Karma, maldito karma.

Por más vueltas que quieras dar para sortear una inconveniente circunstancia concreta, no podrás hacer nada ante el mismo tiempo que termina por tocar a tu puerta.

El karma

Según la web significados.com «Karma significa acción o energía trascendente que se deriva de los actos, palabras y pensamientos de las personas.

Asimismo, recordando la ley de acción y reacción física de Newton que dice ´«Si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), este reacciona contra aquél con otra fuerza de igual valor y dirección, pero de sentido contrario (reacción), podemos entender que todo lo que hacemos, bueno o malo, nos viene de vuelta de forma positiva o negativa.

Entre aquellos que hablamos, muchas veces, que el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio y que las personas dan de sí lo que tienen que dar, también hablamos de un concepto muy bien avenido que, además, suena bonito al pronunciar. Es el de «justicia poética». Parafraseando a Rosario López Durán que escribía esto en la Revista de la Escuela de Derecho de la Universidad Latina, México, allá por el año 2000, «(…) la justicia poética es una variación de la justicia divina, cuya naturaleza y voluntad va más allá de la comprensión de la razón humana, de la ciencia y de una filosofía positivista o materialista».

La justicia poética, divina, el karma o las leyes físicas son conceptos que pululan por el aire que respiramos y de los que no podemos prescindir. Así lo vivimos y así lo experimenta nuestro protagonista.

Los hilos que tejen las costuras de las vidas…

Karma hindú

Aquella noche tenía tanto trabajo que no me di cuenta de la hora. Eran las 3 de la mañana y aún estaba aporreando las teclas del portátil. Me quedé absorto por un momento para, casi inmediatamente, volver a lo mío. Sabía perfectamente que me quedaban otras 2 horas como mínimo.

Sentí que me tocaban en el hombro, pero estaba tan concentrado en terminar que no le di importancia. A veces el cuerpo siente cosas por simples contracciones o calambres musculares, tantas horas sentado es normal. Al cabo de un rato, media hora más o menos, sentí, de nuevo, lo mismo. Y me giré para mirar instintivamente, como el que va a hablar con alguien que te llama desde la distancia corta.

Me puse, ciertamente, en alerta pero era algo más bien sutil que sentido plenamente. Así que retorné al trabajo para acabar y enviarlo lo antes posible. Sin embargo, a los pocos minutos ocurrió lo mismo y no supe si girarme para mirar o no -esto no me puede dar miedo- pensé en voz alta. Me levanté, caminé por el despacho, fui a la cocina, bebí un vaso de agua y me quedé un momento ahí absorto y recordé la cara de Bill Murray en la escena del restaurante de «Los fantasmas atacan al jefe» (escena en la que se encuentra con su jefe, el de la IBC -encarnado por Robert Mitchum- cuando llega Brice Cummings -encarnado por John Glover-, que viene a ayudarle en la cadena de televisión y pone esa expresión de incredulidad).

Decidí acabar y enviar el artículo para que pudieran publicarlo al día siguiente. Y cuando terminé, me giré y, claro, no había nadie.

– ¡Malditas deadlines! En cuanto me ponga al día, todos estos nervios dejarán de existir – pensé.

– Bueno, esto se merece un descanso, mañana será otro día. – Y me fui a la cama pensando que tenía que descansar un poco más.

Aquella noche no dormí muy bien y tuve pesadillas. Hasta donde yo recordaba no había tenido una noche tranquila como Dios manda, que diría mi abuelo, en mucho tiempo. No siempre era capaz de asumir la razón por la qué tenía esas pesadillas recurrentes donde siempre salía la misma persona.

No quise pensar más en ello y me dispuse a darme una ducha, mientras me terminaba el ansiado café matutino. Me había costado tiempo y esfuerzo encontrar el café perfecto y la máquina perfecta. Pero, lo conseguí. Apenas desayunaba. Antes era diferente, antes sí me gustaba preparar una buena tostada, zumo de naranja, o aquello que se terciara. Pero ya no, ahora solo era café. Aunque, a lo que nunca renuncié fue a la canela en rama. Eso era demasiado.

– En fin, Víctor tienes que volver al trabajo…-me dije.

Pasaron los días y me olvidé completamente de aquel incidente nocturno. El trabajo me terminó por absorber de nuevo.

Unos meses después, estaba cubriendo una noticia muy importante, un caso de corrupción en el seno de los estamentos militares, y tenía pruebas de ello. Llevaba dos semanas durmiendo unas 3 horas y el estrés me estaba consumiendo. Y aquella noche, volvió a suceder. Sentí que algo me tocaba el hombro. Me quedé quieto. Me dije que no, que no podía ser -esto es fruto del estrés-, pensé. Y en ese silencio sostenido, entonces escuché algo, era como un susurro. Estaba muy nervioso pensando que mi mente me estaba jugando una mala pasada por los nervios, y cuanto más lo pensaba, más nervioso me sentía.

Unos instantes después el susurro se volvió más claro y escuché:

– No es necesario- dijo una voz firme y sosegada.

Me quedé paralizado. ¿Qué quería decir esa voz? No es necesario. ¿Qué no es necesario? Me giré y pregunté en voz alta -¿quién eres?- visiblemente nervioso y asustado.

– Siempre lo has sabido- dijo la voz. Estuve preguntando al vacío varias veces, pero ya no obtuve respuesta.

Los días posteriores se sucedieron a toda velocidad. Hacía dos meses que había entregado el reportaje al periódico. Éste tuvo consecuencias inmediatas; hubo destituciones, imputaciones, renuncias, juicios y el gobierno estaba tambaleándose. En el periódico, alguien me dijo que estaba propuesto para el Pulitzer. La gala de entrega de premios estaba prevista para el mes siguiente. No podía centrarme en el trabajo, por lo que me pedí unos días para descansar. Ya no me quedaba mucho tiempo.

Aquella noche estaba tranquilo, había gestionado temas pendientes, y me encontraba en el salón, tomando una copa de bourbon. Y entonces ella apareció.

– ¿Cuándo lo supiste?- le pregunté directamente mirándole.

– Siempre lo he sabido- contestó tranquila y sosegada, tal y como recordaba esa voz.

– Lo he dejado todo listo. Le he enviado un email y una carta escrita de puño y letra.-Dije con aceptación.

– ¿Has pedido perdón de forma sincera?- Me preguntó.

– Sí.- Le dije.

– Entonces es la hora. – Me dijo, esperando mi reacción.

– ¿Puedo preguntarte algo? -Le dije mientras me levantaba del sofá.

– Aha… – me contestó algo condescendiente.

– ¿Cómo te gusta que te llamen? -Le pregunté como un niño chico desprovisto de todo temor.

– Me llaman de muchas formas, pero Karma, me gusta. Me puedes llamar así si lo prefieres. -Me contestó con una sonrisa sincera.

– Tardé demasiado, ¿verdad?- Le pregunté con verdadera pena.

– Nunca es demasiado tarde, Víctor.- Sentenció

Epílogo

Víctor era un periodista muy famoso, conocido en los círculos por ser implacable en su profesión y sus reportajes eran temidos. Tuvo una carrera fulgurante, cuyo ascenso meteórico se llevó por delante a todo ser viviente que se interpusiera en ese camino. Ascenso que arrasó con todo, incluida su apasionada y activista compañera de facultad, a la que un polvo no le iba a impedir seguir en esa senda. Y lo hizo de la mejor manera que sabía, levantándole el reportaje en el que llevaba trabajando mucho tiempo. Era el reportaje que la catapultaría a reportera oficial en el nuevo periódico, donde ambos estaban trabajando de becarios.

Celeste desapareció de su vida, con un bebé en la tripa y un cáncer de estómago en ciernes. Y su prometedora carrera se ahogó en el olvido.

Víctor, le dejó todo a su hijo. En la carta todo estaba explicado. Toño, estaba estudiando periodismo, mientras trabajaba en una cafetería por las tardes para pagarse la carrera. Sorpresivamente, el rector pidió verse con él para contarle que alguien, de forma anónima, había donado una cantidad escandalosa de dinero, con la condición que a Toño le concedieran una beca.

– Toño, ¿entiendes lo que te estoy contando?- Le preguntó el señor Díaz a Toño.

Fin.

Enlaces:

  • Extraído de https://www.significados.com/karma/
  • Definición extraída de https://www.elperiodico.com
  • Extracto de la Revista de Escuela de Derecho de la Universidad Latina, núm., 1, septiembre-diciembre de 2000: http://www.revistas.unam.mx
  • Imagen principal extraída de https://es.dreamstime.com/photos-images/karma.html
  • Imagen karma hindú extraída de https://www.freepng.es/png-sszzop/

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Esto no es un cuento de navidad

Aquel día me di cuenta que la ventana tenía un roto en la esquina izquierda de abajo. No era un roto muy grande, pero lo suficiente para que entrara frío. Mi madre lo había pretendido arreglar con cinta de carrocero, pero ya se había mojado varias veces por las continuas lluvias. Entraba frío, de todas formas. Tenía un viejo libro, ya estaba muy estropeado. Le faltaban hojas y, francamente, había conocido días mejores. Quería haberlo conservado más tiempo porque me lo había regalado mi abuela, pero ella habría entendido en qué lo quería emplear. Además, me lo sabía de memoria, lo había leído tantas veces que sabía dónde estaba cada punto y cada coma.

La semana pasada fue el examen de lengua y tocaba comentario de texto. No me podía creer que el título elegido fuese aquel de Dickens. Era inconcebible, casi mágico. Aquel libro, fue el mismo que leíamos una y otra vez mi hermano Timoteo y yo -como él odiaba ese nombre, en casa, yo le llamaba Tim, pero le gustaba menos aún. Siempre nos preguntamos por qué mis padres le pusieron el nombre de un tío abuelo que casi nadie conocía-. Pero, siempre, siempre, le dábamos un beneficio especial en diciembre. Fue un ritual que dejó de serlo hace dos años. Y lo memoricé para recitarlo de cabeza, siempre que me acordaba de él. Así tenía que ser.

Aquel libro…

Ayer, Laura, mi profesora me felicitó por el examen de lengua. Se preocupó por nuestra situación.

Hola, me llamo Blanca, estudio 4º de la ESO y quiero estudiar Filología Hispánica. Vivo en el sector 4 de la Cañada Real. Mi padre es chatarrero y mi madre limpia casas.  Y esto no es un cuento de navidad.

A V. aquella niña que una vez tuvo una luz muy bonita.

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Reminiscencias del pasado

Mientras preparaba la lista de la compra de navidad, recordaba perfectamente la imagen de mi madre mientras hacía la comida de Nochebuena con un día de antelación. No toda, solo aquellas cosas que podían prepararse en la víspera. Ella decía que estaban más buenas, como la berza*, que de un día para otro está mejor. Solía hacer casi siempre las mismas cosas, era como un ritual repetitivo que se hace así, porque así es como se hacen estas cosas. Así que el día de la gran cena nos atiborrábamos con calamar relleno, langostinos cocidos, huevos rellenos, cóctel de mariscos, jamón, queso, y todo aquello que no pasaba por nuestra mesa habitualmente el resto del año. Cada cierto tiempo, la cena era un poco más sofisticada. Para nosotros era muy especial poder comer todo eso, porque era algo que nos acercaba a otra escala social.

Me gustaba ir a comprar sola, a primera hora de la tarde o de la mañana. Si iba al mercado era por la mañana, entonces ojeaba el género y decidía qué hacer. Normalmente era carne en nochebuena y pescado o marisco en nochevieja. Como éramos varios a la mesa, solíamos repartir. Yo solía hacer el plato principal y otros el postre, los entrantes, las bebidas y demás. Cuando tomaba la decisión, iba a tomarme un buen café, pero solo en el bar de Juan, porque yo, que soy muy cafetera, le otorgué la calificación del mejor café de la ciudad. Y es que mira que había probado cafeterías. Ni rústicas ni vanguardistas, ni siquiera aquellas más famosas por solera del apellido de sus dueños.

Era el café de Juan el que secuestró mi olfato y, más tarde, mi paladar. Cuando Juan me veía, ya sabía qué tenía que ponerme. De buena mañana era el grande bien tirado y muy cargado, con leche ardiendo y una pizca de canela en polvo por encima. Y cuando tenía, que no era siempre, me ponía la ramita en vez del molido, que le daba más caché. A la tarde era el solo largo acompañado de chocolate negro y si me veía con prisas, el expresso. Esos eran los momentos, mis momentos.

Siempre me gustaron estas fechas y me obligaba a disfrutarlas porque el resto del año era demasiado ordinario, con una rutina muy pesada. Pero se venían éstas y mi cabeza ya empezaba a cavilar. Adornos, visitas, cenas, viajes, felicitaciones…

Y entonces, todo cambió. Se empezó a hablar de cosas extrañas en las noticias, y el miedo lo inundó todo. La gente se moría y yo lloraba porque no entendía qué ocurría. Ya no podía compartir mis miedos con nadie, excepto ella. Y ella estaba lejos, muy lejos. Y un día, nos dimos cuenta que éramos humanos, y para colmo, que también éramos imperfectos. Así que cogí la disciplina y la experiencia y me las puse de traje. Era rutina, sí, pero era distinta. Fue adaptación y comprensión, así de simple.

Nuestro aspecto ha cambiado sutilmente, pero seguimos siendo aquellos que brindábamos cara a cara en la mesa. Y ésta, lo haré con ella, de nuevo, por vídeo llamada, como si estuviera aquí conmigo porque sé que ella siente cada palabra de este cuento. Y si por ella fuera, estaría aquí, conmigo, que iría al mercado, conmigo, y que se tomaría un café con canela en el bar de Juan, conmigo. Pero la distancia física es la que es.

No me cabe duda que somos almas perdidas en la inmensidad de este vasto universo. Así que cuando una de ellas tiene el privilegio de conectar con otra, y solo cuando eso sucede, se produce el mayor resplandor que se pueda experimentar. Es la chispa misma de la vida, es el amor. Una palabra tan alabada como denostada. Y es que, hasta que no entendamos qué significa en toda su amplitud, no podremos comprender por qué tenemos que felicitarnos por Skype o WhatsApp, o ponernos en los zapatos de la médica o el enfermero que están agotados, o ponernos la mascarilla porque así lo dicen los protocolos, o hacer eso que se hace cuando hay una pandemia.  Amor, empatía, generosidad, honestidad, responsabilidad, podemos llamarlo como queramos.

Así que yo voy a hacerme un café con canela y chocolate negro, aquí en mi casa, y no voy a escribir la nota de compra de navidad, porque estoy sola y estas fiestas no salgo de casa, salvo cuestiones imprescindibles. Tampoco iré de viaje y meditaré si coloco adornos, según esté. Si me levanto de buenas, los pongo, si me levanto con la izquierda, no. Y ella y yo, nos felicitaremos por vídeo llamada, porque el amor es así de correcto. Que ya vendrán tiempos mejores, esos en los que nos moveremos como pez en el agua. Y seguiré recordando aquellos momentos en los que mi madre cocinaba aquellas cosas tan ricas para navidad y veré su cara, en este sueño lúcido, con tanta claridad como si la tuviese delante y no querré despertar…

Ella (y la lista de la compra)

A mi madre, la de verdad, porque ella diría, «Y no salgo porque no me da la gana». Te quiero, feílla.

*Berza: Plato típico almeriense, principalmente de los pueblos de Alcóntar, Bayarque, Serón y Sierro. Es un cocido con la berza como verdura, patatas, garbanzos, tocino, morcilla, jamón y mano de cerdo (información extraída de https://saboresalmeria.com/informacion/berza).

#cuentosdeNavidad #UnaNavidaddiferente

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«Un amor de leyenda»

Canciona.com®

Hoy el post del blog trata de algo que le he regalado con mucho amor a mi compañero, amigo, marido, pareja, mi partner del camino, de vientos y de brisas, Fran.

Siempre le digo que me diga algo bonito y él me responde que es de ciencias… Hoy soy yo la que le dice algo precioso, porque un «te quiero» ya no me parece bastante…

Se trata de una canción que he podido ofrecerle gracias a Canciona, una empresa compuesta por un grupo de profesionales que trabajan en el mundo de la música y que hacen cosas tan bonitas como estas que podéis escuchar un poco más abajo del post y al final de la letra.

Gracias infinitas a Belen y Javier, que fueron el resorte que activó el cambio hacia un nuevo horizonte. Os quiero tanto…

Espero que disfrutéis de esta canción tan linda que cuenta nuestra historia. Gracias a Canciona porque lo ha sabido plasmar y gracias a la vida por habernos dado la posibilidad de vivir tantas cosas hermosas. No hace falta un cumpleaños, un aniversario o una fecha especial. Cualquier día, de un mes cualquiera, de un año cualquiera…

Y llegamos, y los vimos, y fue una explosión de emociones…tres veces…

Cuenta una antigua leyenda
Del Japón milenario
Sobre un rojo hilo,

Que a pesar de la distancia
Y de las inclemencias
Hay destinos unidos,

En los meñiques de Fran
Y de Vicky siempre habrá
Una arcana atracción,

El Ying y el Yang, la prudencia
Y la febril urgencia,
La luna y el sol.

Dos jóvenes en un barrio,
Que caen en secundaria
Y coinciden en clase,

En el instituto nocturno
Por fin le llegó el turno
Al amor y a sus cauces,

Hubo conjuras y males,
Qué ilusos los mortales
Que osan cortar el hilo,

Y es que a veces hay amores
Cuantos más años mejores,
Que son como el vino.

Lucharon contra gigantes
Crisis y tempestades,
Penurias y fatigas,

Con clases particulares,
Tatuajes temporales,
Joyería de resina,

No se borró con los años
Un amor indeleble
Y el destino los premia,

Vicky y Fran, la luz propia,
Guerreros de Terracota,
Un amor de leyenda.

Pasaron más largos años
Y a veces una fuerza
En el meñique sentían,

Entre entrevistas de trabajo
Se vieron en la puerta
De una cafetería,

Dieciséis años después,
Otra etapa, otro barrio,
Mismo hilo de antes,

Será esa leyenda oriental
O será el sortilegio
De los eternos amantes,

Lucharon contra gigantes
Crisis y tempestades,
Penurias y fatigas,

Con clases particulares,
Tatuajes temporales,
Joyería de resina,

No se borró con los años
Un amor indeleble
Y el destino los premia,

Vicky y Fran, la luz propia,
Guerreros de Terracota,
Un amor de leyenda.

Y el diecisiete de Julio
Allá por dos mil quince
Por fin todo cambió,

Después de tanto infortunio
Una noticia de oriente,
Lloraron de emoción,

Ahora ese hilo es tan corto,
Viven en china y sus rostros
Satisfechos se muestran,

Vicky y Fran, la luz propia,
Guerreros de Terracota,
Un amor de leyenda.

«Un amor de leyenda»

Autor letra: Kako.

Música y arreglos: Equipo de canciona.com®.

Un amor de leyenda (Autor: Kako y equipo de canciona.com®)
  • Foto del post extraída del archivo personal.
  • El audio que se adjunta es un tema compuesto en su totalidad por el equipo de Canciona.com®.
  • Aviso Legal  donde se especifican los usos permitidos que Canciona garantiza: PROPIEDAD INTELECTUAL. DERECHOS DE USO DE LA CANCIÓN.

Los derechos de explotación en materia de propiedad intelectual corresponden en exclusiva a CANCIONA. El cliente (usuario de la web), mediante el pago del precio, queda autorizado a recibir un soporte sonoro incluyendo grabación, interpretación y obra con la única finalidad de escucharlo de forma ilimitada en su círculo particular, personal o privado, así como grabar nuevos soportes con la misma finalidad (disco duro, pendrive, CD, etc.).

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La metamorfosis de Franz Kafka.

La transformación en un insecto como metáfora de la angustia, deshumanización y pérdida de identidad.

Gregorio Samsa, que trabaja muy duro como comercial de telas, se levanta una mañana con la sensación de haber tenido un mal sueño. El hecho de tener que mantener a toda su familia le sobrevuela amenazante como una espada de Damocles. Esa mañana descubre horrorizado que se ha transformado en un insecto, una especie de escarabajo, cucaracha o algo similar.

Portada

Una persona normal, se hubiera tirado al vacío desde la ventana. Al fin y al cabo, lo que Gregorio está viviendo es un fenómeno extraordinario e inexplicable. Pero, paradójicamente, el desasosiego que siente se convierte en el combustible que alimenta y gira en torno a la ansiedad que le produce no ir al trabajo. Por eso, intenta acostumbrarse a su nueva morfología sin dejar de perder de vista la delicada situación económica familiar.

Durante la transformación de Gregorio, incomprendida por su entorno, a excepción de su hermana, experimenta episodios como el de la visita del gerente. Éste se persona en casa para interesarse por su falta de asistencia al trabajo. Pero nada más lejos de ser por motivo de preocupación, Gregorio escucha como el gerente intercambia ciertas palabras desagradables con la familia, en la que no sale muy bien parado.

El señor Samsa le reprocha, visiblemente enfadado, el desinterés por no ir al trabajo. Es por lo que ante la situación económica, la familia decide alquilar una habitación y apartan y mantienen en secreto a Gregorio en su cuarto.

Gregorio está desesperado porque no solo mantiene a la familia, sino que ayuda a pagar las deudas por la quiebra de un antiguo negocio del padre, por lo que no entiende que le hagan eso.

Una noche, mientras Grete toca el violín para amenizar la noche a los inquilinos, Gregorio sale de la habitación para escucharla, espantando a los comensales que se marchan sin pagar la estancia.

A partir de este hecho, Gregorio, incomprendido, se aísla definitivamente en su habitación y la angustia le lleva a dejar de comer y beber. Su hermana, que es la única que le había estado atendiendo, termina por dejarlo ante la imposibilidad de poder cuidarle como debía. Gregorio hacía tiempo que se había abandonado a sí mismo, dejando su bienestar de lado.

Finalmente, la criada encuentra muerto a Gregorio, en la más absoluta soledad, tras días de aislamiento y falta de alimento.

Para entender esta novela tendríamos que retrotraernos al contexto histórico. Como sabemos, esta novela fue publicada en el año 1915, cuando comienza la Primera Guerra Mundial. El hombre hace frente a una serie de cambios económicos, sociales y políticos en un momento en el que, además, el mundo en general está más deshumanizado.

Kafka

Asimismo, la propia novela sería el reflejo de lo que algunos han querido relacionar con el trato que Franz Kafka tenía con su padre. De este último se decía que tenía un comportamiento opresivo y despótico hacia él.

Vemos el devenir de la novela desde la pérdida de identidad, vista desde el momento de la transformación en un insecto, en el que el individuo se deshace de toda condición humana, hasta la falta de utilidad, cuando alguien deja de ser necesario.

Cuando leí este libro no pude dejar de acordarme de una que me contaba mi madre. Cuando mis padres se casaron, no tenían casa propia, y más allá de lo que diría Virginia Woolf, solo tenían dos sueldos. Se fueron a vivir a casa de mi abuela. Pero la historia no es esa, que ya veremos en otro momento, la historia es que mi padre tuvo que entregar el sueldo que ganaba en su casa justo hasta el mes anterior a casarse. Mi padre, hijo de madre soltera, no era muy querido, en realidad no era nada querido en su familia, pero su dinero sí. Mi padre ya se había convertido en un insecto y anduvo por la vida así, como un insecto toda su vida.

Yo, más bien, creo que lo convirtieron en un insecto y él no disponía de las herramientas para sortear las cosas de la vida. Solo unos pocos conseguimos verle de verdad, detrás del caparazón. Pero de eso, también, hablaré en otro momento.

Al final, esta historia es una experiencia que quien más, quien menos ha vivido de una u otra forma. Porque, ¿quién no ha sacado beneficio de alguien en algún momento? y ¿de cuántos de ustedes se han beneficiado? Y ¿con malas artes? Algunos hemos estado más en un grupo que en otro y otros han sido más desobedientes y egoístas. ¿De qué grupo eres tú?

Hasta la próxima pecadores…

V.

  • Imagen del post extraída de http://www.experienciasliterarias.es/
  • Foto del autor Franz Kafka extraída de https://www.culturagenial.com/

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La pérdida, por V. Santisteban.

Para una familia…

Esta vida alberga espacio para muchas cosas. Podemos vivir circunstancias para las que nos preparamos durante toda nuestra existencia. Y, también, podemos experimentar otras tantas para las que no nos preparan, o no nos preparamos, o simplemente, no queremos prepararnos. Nuestra vida es el resultado de todo eso, de lo bueno vivido y disfrutado, y de aquello distinto, triste y oscuro. Y esa parte oscura, nos queda grabada con el fuego del dolor en nuestra alma.

La pérdida tiene mucho nombres y es el resultado de sus propios síntomas que, casi siempre, son los mismos. Falta de aire para respirar, angustia, desasosiego, falta de anhelo por la vida, desesperanza. La pérdida es universal, nadie está libre de vivirla y es una de las pocas cosas que nos coloca al mismo nivel. Y es que a todos nos llega. Pero, incluso ese momento tan personal, suele estar condicionado por factores externos. Elementos que se escapan a nuestra comprensión y sentido de la justicia. Como le decía a una buena amiga, tanto tienes, tanto vives. Es una sentencia durísima, pero los acontecimientos recientes reflejan que no ando desencaminada al respecto.

Todos hemos perdido a un ser querido. Y es de esas cosas oscuras que no queremos que pasen nunca. Cuando un ser querido se va, la vida se revuelve a nuestro alrededor. Todo pierde sentido, todo se trastoca, todo se tambalea y entramos en la espiral del duelo. El duelo duele, duele mucho. Y el momento en que perdemos a alguien, ese preciso momento, es en el que una punzada aguda de dolor nos atraviesa por completo. Es un dolor distinto a cualquier dolor sentido antes.

Todo se detiene, todo, excepto aquello que tiene que ver con la propia burocracia del sepelio. Porque la maquinaria del sistema sigue funcionando, aunque no entendamos nada de lo que ocurre. Apenas eres golpeado por un shock emocional sin parangón, debes gestionar. Y es cuando acaba ese proceso, cuando la vida te reclama de nuevo y te exige que vuelvas al camino, que no te detengas. Hay que seguir, seguir respirando, seguir levantándose de la cama, seguir, seguir, seguir. Pero el cuerpo no nos obedece y es porque no queremos hacer nada de eso. Queremos parar, queremos cama y silencio.

De todas las experiencias de esta vida terrenal, quizás la pérdida de un ser querido sea, con diferencia, la más difícil. Y es que nadie quiere llegar a vivirlo, no queremos vivirlo, no queremos perder a un ser querido, porque es querido.

Pensamos que nuestros padres nos durarán eternamente y ellos piensan que se irán antes que nosotros, es lo normal, sería lo más normal. Pero, a veces, el universo en su infinito y macabro sentido del equilibrio, le da la vuelta al devenir normal de las cosas. Y nos arrebata lo más bonito que la vida te ha regalado, el amor filial de los hijos. Este amor es un amor que se retroalimenta de padres a hijos y viceversa. Y es que cuando un hijo se va, algo no cuadra, algo no encaja, algo va contra natura. Es un hecho imposible, es la casa construida por el tejado, es ir contracorriente y en sentido contrario al de las agujas del reloj, es anormal, es el mundo al revés, es una pesadumbre sin sentido, es la oscuridad sin fin.

El dolor de perder a un hijo es un dolor tan insoportable que se vuelve intolerable. El niño de nuestros ojos, la luz que aclara el camino, el sonido que alegra cada instante, ese ruido de fondo que nos acompaña desde la gestación. Perder un hijo es como si te arrancaran un trozo de tu ser, con el que es imprescindible vivir.

Cuando se pierde a un hijo tras un largo proceso de enfermedad, el dolor, ese dolor que se ha ido guardando y almacenando en un lugar bien alejado de su mirada, sale a reclamar su espacio por derecho propio. Ese dolor, fruto de la lucha contra el sistema, contra la enfermedad, contra el tiempo y las inclemencias que esta vida nos pone en el camino, como piedras gigantes que no nos dejan avanzar, nos reduce a la mínima expresión de nuestro ser. Nos merma dejándonos hechos un ovillo enredado que antaño tejía risas y algarabía.

Cuando un ser especial, un ser lleno de luz se va, nos quedamos más huérfanos, nos vemos perdidos. Nuestras melancolías nos conducen por senderos nunca transitados. Y tenemos que aprender que debemos continuar por travesías sin esa mirada mágica, sin esa pose estoica, fuerte y madura.

Y queda el vacío de las palabras no dichas, de risas no reídas, de anécdotas no contadas y de abrazos infinitos por dar.

Al final, somos castillos de arena que desaparecen con la espuma del mar. Somos polvo de estrellas que vuelven al firmamento para observar el devenir del mundo y velar por los nuestros.

A Raquel, con todo mi amor. Allá donde estés, seguirás brillando más allá del tiempo…

V.

  • Foto destacada, extraída del archivo personal.

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El fin del invierno. V.

Lirios

A través de la vereda vibrante

inspiro la corriente matinal,

y divagando por el vespertino,

el rocío surge en el festival

de la fronda aprendiz iridiscente.

Dulce perfume, novel paladino

que susurra anodino

promesas tan hermosas,

tiernas como mimosas,

revelándoseme la odisea de Ulises.

Me voy alejando con cielos grises

y arribo al paso de la ulterior era

donde lirios añiles

van dejando paso a la primavera.

V.

#versosprimaverales #poesía #estancia #primavera #poemas

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Cierre del IEDA.

Cuando la política se convierte en el ariete contra una educación pública y viable, que se ha venido vertebrando y llegando a personas con circunstancias tan distintas como necesarias. Un proyecto educativo tan hermoso que no se entiende su desmantelamiento.

He sido, y aún soy hasta que no acabe oficialmente el curso, alumno del IEDA durante 5 años. Se podría decir que soy una alumna veterana. Pero no te preparan para afrontar un desenlace como este, ni siquiera con una veteranía consolidada.

Cuando empecé esta aventura éramos dos, mi marido y yo, los que nos matriculamos a la vez para estudiar idiomas. Con cuarenta y pico y nos metimos en este berenjenal… Él con chino y yo con inglés, porque por fin me decidí a ponerme al día con este idioma tan cojonero. Y es que era la mosca que daba por saco continuamente. Y aún lo hace cuando llega el momento de entregar los ejercicios puntuables de cada unidad. Aún me pone nerviosa, me quita el sueño y me aturde el proceso normal de pensamiento. Me quedo tanto en blanco, que pienso de forma sistemática que no sirvo, que no sirvo, que no lo voy a hacer bien.

Cuando empezamos esta aventura, todo era normal, pero se nos complicó una mijilla cuando cruzamos el charco, el continente, la mitad del mundo, porque no nos conformábamos con menos y como se suele decir ya que haces algo, hazlo bien. Estudiar en una institución de estas características nos brindó la oportunidad de engrosar nuestro currículo, porque tenía una plataforma que nos ofrecía los contenidos para ello. Unos contenidos y una estructura respaldada por un vasto equipo de docentes que son necesarios para cualquier actividad docente, aunque algunos políticos se empeñen en crear confusión al respecto.

Como estudiantes en el extranjero, hemos invertido tanto o más que otros alumnos, pero no podríamos haberlo hecho de no haber tenido una INSTITUCIÓN PÚBLICA que nos hubiese dado la oportunidad para ello. Y esa es la idea principal de todo esto, LO PÚBLICO. Lo público fue lo que nos arropó para estudiar, lo que nos dio la oportunidad de conocer otras personas, en otras circunstancias y entablar algo más que una relación de compañeros y/o alumno-profesor.

Este año he terminado el segundo de B2 de inglés. La certificación oficial se me presenta algo dudosa porque la situación sigue siendo muy delicada. Estar tan lejos implica cosas muy buenas, pero también genera sacrificios para los que, a veces, no estamos preparados. El 2020 ha sido un año para recordar y no olvidar, un año de solidaridad, sacrificio, dedicación, devoción y profesionalidad por parte de colectivos que se han dejado la piel por todos. El IEDA nos brindó un servicio en un momento crucial, como no podía ser de otra manera, no dejó de funcionar, se adaptó, como tantos y tantos docentes en la Educación Pública andaluza. Unos actos que, última instancia, no han sido justamente reconocidos por los que se suponen que tienen que hacerlo.

Con este desmantelamiento, pierde lo público y gana lo privado, pierden estudiantes y gana determinado sector político, pierden los docentes y gana esta Junta de Andalucía hambrienta por desmantelar todo aquello que funciona. Iremos comprobando, con el paso del tiempo, todo lo que adelantó el Claustro de Profesores del IEDA en el comunicado oficial, que a continuación os traslado.

Y me resta decir que solo tengo palabras de agradecimiento para esta institución. Os echaré mucho de menos.

Gracias, V.

Fran y Victoria, alumnos de IEDA en China

DECLARACIÓN PÚBLICA DEL CLAUSTRO DE PROFESORES DEL IEDA ANTE EL ANUNCIO DE SU PRÓXIMO CIERRE*.

La actual pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de una infraestructura técnica y didáctica que sea capaz de atender al alumnado de Andalucía tanto de forma presencial como on line.

Escribimos desde el Instituto de Enseñanzas a Distancia de Andalucía (IEDA), un centro único por su manera de entender la enseñanza y por aquellos a quienes va dirigida su labor educativa. Se creó ya hace 12 años como una apuesta de la enseñanza pública por el compromiso social y la calidad educativa, un proyecto arriesgado que, partiendo de un modelo pedagógico alternativo, pretendía llegar a todos los rincones de nuestra comunidad, sin importar la situación personal de quien estuviera dispuesto a retomar su formación o lo alejado que estuviera de los centros educativos.

A lo largo de estos años el profesorado del IEDA se ha empeñado en facilitar los estudios de su alumnado con la creación de decenas de miles de contenidos y tareas; objetos educativos que se han puesto libremente a disposición de toda la comunidad educativa dentro y fuera de Andalucía (todos estos materiales están alojados en la web CREA: Contenidos y Recursos Educativos de Andalucía).

Decenas de miles también es el número de personas que se han matriculado en nuestro centro: personas adultas que querían retomar su formación, personas enfermas, deportistas de élite, jóvenes, mujeres y migrantes con dificultades sociales, menores privados de libertad y un largo etcétera (entre ellos estudiantes de música, de asignaturas no ofrecidas en sus centros, residentes en el extranjero…).

El pasado 15 de marzo, la Consejería de Educación y Deportes confirmó, primero en Mesa Sectorial y después en una reunión con el equipo directivo del centro, que el IEDA se cerraba y que se abría un nuevo modelo de enseñanza a distancia. La Consejería ha denominado “salto de calidad” a la distribución de esta enseñanza en dieciocho centros educativos repartidos por toda Andalucía (institutos provinciales de Educación Permanente, escuelas oficiales de idiomas, ubicados prácticamente todos en las capitales provinciales), esgrimiendo un argumento realmente absurdo e incomprensible: que la cercanía de los centros al alumnado mejorará el rendimiento escolar y la atención a estos.

La enseñanza a distancia tiene unas características que la diferencian de la modalidad presencial, pero también de la semipresencial: el alumnado requiere una atención específica y una flexibilidad en la entrega de sus trabajos que no se ajusta en absoluto a ninguna otra modalidad de enseñanza. La enseñanza a distancia exige una formación muy especializada del profesorado que la atiende y que no puede ser equiparada a la experiencia telemática de unos meses durante la pandemia. Y exige una infraestructura técnica que no puede desplegarse en apenas unos meses.

Despreciar estas diferencias supone desconocer la realidad de esta enseñanza a distancia; la distancia no necesita de la cercanía geográfica. La llamada “deslocalización” no supone cercanía para quien resida en una localidad distante de la capital o tenga su residencia en el extranjero; la cercanía se establece con la atención personal a cada estudiante que la necesite, a menudo en un horario que excede al lectivo, con el compromiso de un equipo coordinado que decida las líneas de actuación, idénticas para quien resida en un barrio céntrico de una capital y para quien viva en la más lejana pedanía de cualquier provincia.

La “deslocalización” puede conllevar otra consecuencia muy grave: que no se pueda asegurar una oferta educativa completa en todos los centros. El profesorado de los centros propuestos por Consejería tiene su horario fijado y no puede asumir, sin más, una mayor carga horaria.

Determinados niveles de enseñanza y ciertas asignaturas no se van a poder ofertar en todas las provincias.

¿Qué prefiere un joven deportista que quiera estudiar, un estudiante de música, un menor privado de libertad o un residente en un pueblo alejado de la capital provincial? ¿La cercanía geográfica o un experto en educación a distancia con flexibilidad horaria? ¿Para qué sirven 18 centros que no van a ser dotados en los meses que quedan para iniciar el nuevo curso de la infraestructura técnica ni de la formación necesaria para el profesorado que atenderá esta modalidad de enseñanza a distancia?

La enseñanza a distancia no es un lugar geográfico, es un espacio de compromiso personal en la atención al alumnado. La trayectoria profesional del IEDA está expuesta públicamente y puede ser consultada, inspeccionada, analizada y juzgada por quien así lo desee.

Por todo ello, el profesorado del Instituto de Enseñanzas a Distancia de Andalucía, tras acuerdo por unanimidad en sesión de claustro celebrada el 18 de marzo de 2021, insta a la Consejería de Educación y Deporte de la Junta de Andalucía a mantener tal y como se ofrece en la actualidad la enseñanza a distancia en el Instituto de Enseñanzas a Distancia de Andalucía (IEDA), y como garantía de coordinación de una atención equitativa a todo el alumnado y de una oferta universal de todas las enseñanzas en un centro público, especializado y de calidad.

Imagen del comunicado oficial del Claustro de Profesores del IEDA


Fdo.: CLAUSTRO DE PROFESORES DEL IEDA.

  • Comunicado oficial y la imagen destacada autorizados a su publicación por el IEDA.
  • Enlace para recogida de firmas en change.org: https://www.change.org/p/consejero-de-educaci%C3%B3n-y-deporte-de-andaluc%C3%ADa-salvemos-el-ieda-instituto-de-ense%C3%B1anzas-a-distancia-de-andaluc%C3%ADa?recruiter=691439762&utm_source=share_petition&utm_campaign=psf_combo_share_abi&utm_medium=whatsapp&utm_content=washarecopy_27807513_es-ES%3A0&recruited_by_id=4bb05700-0334-11e7-9052-3ba2f45a5e86
  • Imagen incluida en el post, extraída del archivo personal.

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«Aislado de ti» por Victoria Santisteban

Amor en tiempo de pandemia. Porque el amor es atemporal, no tiene fronteras ni cadenas que le confinen…

Amor en tiempo de pandemia

Confinado en el pasado reciente

Anhelo tu mirada sosegada

La que fue rutina nos es cortada

Y vuelve a nosotros frecuentemente.

Me agarro con sentimiento ferviente

A su inexcusable llegada ansiada

Oír la respiración de mi amada

El sonido de su verbo inocente.

¡Ay su almohada emana su perfume!

Embarga mi alma, apenas yace muerta

Abrazado, no vencido e incólume.

Amor verdadero

Y percibo que esta vida presume

De robármela de forma encubierta

Por algo invisible que la consume.

V.

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«Recalculando recuerdos»

Cuento de navidad

Había una mesa, de aquellas de las de antes, de las que se llamaban de camilla. Alrededor de ella giraba casi toda nuestra vida. Recuerdo que mi madre me enseñaba a coser de tarde en tarde. Hay una fotografía que lo demuestra. En una de ellas estoy concentrada en tal afán y en otra estoy mirando a mi madre que en ese momento dispara la cámara. Es ley de vida.

Empiezo este cuento desde el final, ¿o es desde el principio? Principio y fin se funden en un solo instante. No lo tengo del todo claro. Mi memoria anda atascada desde entonces. He tenido que aprender de todo, de nuevo. Pero por alguna extraña razón, siempre recordé aquel momento. Son los misterios de la mente.

Alguien me ha contado que estuve tres meses en coma porque no sé qué bicho cogí un fin de semana que fui a visitar a mi madre. De repente, una analepsis me retrotrae a una escena del pasado. Ella con la paila de paella, repartiendo en los platos, porque ella dominaba el arte de repartir, mientras yo le decía –¡Espera, espera que le tiro una foto para Instagram–, mientras ella me dice –¡Ay que ver la manía de hacer fotos y no disfrutar del momento!  Un escalofrío recorre mi cuerpo. Y todo se vuelve blanco…

Me despierto porque alguien me está tocando, es una chica que va vestida de verde. Parece enfermera. Me dice que está dándome rehabilitación en las piernas, porque por lo visto quedaron algo atrofiadas del tiempo en coma. Le pregunto quién es la señora de la foto de la mesita. Me dice que es mi madre. – ¿Por qué no la recuerdo? le pregunto. – Porque has estado en coma y eso a veces afecta a la memoria. – ¿Dónde está? – Eso debes preguntárselo al médico. No te preocupes, estará aquí en media hora. Vas muy bien, estás recuperándote muy rápido. Es posible que la semana que viene puedas volver a casa.

Esta mañana ha venido un chico a verme. Un chico joven y apuesto. Dice que es mi marido. ¡Qué suerte!, pienso. Es amable y dulce. Yo le hago preguntas y él me va contando cosas. Pero su semblante se torna diferente cuando le pregunto por la señora de la foto. Me dice que es mi madre y que le ha ocurrido algo. Algo sucede porque ya no recuerdo nada, todo se vuelve blanco.

Mientras sigo en el arduo menester de recordar todo, estoy mirando por la ventana cuando veo a mi marido saludarme. Llega con la compra. Lleva una mascarilla puesta, como casi todo el mundo. Esta noche haremos algo que aún no tengo del todo claro. Pero es algo especial. Lo sé porque hay luces de colores en casa y un árbol con adornos. Y también está la foto de aquella señora. Es tan guapa, pienso.

Árbol

Mientras cenamos, miro la foto y me estremezco. Miro a mi marido con expresión de incredulidad, él me mira y me abraza.

Entonces todo se vuelve blanco…

V.

  • Imagen destacada extraída del propio archivo personal.

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