«Rebelión en la granja» de George Orwell.

Los 7 mandamientos:

  • Cualquier cosa que ande en dos piernas es enemiga.
  • Cualquier cosa que ande en cuatro piernas o tenga alas es amiga.
  • Ni un animal usará ropa.
  • Ningún animal dormirá en una cama.
  • Ni un animal beberá alcohol.
  • Ningún animal matará a otro animal.
  • Todos los animales son iguales.

(…) cuatro piernas, bueno; dos piernas, malo (…)

Rebelión en la granja.

Curiosa la idea romántica que a veces nos hacemos de ciertos libros. Siempre tuve una idea distinta, distorsionada e incluso cómica de «Rebelión en la granja». Imagino que el celuloide juega malas pasada, y una se deja llevar ante el desconocimiento. Es lo que pasa cuando vemos material visual antes de leer.

Todos los animales son iguales…

Rebelión en la granja transcurre en la granja Manor propiedad del Sr Jones, un personaje del que se dice que pudo inspirarse en Nicolás II, último emperador ruso y dado a la bebida que, además, odiaba al pueblo. Una granja con animales de rasgos antropológicos y humanizados que se unen bajo el mando del viejo cerdo Major cuyas ideas de justicia pretende guiarlos hacia una sociedad más igualitaria y autónoma. ¿Podría haber estado inspirado en Marx? Muy posiblemente. Así que según su filosofía, los hombres son enemigos y los animales son camaradas e iguales. Al poco tiempo de iniciar su rebelión, Major muere y el mando lo asumen Bola de Nieve, Chillón y Napoleón. Entre los cambios de los nuevos mandatarios están la sustitución de la bandera de la granja por la del régimen recién instaurado, y la creación del himno «Animales de Inglaterra».

Portada Rebelión en la granja

Asuntos como la amistad o enemistad de algunos animales o la edad de jubilación se votan en asamblea, así como la alfabetización de los camaradas y, por supuesto, la rebelión. Y un día, por fin, consiguen expulsar a los humanos de la granja, instaurándose la nueva era. La granja crece y Napoleón se hace con el mando total de ésta. A partir de entonces, se suceden censuras y prohibiciones. El poder termina por corromperle, volviéndose igual o peor que el antiguo dueño humano. Cerdo y humano se habían vuelto indistinguibles.

Cuando leí 1984 sufrí una especie de conflicto en mi interior a sabiendas de ciertas acciones por parte de Orwell. Me encontraba atrapada entre el autor y la persona. Como autor, no me disgusta, me interesa y me produce curiosidad. No así como persona, lo que me causa un profundo malestar. De hecho, este es el motivo por el que haya tardado tanto en publicar mi siguiente post, el de este libro. Y es que, no consigo mantenerme al margen de aspectos que, finalmente, no afectan al desarrollo e interés del escrito. Y mira que pongo empeño en ello, aunque me sigan desconcertando ciertas pinceladas de la vida del autor.

George Orwell

Parece ser que Orwell se inspiró en la Revolución Comunista de 1917 y la era estalinista rusa y deseaba denunciar la dictadura de Stalin. Años más tarde, se conocería la terrible realidad a través de la pluma de Gareth Jones, periodista galés que tuvo la osadía de publicar la verdad sobre la hambruna soviética de 1932 hasta el año siguiente, así como el llamado Holodomor o Genocidio Ucraniano. Hasta entonces algunos intelectuales del occidente simpatizaban con el régimen soviético. Como suele pasar con estas cosas, The New York Times publicó todo lo contrario a lo manifestado por G. Jones. Muy probablemente, George Orwell podría haberse inspirado también en Jones.

Un reflejo de los totalitarismos aplicados por sistemas corrompidos y por personas que persiguen una sola cosa, su propio interés en detrimento de la sociedad. Una novela atemporal y alegórica, más vigente que nunca, que ha tenido su versión en la gran pantalla en más de una ocasión, en la radio, en comics, e incluso en videojuegos.

Y es que, entre la justicia y la igualdad existe una frontera por la que discurre la ignorancia, la ausencia de memoria, el olvido y el conformismo. Una combinación muy peligrosa y, por desgracia, tan presente en estos tiempos. Un arriesgado cóctel con el que algunos países convierten la esclavitud en una falsa sensación de libertad, cuando la mezclamos con toques capitalistas.

Pero de todos, el peor a mi modo de ver, es el conformismo. El conformismo permite y facilita el paso de todo lo demás. Es una frontera sin vigilancia. El conformismo no duele, no pesa en el alma, salvo, claro, cuando uno abre los ojos. Entonces se convierte en un dolor insoportable que se cura cuando la ignorancia desaparece y calma el estado de desasosiego.

Y es que solo hay que poner el sistema capitalista al servicio de algunos regímenes para expandir la felicidad como sentimiento generalizado. Todos están contentos, todos trabajan contentos y todos viven contentos y felices. Y así se le traslada al mundo entero, aunque no de forma tan radical como el último momento vivido por Winston en 1984, cuando acepta al gran hermano con todo su amor. En la vida real, todo es más sutil.

Decir que las mentes críticas son muy molestas en los sistemas totalitarios, sería un eufemismo algo doloroso. Son sistemas que anulan al individuo y los individuos como Boxeador, se dejan la piel y sacrifican la vida en pos de trabajar más duro, como mandan los cánones, aún a costa de ser traicionados.

Hoy en día existen muchos «Boxeadores» que se desloman toda su vida para obtener decepción y traición como recompensa. Algunos seguirán viviendo así y vivirán inmersos en un mundo feliz, aparentando ser felices, o siendo felices de verdad, como Winston. En cualquier caso, todos, absolutamente todos disponemos de las herramientas suficientes para llegar a la verdad. Siempre y cuando queramos conocerla…

Porque cualquier totalitarismo es un cáncer, este es un libro necesario y, como digo en algunas ocasiones, la lectura nos hace libres y mejores personas.

V.

Imágenes del post:

*Imagen del post extraída de https://www.latercera.com/

*Foto de portada del libro extraída de amazon.es.

*Foto del autor extraída del perfil de twitter @OrwellQuotes.

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La familia.

Microrrelato

Siempre me encantó la vista desde mi ventana. Desde que me mudé, puedo disfrutar de la nieve en invierno. En otoño me encantan los coloridos contrastes de las hojas de los árboles. El prado es tan extenso en entretiempo, que no me llega la vista hasta el horizonte. Mientras que el estío suele traerme las risas de los infantes mientras chapotean en el agua.

«Faceless» de Juan Ángel del Corral

A veces recuerdo, son flashes que el pasado me regala, pero por un tiempo muy breve. Tenía un padre, una madre y hasta hermanos. Recuerdo situaciones típicas de una familia. Y entonces, el tiempo se acaba. Vuelta a empezar. 

Siempre me encantó la vista desde mi ventana. No siento frío, tampoco calor. A veces veo a un señor en la nieve, con un anorak verde caqui y a tres niños alrededor lanzándose bolas. En ocasiones veo dos niños jugando al caballito con la pequeña a lomos del mayor.

A veces veo a una señora en el suelo, está llorando y tiene la cara amoratada. A su lado hay una niña que no entiende nada. Otras veces veo a unos chicos peleándose. Ya son tres, porque el mayor se fue. Y entonces, el tiempo se acaba. Vuelta a empezar.

Siempre me encantó la vista desde mi ventana. Se oye una melodía, es como un ligero sonido de fondo. Es agradable. Veo a mi madre. Está tan guapa. Y mi padre está pintando versos en un lienzo blanco. Creo que es aquel cantar que recitaba a veces. Más allá están ellos, mis hermanos. Juegan.

A veces veo a uno vestido para la guerra, se marcha al conflicto. Y el otro se crea el suyo propio. El tercero observa desde el tendido bajo el sol. Nada nuevo. La niña rompe la muñeca, le saca los ojos para que no vea y le arranca la ropa a jirones. Y entonces, el tiempo se acaba. Vuelta a empezar.

Me encanta la vista desde mi ventana. Veo a mi familia, mi padre, mi madre y mis hermanos, mientras paso del invierno a la primavera. Pero no hace frío, ni tampoco calor. Ya no hay dolor. Hace tiempo que vi toda la vida pasar en un segundo…

Imágenes:

  • Foto «Faceless» del post extraída de: https://juanangeldecorral2.wordpress.com/
  • Foto destacada extraída de: https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/no-importa-que-tipo-de-familia-familia-importa

«Drácula» de Bram Stoker.

“Recuerda mi amigo, el conocimiento es más fuerte que la memoria y no debemos confiar en lo débil.” – Drácula

Creo que fue porque alguien lo rememoró en las RRSS que rebusqué entre mis antiguallas y lo rescaté de un pasado ficticio que habría estado muy interesante de ser cierto, ¿verdad? Una de las novelas de terror por excelencia, atemporal y tan socorrida que ha sido llevada a la gran pantalla tantas ocasiones que no puedo recordar. Pero, en realidad, ¿qué escribió el Sr. Stoker en su novela publicada en 1897? Pasen, pasen.

Una vez más, sea bienvenido a mi casa, venga libremente, salga con seguridad; deje algo de la felicidad que trae…

Conde Drácula

Alguien empieza a adquirir propiedades en Londres. Las compras se realizan desde un lugar remoto llamado Transilvania, Rumanía. El comprador es un extraño y misterioso conde que está sediento de la cultura londinense. Para tal menester, y para gestionar sus inversiones, contrata los servicios de un bufete de abogados.

Portada de Drácula

Jonathan trabaja en el bufete contratado por el conde Drácula. Por exigencias de contrato debe desplazarse hasta ese extraño y desconocido país y perderse por los Cárpatos para gestionar en persona la documentación de Drácula.

Sabemos que toda historia que se precie debe tener un personaje femenino que le aporte cierto caché. La mujer en cuestión se llama Mina y es la prometida de Jonathan. El amor que se profesan el uno al otro quedará patente a lo largo de la obra como un insistente carácter cohesivo afectuoso que martillea cual pájaro carpintero. Se escucha tanto ese ruido rítmico que a veces hay que bajar los decibelios sentimentales.

Mina es una entusiasta de la taquigrafía por lo que su ser es un tándem entre ella misma y una máquina de escribir. Ha concluido que escribir su diario con esta técnica es un gran aporte en el proceso de comunicación con su prometido.

Durante la ausencia de Jonathan, Mina decide visitar a su mejor amiga, Lucy. Lucy pertenece a una familia de la alta sociedad y vive junto a su madre en un hotel de una bella ciudad costera muy cerca del puerto pesquero. Lucy es una chica bien parecida, más alocada que Mina, aunque eso no es difícil, que espera prometerse con alguien joven y apuesto y, por supuesto, de cierto rango.

El Dr. Seward, amigo de Lucy, es el administrador de un hospital psiquiátrico. Seward está muy enamorado de Lucy pero el rechazo de ella hace que se refugie en su trabajo. De entre todos sus pacientes hay uno en especial por el que más se interesa. Se trata de Rendfield que sufre una profunda psicosis y al que le hace un exhaustivo estudio con instrumentos de la época, como el fonógrafo, en el que graba todas sus entrevistas.

Ha llovido mucho desde entonces. Me faltaban esos pequeños detalles, para lo que tengo que agradecerle a F.F. Coppola su versión de 1992. Le mejor versión, no me cabe duda. Amén que cambiaron la linea argumental relacionada con el personaje de Drácula, sigue pareciéndome la mejor versión. Y es que la historia del celuloide pintaba más romántica que la del siglo precedente. Un deleite ver a un tímido Keanu Reeves frente a la interpretación de un aparentemente sincero Gary Oldman y un mejorable Anthony Hopkins que ha tenido mejores días.

Bram Stoker

Volviendo a la novela, comentar que Mina siente una particular atracción por todo lo relacionado con trenes y ferrocarriles, por lo que le había planificado a Jonathan su viaje, horarios incluidos. Como Sheldon, vamos. Jonathan llega al castillo de Drácula, no sin antes experimentar extraños sucesos que se le escapan a su entendimiento.

El conde Drácula es un señor de avanzada edad, con nariz aguileña, un hombre cultivado y muy interesado por todo lo que ocurre en Londres. No pasa demasiado tiempo cuando Jonathan se da cuenta que es el prisionero del conde y que su mente es incapaz de procesar los hechos que allí se suceden.

Mina está muy preocupada porque las misivas de su prometido se espacian en el tiempo cada vez más. Su amiga Lucy empieza a tener episodios de sonambulismo y en una de sus escapadas nocturnas Mina la observa desde la lejanía en un banco del puerto acompañada de alguien que no puede identificar. A partir de entonces, los episodios se tornan cada vez más extraños. Mina lo refleja en su diario, el hilo conductor del curso del relato junto con el de Jonathan, el doctor…

Una historia que siempre está de rabiosa actualidad y que, para nada es tan romántica como la versión de la gran pantalla. El misterio de lo desconocido, de lo oculto, que nos atrae y que nos atrapa sigue estando tan vivo como el primer día. Una obra en la que casi no hay actores secundarios, todos tienen su momento y su importancia clave. Una historia que tiene muchos tintes psicológicos, pero eso se lo dejo a los profesionales. Aunque imagino que Carl G. Jung tendría mucho que contar al respecto. Personalmente, opino que la figura del vampiro está entre nosotros de una u otra forma. No hace falta que esta figura tenga que personificarse en un ser que vaya chupando yugulares, pero hay otras formas de exprimirle la vida a un ser. Los que los hemos padecido, sabemos bien qué es.

Vlad III Tepes

Una obra rescatada de la juventud que andaba en el almacén archivado, ese archivo mental que todos tenemos. Necesaria e imprescindible que recomiendo rescatar de vez en cuando para trasladarnos a ese devenir mágico, romántico e idealista del siglo XIX, pero sin prejuicios de género, porque podremos perder el horizonte de las cosas. Y si luego queremos ahondar en el verdadero personaje histórico en el que pudo inspirarse Stoker, la red está llena de información.

Gracias. V.

  • Imagen destacada extraída de amazon.es

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«El guardián entre el centeno» de Jerome David Salinger

Una novela vista desde los ojos de un adolescente que siente que algo está cambiando. Y en su interior solo odia al mundo entero…

Los sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida.

J.D. Salinger *

Cuando yo era adolescente, El guardián entre el centeno, no entraba para nada en mis planes, aunque ya hacía tiempo que me había transformado en una rebelde sin causa. Enfadada con el mundo entero y en contra de todo lo establecido. Eso ya explotó en el tercer colegio de primaria en el que estuve. Algunos profesores eran unos monstruos que hacían cosas extrañas, como hacer fotos con las faldas levantadas a algunas niñas, permitir y no hacer nada en que un señor se masturbara a las afueras del colegio (creo que nunca nos creyeron, y ese señor, siempre estuvo ahí), mientras estábamos en el patio, y fornicar otro profesor con madres de otros alumnos, en el colegio (esto no es ficción, es verdad, fue pillado varias veces)… Los que me conocen, saben qué colegio es.

Bueno, entonces yo iba a lo que iba, a tener amigas, jugar, vamos lo que viene siendo normal en esa edad. Al menos, eso es lo que yo pretendía, aunque siempre se torcía. Así, que sí, siento que tengo algo muy en común con esta historia, porque yo encontraba una tremenda falsedad en mi entorno aunque hablemos de épocas distintas, claramente. Eran pocos los que me merecían la pena, aunque siempre acabara rodeada de los peores. Contradictorio, sí.

Portada

Tengo la sensación que lo que hace única a esta novela es la provocación escrita de un adolescente hablando libremente de la sexualidad y esa ansiedad no tan banal. Me parece que la sociedad de entonces no estaba para nada acostumbrada a un lenguaje tan explícito.

Holden Caulfield, el actor principal, solo tiene 16 años, pero demanda relaciones que a sus ojos sean auténticas. Parece que es mal estudiante, lo cual se refleja en las veces que ha sido expulsado de colegios y en esta ocasión, no iba a ser menos, vuelve a serlo. Con la diferencia que decide no decírselo a sus padres y se marcha a escondidas a vivir una aventura. Prefiere chicas con las que se pueda hablar, que no sean tontas y banales. Normalmente es un chico bastante razonable, hasta que deja de serlo. Entonces destila tanto odio que se diría que sus agresivos pensamientos le fuesen a abocar a hacer alguna locura. Odia casi todo lo que rodea. Otrora sus comportamientos, erráticos y desquiciados sugieren una persona tarada de atar.

Cita Salinger

Y en un determinado momento me reconcilio con Holden. ¡Por el amor de Dios!, ¡son las vivencias de un chiquillo! ¿Quién no se ha sentido alguna vez confundido? ¿Quién no ha tenido alguna vez un pensamiento extraño? Bueno, quizá mi perspectiva ande degradada por la adultez. Sin embargo, siempre he tenido en cuenta mis miedos y mi lado oscuro.

Entre toda esta maraña de pensamientos perturbados, el actor principal, nos brinda una serie de pinceladas de afecto y ternura por su hermana Phoebe, a la que considera tremendamente lista. Precisamente es a ella a quien confiesa lo que quiere y le gusta de verdad, que no es sino ser una especie de guardián protector de los niños que están en un campo de centeno y protegerlos de caer al vacío.

El vacío

Dependiendo de lo retorcida que esté tu mente, podrías vislumbrar a un cazador agazapado al acecho. Pero yo creo sinceramente que Holden se ve como un protector y que siente de verdad lo que dice. Y creo que la muerte de su hermano menor, al que que quiere y aprecia mucho, le desencadena la necesidad de ayudar a los niños, en la forma de impedir que caigan al vacío. Una acción que muestra la alegoría de la transición hacia la madurez. No es un camino fácil, y no todos hemos tenido las mismas circunstancias y realidades. En cualquier caso, insisto, prefiero verlo desde esta perspectiva.

Personalmente se me escapa un poco la controversia que generó esta obra en su día. Claro, que por otro lado, la época y el entorno religioso es un perfecto caldo de cultivo. Pero, a pesar de todo, finalmente la mayoría de las circunstancias se diluyen en la espesura de la mente inquieta de un chaval. Es por eso, que encuentro muy grande que fuese tomado como referencia de algún asesino, siendo a mi modo de ver, una clara justificación de una mente muy enferma. De hecho, aunque uno esperara algo de acción, es una novela bastante estática.

Salinger

Como anécdota, contaré que siempre me dio pavor leer esta novela, porque pensaba que me volvería medio ciruela y empezaría a matar a pobres desgraciados por la calle. Pero nada más lejos de la realidad. A veces, los medios influyen según qué momento y decisiones. Afortunadamente llegó el tiempo de su lectura, libre de cargas e influencias de cualquier tipo.

No quiero, ni deseo, ser más papista que el Papa (ya bastante, tenemos con uno, que para lo que nos está costando la curia, bien podría ser más generosa, solo un poquito más). Entre otras cosas porque soy una profana en un mundo infestado de literatos, literarios, condenados críticos literarios de periódicos, revistas y blogs de reseñas literarias… Y yo… ¿Qué quiero decir con esto? Pues que yo miro a través de un agujero muy chiquitito, mientras otros tienen la inmensidad del saber.

Pero, bueno, desde la mirilla de esta puerta tengo el mundo entero rebosante de historias, esperando a que mi cerebro le ordene a mi mano que dirija mi humilde bolígrafo en este espacio sin pretensiones de cara a la galería. Así, que si ven alguna errata (siempre procuro que no sea así) disculpen. Y si ven algún tipo de lenguaje soez, perdónenme, pero forma parte de mi espectáculo personal. Porque esta es mi galería, donde yo me miro a mí misma.

Gracias señor Salinger. V.

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«Ordenar los muebles». Por V. Santisteban.

Cuando el confinamiento nos convierte en un mueble…

Silencio, presión, desconcierto, miedo, horror, miedo otra vez…Son muchos los adjetivos que le asaltan a uno y a su cada vez más desmarañada cabeza. Una oleada de información que se va atascando hasta que termina por pararse. La taza derrama el colmo y la mesa derrama el líquido por el piso. Y te ves recogiendo todo lo vertido, cual sueño astral. Por un momento me acuerdo de mi madre fregando el suelo de rodillas, sobre la esponja en forma de B tumbada, cuando aún se hacía a la antigua usanza.

Mascara medieval para evitar la peste negra

Así es el torrente con el que estamos lidiando cada día. Es insufrible, insoportable, indecente. A este cóctel hay que añadir el estado físico, una disciplina auto-impuesta que genera ansiedad por defecto, por el exceso de peso, y que ahora sufre sobrecarga, por el exceso de trabajo, que sueles incumplir más de lo que quisieras. Por lo que tienes que volver a la casilla de salida. Otro ingrediente es el intelecto. Una oleada de literatura inunda tus dispositivos. Si el tiempo lo permite, llevas uno o dos hacia adelante, siempre que las jaquecas o migrañas te den permiso.

Si tu auto-infligida disciplina no te ha causado ya un reventón de neuronas, todavía puedes ser ese chef fantástico, repelente y absurdo que tanto odias. Que quieras tener la Termomix no te eleva al olimpo de los dioses, solo te brinda la entrada a un club de cierta élite que detestas. Somos lo que comemos, pero hay quien no puede permitirse el lujo de plantearse esa reflexión.

Los demonios acechan estos tiempos. Demonios internos y externos. Los segundos son más o menos controlables, pero ¡ay de los primeros! Esos son la mosca cojonera de la corteza cingulada. No todo son días de vino y rosas y la convivencia puede zarandear los cimientos de esa parcela personal de la vida que tienes tan coqueta. El temple se agota o te agota, el tiempo pasa factura, la tristeza durmiente aflora y la rutina de ejercicios diaria no parece suficiente. La lectura, no parece suficiente o esa ristra de series y películas que te vinieron recomendadísimas tampoco parecen bastante consuelo. Raros tiempos para Pedro Almodóvar, Woody Allen, películas de corte indie, o de bajo presupuesto. O no, si quieres disfrutar la tristeza…

Entonces resulta que una mañana te das cuenta que la rutina te ha ganado, eres un neo esclavo de este nuevo tiempo extraño que te ha tocado vivir. Esclavo del planning autoimpuesto, del fitness, de la música, del cooking, del reading, del estudio, de la depiladora y del blog. Eres un mueble sentado sobre otro mueble mirando un ordenador, en ropa de sport, interior, y/o zampándote un bollo. Ahora sano, ahora inteligente, ahora en forma, ahora fofo, ahora feo, guapo…

Si en toda esta vorágine de sensaciones, aún nos queda tiempo, podemos sumergirnos en el maravilloso mundo de las RRSS. Una suerte de guerra campal en la que todo vale, todo está permitido, todo es cierto, todo es mentira, todos son excelentes contertulios doctorados en la Universidad de los bajos fondos cuyo lema es Hoc est verum.

Y a veces te haces preguntas acerca de la raza humana y su condición, de la vida, de la muerte, del amor, de la tristeza, del sufrimiento ajeno… Echas la mirada atrás y te dices, «más pasaron aquellos del 10, 20, 30» y te haces un ovillo en el sofá, mientras ves la serie esa que te recomendaron, esperando el día del estallido. Y recuerdas, entonces, que fue ayer cuando tu cuerpo dijo «basta». Solo querías gritar de dolor.

¿Un respiro?

No pasa nada, mañana será otro día…

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«El diario de Ana Frank», Annelies Marie Frank.

No encuentro obra más universal que represente el significado de la palabra confinamiento como El Diario de Anne Frank. Como tampoco encuentro otra obra similar que represente el amor sincero e inocente de una niña que vive su juventud como solo se puede hacer, con toda su fuerza.

Cuando era jovencita recuerdo que sentía este libro muy lejano. Era un libro del que pensaba que no era para mí, no podría ser para mí algo así. Yo andaba en otras cosas y, cuando me paraba a pensar, me reafirmaba en la idea que no, efectivamente, no era para mí. ¿Por qué me iba a interesar la historia de una chiquilla que se esconde de los nazis con toda su familia que eran judíos? ¿Quiénes eran los judíos? ¿Por qué querría leer algo así con un final así de trágico? Por entonces, yo no podía permitirme ese lujo. Ya tenía suficiente con mi infierno privado… Un pavor y un dolor inmensos me invadían solo con mirarlo de soslayo. Sea como fuere, teniéndole conmigo, no quería seguir traicionando su memoria.

Así que te leí, Anne. Te leí entera, te sentí y te vi con mis ojos, te escuché hablar, reír y llorar. Eran tantas las ganas que tenía de abrazarte y de decirte no te preocupes, todo pasará, la adolescencia es así, es natural, es divertida, sin sentido, es un caos, un huracán de sensaciones y un montón de risas y cuchicheos. Es el mundo al revés, Anne.

Portada Diario de Ana Frank

Porque el mundo que te tocó vivir, era eso, el mundo al revés. Y del mundo tú sabías mucho, por eso eras un alma indomable. Te he sentido indómita, aventurera y, a la vez, tierna y dulce. Cierro los ojos y te veo, oigo tus engranajes al abordar otro de tus libros y te escucho correr de arriba a abajo en la casa de atrás, antes del silencio.

Anne Frank

Anne Frank tuvo que refugiarse junto con su familia en una vivienda anexa al edificio de oficinas donde trabajaba su padre, Otto Frank. Otto a sabiendas de lo que se les venía encima, fue preparando la casa para esconderse hasta que la guerra terminase. Los Frank, judíos de la clase acomodada, tuvieron que compartir la vivienda con otra familia judía, en precarias condiciones, pero a salvo de la Gestapo. En este contexto, Anne escribió su diario, a la sazón, en el que volcó sus pensamientos, inquietudes, sueños y esperanzas.

Como diario que era, Anne escribe su confinamiento con la sinceridad de una adolescente, con la tranquilidad de hacerlo sobre algo personal, íntimo y que es lo que le confiere la virtud, la belleza y su carácter único y, diría, irrepetible. Este diario ve despertar su sexualidad y erotismo, reflejado de la única forma que una chica de su edad puede hacerlo, con naturalidad y frescura. La atracción que el hijo de los Van Pels, Peter, y ella se profieren; la relación que tiene con su hermana Margot y que evoluciona, según avanza su diario; el tumultuoso vínculo con su madre; pero, sobre todo, la fidelidad y amor que le profesa al padre. Un oasis de ternura, cordura, sensibilidad, fraternidad, rodeado de barbarie sin sentido, caos, muerte y fanatismo.

Se me ocurren muchas cosas, podría llenar páginas enteras. Me quedaré con la idea que entre tanta maldad aflora lo mejor (y peor) de la condición humana. La valentía, el tesón, la solidaridad, la constancia, el optimismo, el amor y la esperanza de Anne. Una chica a la que le encantaba observar el cielo nocturno y adoraba la belleza de los árboles, que era la más feliz cuando sentía el aire en su cara. Pero por encima de todo, de ser ella misma.

Anne Frank nos dejó un testimonio hermoso. ¿Qué hay más bonito que leer las palabras de una adolescente que es feliz? Porque ella lo fue, a pesar de estar rodeada del infierno. Hasta que le robaron su vida, su risa y sus sueños.

Sería un tópico decir que ojalá los niños nunca tuvieran que sufrir las guerras y los conflictos de los adultos. Demasiadas pinceladas desde el punto de vista antropológico. Pero eso se lo dejo a los entendidos, no es mi caso. Yo solo sabría decir que los niños están para vivir, siendo felices, riendo, jugando, siendo niños. Pero me da que no hemos aprendido nada, el hombre sigue dando muestras de inmadurez. Quede este documento, testimonio, para recordar que la inocencia infantil está por encima de toda la mugre de nuestra condición humana.

Sinceramente creo que estos libros deberían ser propiedad de sus dueños en vida. Deberían ser historias contadas por una señora mayor, mientras enseña instantáneas de un antiguo álbum de fotos. Pero es un libro que trata de los últimos meses de vida de una chiquilla que vive con toda la fuerza de una joven que solo tiene ganas de vivir.

Tomemos conciencia de la vida. Porque la vida es para eso, para vivirla hoy, ahora, en este momento. No lo dejemos para el final de nuestros días, entonces será tarde.

Gracias Anne, allá donde estés.

  • Foto de la portada del libro extraída de megustaleer.com.
  • Foto de Anne Frank extraída de es.wikipedia.org.
  • Foto de familia y Peter van Pels extraída de annefrank.org.
  • Si deseas saber más sobre la historia de Ana Frank puedes consultar en el enlace https://www.annefrank.org/es/.

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«Un día de invierno» de Victoria Santisteban

Un cuento de navidad…

Parece que te veo a través de la ventana. Creo que me estoy obsesionando con esa imagen. Esa foto de ti mirándome, tan triste, desde ese paraje blanco. No tan blanco como nos hubiera gustado, pero suficiente. A veces siento que me llamas y yo alargo mi mano en un ademán pretendiendo acortar distancias.

-¿Hablando otra vez sola?- dijo él.

-¿Lo hacía en voz alta?-contestó sorprendida de haber sido cazada.

-Sí-le dijo con cierta condescendencia.

-Debe ser que no duermo bien últimamente. Anoche tuve un sueño…

-Anoche volviste a hablar mientras dormías-le interrumpió él.

-Soñé con él otra vez, y volvíamos a ese lugar, de nuevo. Había nevado, pero no mucho. Lo recuerdo bien porque siempre quise ver la nieve, pero de esa espesa en la que se te hunden los pies. Y ese sitio no era así. Recuerdo que estuvimos hablando, aunque no recuerdo de qué. Tampoco sentía frío.

-Estás pasando un mal momento.-dijo, con cariño sincero-Son tus primeras navidades sin él.

Al día siguiente…

-Buenos días, cielo-le dijo él a ella.

-Hola mi niño-le regaló con una sonrisa calmada.

-Anoche volviste a hablar en sueños.

-Estuve con él, cariño. Al final pudimos vivir una navidad juntos. Fuimos a un lugar con un árbol gigante lleno de color y de luces. Había puestos de madera y los vendedores ambulantes sonreían. Y comprábamos turrón. Y no había nadie más, salvo nosotros. Recuerdo que me miraba y me sonreía. Él me hablaba y era feliz, yo era feliz. Y volvimos allí, donde estaba la nieve. Yo le perdoné y él me abrazó. Y he despertado.

Epílogo: Mientras preparábamos la cena de navidad para recibir al resto de la familia, fui al dormitorio a dejar unas cosas. Como siempre, me acerqué a su foto para contarle que todo se arregló con mi hermano. Fue entonces cuando me di cuenta que algo había cambiado. Su cara irradiaba felicidad, era una sonrisa clara y diáfana. Y sus pies, sus pies estaban hundidos en la nieve. Y abracé la foto y me dejé llevar por las emociones…

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«Un paso al frente» de Luis Gonzalo Segura de Oro-Pulido

Una historia del ejército español desde sus entrañas y vista desde otros niveles. Una de tantas que suceden y de las que no sabemos. Y aún teniendo información, no salimos a la calle a gritar por los derechos de los militares, porque no concebimos que aquellos que nos defienden pasen hambre. Porque enarbolar, luchar y sentir una bandera no es suficiente…

A pesar del agotamiento físico, quiero empezar a reflexionar sobre este tema ejemplar, que por fin dosifico, para acabar en la Venecia china, como la llamaba Marco Polo.

Portada «Un paso al frente»

¡Pero qué tan familiar me resulta el mundo militar! Cuando era una chiquilla y estaba en el colegio, mi hermano mayor decidió hacer un examen para ingresar en la academia del ejército. Tenía 14 años, un niño. Pasó de tener un padre y una madre, a tener «al ejército».

Trasera

Años más tarde, fue mi otro hermano quien decidió marcharse como voluntario. Así que yo, que siempre quise ser como ellos, solicité la información para ingresar también. Pero en las condiciones físicas, no daba la altura mínima. Eso sucedió mientras estaba en secundaria, motivo que le produjo profunda risa a un profesor de biología. Él era tan gracioso… En fin, ya no podré saber nunca qué hubiera sido de mí en el ejército de haber dado la talla, siendo como soy, y si hubiese aguantado o no.

Sí sé que muchas cosas que se cuentan en el libro no me son nada desconocidas. En primer lugar, porque no tengo más que echar un vistazo en Internet para estar informada de muchas cosas. Así que quien no está informado es porque no quiere. En segundo lugar, porque una institución de la que algunas raíces siguen bien arraigadas desde épocas dictatoriales, y sobre la que no se ha volcado casi nunca la duda razonable que manchara el honor de su funcionamiento, pues me produce de entrada dudas y reticencias y que, oye, nadie está de color blanco nuclear.

Siempre, siempre digo que airear las estancias es un ejercicio de lo más sano. Pero como todo en nuestra querida España, va despacio, con desgana y a destiempo. Y además, la (in)justicia tiene un terrible sentido del humor.

Pero volviendo al eje estructural y encofrado, es vox populi que nuestros militares están muy mal tratados y mal mirados, aunque luego otros se rasguen las vestiduras. Sabido es que atravesar una crisis como nos tocó a los españoles, hizo a muchos plantearse el destino militar como salida laboral. Y si tienes vocación, mejor, pero sino, es lo que hay también. Y, claro, esta gallina de los huevos de oro no estaba pensada para abastecer a tanto soldadito de las mínimas comodidades y alimentos que se merecen. Imagínense, nuestros soldados pasando hambre y frío, es impensable… Y, pensando, pensando, deduces que sí, que los huevos sí que son de oro, pero para unos pocos.

Yo no quiero hacer apología del odio hacia lo militar, ¡Dios me libre! que dirían algunos. Nada más lejos, recuerden la vocación de la aquí escribiente según los cánones fraternales…

Pues eso, que con el ejército nos hemos topado. Pero, ¿por qué estas instancias no pueden funcionar de forma transparente? Gran pregunta. Que yo diría más, claro, para hacer las cosas de forma transparente, bajo un prisma legal, habría que funcionar con un mínimo de valores éticos y morales. Llámese honradez, honorabilidad; pero de las de verdad, no de esas que van reflejadas en el número de condecoraciones y medallas. Como se decía antaño, «Una buena persona (institución en este caso) es la que se viste por los pies», y el ejército hace casi todo menos eso (más o menos).

Les recomiendo que lean el libro, porque dentro de la trama de ficción hay muchos extractos que son más que interesantes. Existen muchas formas de ser deshonesto en este país, lo vemos cada día, principalmente en el entorno de la política rancia y caduca. Casi diría que son hermanas gemelas, la armada y la política.

Joder, si mi padre estuviera estuviera por estos lares, los iba a poner a todos firmes. Pero bien rápido que lo aireaba todo, con tanta tontería. Se me ocurre que diría algo así como «Venga tú, fuera, no vales ni para estar acostado, a tomar por saco. Tú…tú…¡esto es una mierda, fuera!» Y así sucesivamente. Pero es que él era muy flamenco…***

Hacen faltan más valientes que denuncien estas injusticias. Pero valientes que no caminen solos, que estén respaldados por las leyes. Vivimos en un país democrático y se supone que eso es lo que debería de ocurrir. Pero no. Por eso existen estos señores que denuncian y se juegan el tipo con ello, su trabajo, su salud, y escriben estos libros, para que los leamos, porque parece que los medios de comunicación no son suficientes. Y es que hemos normalizado la injusticia a unos niveles que dan miedo. Dejemos de quejarnos en la barra de un bar y pecar de cuñadismo y denunciemos las injusticias…

Portada interior

Vivimos en un país que se dice democrático y en el que suceden estas cosas… Entonces, algo estará mal, ¿verdad?

Gracias, V.

  • Imágenes del libro de la autora del blog. Me hubiera gustado decir que el autor me envió sus propias imágenes, pero no fue así.
  • Luis Gonzalo Segura tiene perfiles en las RRSS, Facebook, Twitter e Instagram.
  • Mi padre era una persona, dejémoslo, algo peculiar. Por eso la redacción es así cuando me refiero a él, porque él era así.

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«No he cruzado océanos de tiempo para al final encontrarme contigo. En ocasiones veo vampiros…» de Antonio Jesús López Alarcón.

Virgen santísima del corazón bendito. Pero, ¿en qué estaba pensando el autor para poner semejante biblia de título? Y, ¿por qué leer un libro sobre vampiros y chupadores de energía? No se vayan, aún hay más…

Para responder a la primera pregunta habría que preguntarle al autor y, podría imaginarme su respuesta. A la segunda pregunta se me ocurre responder un «¿por qué no?». Verdaderamente el autor es una persona bastante interesante, sin llegar a ser empalagoso. También podría decir porque es de Antonio y punto. «¡Pues sí que tienes criterio!» dirían algunos. Pues oye, que me dio realmente la gana de hacerlo y me las refanfinflan todos esos que van de guays, progres y pseudoespirituales.

Portada trasera

No me jodan, pues claro que tengo criterio. Fíjense si es así que leo un libro para reconocer a vampiros energéticos, aka* personas tóxicas, para reconocerme a mí misma en alguno de sus supuestos. Y, claro, sucede que me he reconocido casi en todos. ¡Qué horror!

Pues no, yo soy, he sido así, o estoy siendo, porque esta máquina no se detiene. Y es que el ego tiene hambre, y mucha, y si nos dejamos llevar por él sembraremos el sendero de víctimas con la yugular abierta de par en par. No todo el mundo tiene la valentía y honestidad como para bajar la mirada hacia su propio ombligo y mirar cara a cara sus imperfecciones. Este es un campo de batalla por el campan los chupasangre y este manual nos puede ayudar a identificarlos. Tanto a los malhechores del mal como aquellos que hacen bien. No todos saben lo que hacen y no todos saben que lo hacen con maldad. Ni siquiera no todos saben que están ahí fuera, porque pueden estar en tu propio interior. Si lo reconocemos, pues perfecto, nos ponemos a trabajar y asunto arreglado. Y si no quieres reconocerlo, pues corres el riesgo de quedarte solo si tus víctimas te identifican.

Vampiros reales. ¿Ein?
Una gitanilla en el puestecillo…

Pero, ¡ay amigo!, cuidado con aquellos que lo hacen con saña porque tendrás que preparar el kit anti-vampirismo: estaca, cruz, agua bendita, plata y ¿qué sé yo? Y es que el señor Bram Stoker dejó el listón demasiado alto, en fin…

De mi experiencia personal, comentar que me he reconocido en muchas cosas que he hecho y que me han hecho. Éstas últimas las tengo más frescas y las reconocí más deprisa. De mis errores tuve que poner a trabajar a la máquina pensante y escarbar en el pasado. Porque no estamos exentos de colocar la regleta de enchufes allá donde se tercie. Lo bueno de hacer auto-crítica es que uno se da cuenta que no tiene que turbar más allá de lo que no se quiere ser turbado. O mejor, nada.

Haciendo los deberes…

Hay características personales que valoro por encima de todo, siempre, pero especialmente en estos momentos, la honestidad, la lealtad y la fidelidad. Pues además de todo eso, Antonio tiene la de la sinceridad. Y si hay algo que digo muchísimo es que hay que tener un par, para aguantar estoicamente a una persona sincera sin revolverse por dentro. Porque sí, está muy bonito y es muy chic decir «yo prefiero que las personas sean sinceras conmigo». ¡Qué te acuestes! que diría mi padre.

Como me da igual lo que piensen algunos, vamos, que me trae al pairo. Digo lo que quiero, a quien quiero y como quiero. Para eso es mi blog… Por eso digo ¡bravo, por tu tenacidad! y ¡bravo por tu capacidad de superación y observación! Lo más bonito, que lo haces así de natural, con amor, y eso no le sale a todo el mundo. Así que este post está enfocado en tu libro, sí. Pero está dedicado a ti y te halago porque te lo mereces. Porque mira que conozco gente con historias, pero tú ganaste mi alma hace tiempo. Y del peloteo, al golf. Y si no, como diría mi padre «vete a por hierba pa’ la radio» que os juro por lo más grande que no sé qué quiere decir. Mira que le vengo dando vueltas …

«Algunas personas solo existen como ejemplos de lo que hay que evitar ser».  

www.frasess.net 

«Solo eres responsable de tus decisiones, no de las ajenas».

www.frasess.net 

«Deja ir a personas que solo llegan para compartir quejas, problemas, desastres, miedos y juicios».

www.frasess.net 

«Distancias honestas valen más que cercanías hipócritas».

www.frasess.net 

“Las personas tóxicas se adhieren como bloques de hormigón atados a sus tobillos, y luego invitan a nadar en sus aguas envenenadas”.

John Mark Green*

«Si levantas la vista de tu ombligo verás que no eres el centro del universo».

lamenteesmaravillosa.com

Un libro que recomiendo con amor y buen humor. El que tiene su autor Don Antonio Jesús López Alarcón.

Gracias hermoso.

V.

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«A propósito de Murphy» de Antonio Jesús Alarcón López

Una especie de manual para todos aquellos a los que les gustaría ser un poco mejor. Llámalo manual, llámalo guía, llámalo cuaderno de campo o didáctico. Puedes leerlo o no, puedes seguirlo o no, puedes escribir sobre él, subrayar y dibujar. En cualquier caso, es un libro para pasar un buen rato.

En el mercado hay una amplísima gama de libros de autoayuda y superación personal. Yo misma, mismamente, he leído unos cuantos. Varios eran la típica novedad tan recomendada que te iban a ayudar a salir del agujero sí o sí. Vamos, la panacea. Realmente es para pensar eso que se hayan escrito tantos trabajos al respecto. Así y con todo, me pongo a pensar en cuántos de ellos me han funcionado realmente. Me quedo con dos y, resulta que uno de ellos, es este (vamos, que mi bizcocho ha subido). No quiero decir con todo esto que los demás no funcionen, a mí no me ayudaron mucho (y los seguí religiosamente, oye). Quiero decir, que a veces no es el momento adecuado para leer a troche y moche libros de estos.

Portada «A propósito de Murphy».

Estar en baja forma y creer que un libro te lo va a solucionar automáticamente, pues es como comer huevos tal cual y patatas crudas, con aceite y sal, y pretender que sepa a tortilla. Esto no es un plato deconstruido.

Trasera de «A propósito de Murphy».

A propósito de Murphy es una propuesta natural, libre de ataduras, sin pretensiones, porque el ritmo te lo pones tú. Es un manual no al uso que se puede seguir, o no, ya que el autor no pretende sentar cátedra, nada más lejos. Antonio J., un ser de luz, demasiado honesto. Y me reafirmo en esto cuando hago una retrospectiva temporal.

Autor en la presentación de su anterior obra «Manual de parapsicología para jóvenes investigadores».

Joder, es fantástico y me encanta que mi segundo despertar haya venido de la mano de su pluma, o de su tecla.

Este libro, manual, guía, ofrece algunas herramientas con las que poder desatascar esos atranques provocados por este mundo terrenal con sus velocidades, fracasos, traiciones, duelos y pérdidas. Pero, de todas, la más importante, by the way, es uno mismo. Yo soy mi instrumento y si no es nuestro momento, no hay nada que hacer, por mucho que nos empeñemos. Así que como dice el Sr. Mota «hoy no, mañana…», pero siempre en el momento justo. A nuestro ritmo, con paciencia y tenacidad.

Porque eso sí, una vez que se arranca, esto es imparable. Es un tsunami de emociones que arranca toda la suciedad, es el KH-7 de los antidepresivos. Abarca casi toda la ayuda posible, desde profesionales médicos y terapeutas, hasta lo que uno puede hacer por sí mismo, incluido el hecho de mirarse el propio ombligo. Un ejercicio que, de hecho, deberíamos realizar varias veces por semana (la periodicidad se la marca cada uno).

Yo soy la luz… de tu bombilla…

Vuelvo a repetir que es un libro sin pretensiones, somos libres de hacer o no, un libro realista que trata la depresión desde el respeto más incondicional. Una enfermedad que en muchísimos casos se padece en silencio. Un silencio que es una losa muy pesada, que no nos deja respirar. Muchos sabemos de qué se trata exactamente.

Un libro honesto, muy sincero. Un libro que te guía a través de la aceptación de aquellos que tengo a mi alrededor. Lo que no implica aguantarlos, ojo. Si alguien me toca mucho las pelotas, puedo discutir, decirle que es un imbécil, de forma respetuosa, o, de otra manera, esperar a que el karma surta efecto. ¡Cuidado con el karma, María!

He tomado nota, Antonio. Tú mismo lo has visto. Creo que me pondré a trabajar. Bueno, de hecho ya he empezado. Porque es el momento, porque lo elijo ahora. Porque me importan un pepino muchas cosas a las que les he estado dedicando demasiado tiempo en mi vida y, ahora, cuento yo, decido yo y trabajo yo. Y porque me da la gana, vamos. Y mi energía ya decidiré yo si quedármela toda o, en todo caso, a quién brindarle un poquito, si me apetece, claro.

Todo funciona a su ritmo, nosotros tenemos el nuestro, la tierra, el universo, las relaciones. Absolutamente todo. Por eso, este era el momento. Como dicen las 4 leyes hindúes:
“La persona que llega es la persona correcta”
, “Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”, “En cualquier momento que comience es el momento correcto”, y “Cuando algo termina, termina”.

Por tantos buenos momentos, por los que fueron, los que son, y los que vendrán…

Gracias. V.

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