccionista de arte, le encarga a su novia Ana una investigadora de Historia del Arte del Museo del Prado que encuentre este mismo cuadro con la sola pista de una carta que el propio Bergheim le escribió a su mujer en 1941. Esa obra de arte formaba parte de la familia Bauer que se encargaba de proteger su secreto y ahora era Sarah la heredera de esa pesada losa.

     Ana y yo tuvimos algún roce al principio. Destilaba cierta frivolidad gratuita que no terminaba de digerir. Por fortuna, recupera la relevancia que merece su personaje. La autora y sus intenciones… Pero Sarah, ella es así, tal cual, natural, con la importancia que se ha ganado a pulso.  Von Bergheim es un hombre de valores, que no comprende la barbarie humana, un hombre bueno que viste el uniforme equivocado. Konrad, un rico y excéntrico coleccionista que antepone su interés particular a todo. Y el quinto elemento, el Dr. Alain Arnoux, experto y conocedor en encontrar obras de arte robadas por los nazis. Una mezcla entre hipster, hippie y profesor universitario de La Sorbona que se toma todo como viene, y  que será más que importante, con el que me he divertido bastante. Luego está Teo, el prototipo de amigo gay, alegre y olvidadizo, que roza la ignorancia más despreocupada. Así y con todo esto, la autora ha proyectado en mi tantas sensaciones que ahora me encuentro en una especia de impasse. La partida se ha terminado y yo me he quedado en esa zona en la que miro de lejos buscando a Sarah, y a Georg detrás del espejo, a todos ellos, el ruido de las bombas, el taller de Giorgio, el cuadro, el olor de las pinturas, los ecos del pasado, el amor… Es precioso que esta estela permanezca en el tiempo. Así debería ser, ¿verdad? Así, al menos, lo siento yo.

     Una vez le dije al autor de El secreto de Tiamat, que hay algunos libros que quedan, al final, en la estantería con los “leídos”, pero con la sensación de dejar parte de mi con él y parte de él en mi. Pues este es otro de ellos. Me costó deshacerme de su tacto, odio que me pase, pero es condición sine qua non, todo principio tiene un fin…

     Qué razón tenías Carla, ¡benditas las madres! Bendita la mía que me enseño a valorar los libros más allá de lo establecido. Que dure por mucho tiempo esa imagen de ella devorándolos en el sofá. Y cuando vuelva, me diga que disfrutó con los otros tres ejemplares que en sus manos cayeron.

Escribiendo a mano la reseña de La tabla esmeralda de Carla Montero.

Gracias Carla Montero. V.

  • Las imágenes han sido extraídas de internet y el perfil de facebook
    @Carla.Montero.Oficial con expresa autorización de la autora.

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«Holocausto Manhattan» de Bruno Nievas.

     Sentando la base que ha sido un placer leer esta novela, tengo que confesar que estaba en mi estantería mental desde hace algún tiempo, y ya tenía ganas de ponerme con ella. Al principio fui caminando sobre el libro a trompicones, hasta que nos pusimos de acuerdo en la nocturnidad del dormitorio.

     Conozco a Bruno Nievas desde el papel y las redes sociales, donde tiene una actividad significativa. Su novela «Lo que el hielo atrapa» fue muy buscada y disfrutada. Por ello, tengo que decir que me gusta el enfoque de sus libros, y cómo las traslada al lector. Desde mi perspectiva opino que destila una generosidad literaria a unos niveles más allá de lo normal. Yo diría, como se dice por aquí, que parece «buena gente».

     La temática del holocausto ha sido especialmente tratada y estudiada a lo largo de la historia. Yo, también, tuve una época de interés hacia este tema, pero llegado un punto, dejé las guerras y sus atrocidades guardadas en alguna habitación de mi cerebro. Esta novela nos sumerge en el foco de una trama desde el principio, para ir desarrollándola después con flashbacks entre el presente y el pasado, técnica que me encanta especialmente. Unos personajes conectados por lazos familiares y laborales, nos acompañan por una secuencia de intrigas emocionales con traiciones y decepciones insoportables. Un trasfondo cuya arteria principal es una conspiración terrorista llevada a su última y dantesca consumación.

     Más que atrayente, yo diría que me ha conmovido y perturbado, ambos sentimientos por igual. La transformación de un chiquillo inocente en un ser maligno hasta la médula que arrastra un odio atroz y una sed de venganza insaciables. Cómo tratamos a nuestros niños, así serán en el futuro… Me tiembla el alma sólo de pensar en esas cosas, en esos sitios, en esas personas. Si algo recuerdo de mi niñez, fue precisamente los experimentos que esos monstruos hicieron con ellos. ¿Y cómo una niña tiene esos recuerdos? Ah… Mi padre tenía un libro que se llamaba «Los médicos asesinos» de Hans Rainer. Nunca pude entender por qué tenía un libro de esas características.  Nunca había tocado un libro, si no era para cambiarlo de sitio. Era tan horrendo que no lo soportaba entre mis manos por mucho tiempo. Claro, hasta que me hice mayor y entendí muchas cosas.

     No había oído hablar de las ondas binaurales, las desconocía por completo, hasta esta lectura, claro. Según algunos, las ondas binaurales son una ilusión del pensamiento auditivo (que ocurre al escuchar con auriculares una señal que se emite con frecuencia acústica distinta en cada oído) y que nuestras ondas cerebrales tienden a sincronizarse con la frecuencia binaural. Otros que se trata de una droga peligrosa y para terceros que son muy beneficiosas para desarrollar la mente humana.

     Con todos estos elementos, Bruno ha construido una historia tan grande como la historia real misma. No nos olvidemos que el terrorismo sigue existiendo en toda su dimensión. Y que los atentados del 11-S fueron la culminación de un plan concreto, pero el terrorismo sigue en su escalada de odio, vertebrándose hasta límites infinitos.

     El hombre es el ser más destructivo que existe sobre la faz de la tierra. Lo vemos cada día. Como dijo Abraham Lincoln «Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder».

Gracias Bruno! V.

  • Las fotos incluidas han sido extraidas de la web https://brunonievas.com/ con expresa autorización del autor.

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